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'IN MEMORIAM'
Tribuna
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Nicolás Redondo: cambiar sin traicionar

Abordó la reconversión industrial, para superar una estructura industrial obsoleta, sin futuro en el marco de la UE pese al coste sindical

Nicolás Redondo y Cándido Méndez (en el centro) se abrazan en el 36º congreso de UGT, en el que Méndez sucede a Redondo, el 10 de mayo de 1994, en una foto de archivo.
Nicolás Redondo y Cándido Méndez (en el centro) se abrazan en el 36º congreso de UGT, en el que Méndez sucede a Redondo, el 10 de mayo de 1994, en una foto de archivo.Miguel Gener

Cambiar sin traicionar. Esta expresión, utilizada con frecuencia por Nicolás en sus intervenciones ante los trabajadores y en la UGT-E, resume bien su visión, sindical y sobre las necesidades de España, en la transición democrática y en el proceso de integración en la Unión Europea. Los cambios graduales eran imprescindibles, pero los costes tenían que ser asumibles. Nicolás conocía bien las dificultades y los riesgos de la lucha por la libertad y la democracia en España, ya que su trayectoria vital encaja como un guante en el vector que define la singladura de la izquierda española tras la rebelión militar del 36.

Nicolás Redondo, que conoce el sindicalismo europeo democrático (participó en la fundación de la Confederación Europea de Sindicatos en 1973) es consciente de los cambios laborales profundos que necesita España para asentar la democracia industrial y cumplir con las reglas de juego de la Comunidad Económica Europea. Desde esa visión, con la recién estrenada democracia española, a partir del 1977, y en paralelo a los pactos de la Moncloa que no suscribieron los sindicatos, la UGT y la CEOE afrontan una serie de negociaciones para transformar de forma radical las relaciones falsamente paternalistas y efectivamente autoritarias, derivadas de la dictadura, y así avanzar hacia unas relaciones laborales abiertas y democráticas, homologables a las europeas. Así se definen acuerdos sobre el papel de los sindicatos y las relaciones colectivas de trabajo que fueron la base del titulo II del Estatuto de los Trabajadores de 1980, se acuerda una jornada laboral máxima anual, base para las leyes de 30 días de vacaciones y 40 horas semanales, y se pacta un modelo de definición de salarios asociado a la lucha contra la crisis y la inflación, desbocada en los finales de los 70 y principios de los 80, que en los escenarios actuales de inflación desatada, es verdad que por razones bien distintas, es de plena aplicación.

Nicolás Redondo y la UGT abordaron sindicalmente en solitario la reconversión industrial, para superar una estructura industrial obsoleta, sin futuro en el marco de la UE, y eso supuso un coste sindical muy alto y sacrificios de los trabajadores restañados en parte con incentivos económicos y ofertas de recolocación, nunca totales y con alto coste también para las poblaciones de los territorios afectados. Una vez superada la crisis, integrados y con los fondos europeos y en escenario de crecimiento económico, la expectativa era compensar a los trabajadores de los sacrificios abordados.

La gran Huelga General del 14-D de 1988, irrepetible en su dimensión por múltiples razones, ha sido simplificada en sus motivaciones, hasta la simpleza de afirmar que fue provocada por el enconamiento de las relaciones personales entre Felipe González y Nicolás Redondo. Este argumento, de simpleza deprimente, ignora las fuertes expectativas que existían para compensar los graves problemas de la crisis industrial, en fase de crecimiento económico. Además, pretende esconder el hecho de que fue una huelga convocada por UGT, CCOO y el resto del sindicalismo español, por motivos sindicales razonables y conocidos, y por lo tanto no cabían más que razones muy extendidas y compartidas por miles de trabajadores, que contemplaban el deterioro de sus salarios y el avance de la temporalidad, a la que se ha puesto coto con la ultima reforma laboral pactada.

Nicolás Redondo, sindicalista de un entorno industrial y masculino, impulsa decididamente la modernización de las estructuras sindicales, que se abren a la participación de los técnicos y cuadros y a la irrefrenable incorporación de la mujer al empleo asalariado, y es en su etapa, cuando la negociación colectiva empuja para un cambio drástico en la renta media española que solo incorporaba en el 1975 al 25% de población española en las capas medias, y en las postrimerías del siglo XX, triplicaba ese porcentaje.

Nicolás Redondo fue un adalid decidido de la unidad de acción sindical con CC OO, superando la etapa de enfrentamiento por espacios partidarios lo que significó el asentamiento de la autonomía sindical, nuestra identificación con el papel constitucional, y la voluntad de abrir la organización a todos los trabajadores con respeto a su ideología. Se podría decir que Nicolás Redondo desterró del lenguaje sindical, aquella expresión, agresiva de “más tonto que un obrero de derechas”.

Tenía un fuerte temperamento, y no se andaba con paños calientes, pero era sobre todo un hombre bueno y respetado en España y en el sindicalismo internacional. Yo he sido su sucesor, y su apoyo en la primera etapa, muy difícil, de mi singladura como secretario general fue fundamental, así como la de todo su equipo. He sido su sucesor, pero yo he gobernado una organización con la estructura sólida y las cuadernas bien asentadas. No era posible sucederlo en su labor, salvo en el esfuerzo y el compromiso, porque su etapa es irrepetible en la historia de España.

Nicolás mantuvo su perspicacia y curiosidad intelectual casi hasta los últimos momentos de su vida. Me solía enviar, hasta hace muy poco, artículos que a él le parecían interesantes, algunos de ellos en francés (lo hablaba y leía perfectamente, no sé si por sus circunstancias de niño de la guerra en Francia), porque le gustaba contrastar con la prensa francesa. Ya no me los volverá a enviar, y ese será otro vacío que sentiré con su ausencia.

Cándido Méndez fue secretario General de la UGT de España entre 1994 y 2016.

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