Carolina Elías: “Hay clasismo, racismo y sexismo contra las empleadas de hogar”
La presidenta de SEDOAC, asociación en defensa de las trabajadoras del hogar y cuidados, defiende que los cambios para este colectivo vayan más allá de las leyes
Presidenta de la asociación SEDOAC (Servicio Doméstico Activo) y directora del Centro de Empoderamiento de Trabajadoras del Hogar y los Ciudados en Usera, Carolina Elías (El Salvador, 1976) vivió la guerra de niña y, más adelante, un terremoto que arrasó su casa. Llegó a España en 2009 con una beca para estudiar un máster en igualdad de género en la Universidad Complutense. “Era una estudiante turista, alejada de la realidad de la migración”, contaba en una terraza de Tetuán a principios de septiembre, la misma semana en que se aprobó el decreto que mejora las condiciones laborales de las trabajadoras del hogar en España. Cuando arrancó con el doctorado, al no tener homologado su título como abogada, empezó a trabajar como empleada del hogar y vio “la otra cara”. Desde 2017 se dedica plenamente al trabajo en la asociación y el centro donde asesoraron a unas 600 mujeres con problemas legales y socio-laborales en el año previo a la pandemia.
Pregunta. ¿El nuevo decreto marca un hito?
Respuesta. Es el cambio legislativo más importante hasta la fecha, pero nuestra principal reivindicación sigue siendo que desaparezca el sistema especial que afecta a los trabajadores del hogar para que pasen a formar parte del régimen general con las mismas condiciones y derechos que los demás. Esto no se ha logrado, aunque ahora se limite el despido indiscriminado y se contemplen los riesgos laborales.
P. ¿Se logrará acabar con el régimen especial?
R. Yo vine reivindicativa de El Salvador y creo que se conseguirá. Pero hay cambios que no dependen de una ley como la picaresca de los empleadores que buscan “el chollo”, algo que nos atraviesa a todos, porque todos buscamos lo barato, pero en este caso se esclaviza y, al final, nos empobrecemos todos.
P. ¿Qué hay que hacer?
R. Hay que impulsar una política pública de cuidados que los coloque en el centro, y permita un acceso gratuito y de calidad a las familias que lo necesiten, y unas condiciones justas y dignas para los trabajadores que les asistan.
P. ¿La pandemia ayudó a visibilizar la precariedad del sector?
R. Aunque se consideró que las trabajadoras del hogar y de cuidados eran personal esencial para los desplazamientos no lo eran para que se acogiesen a los ERTE. Pegamos el grito y entonces accedieron a abonar un subsidio que tardó mucho en llegar y solo cubrió el tiempo del estado de alarma.
P. Y quedaron fuera todas las trabajadoras que no tienen regularizada su residencia en España.
R. Por eso pedimos una gran regularización. No hay cifras oficiales recientes pero según la OIT en 2017 entre el 30 y el 35% de las trabajadoras del hogar y de cuidados no estaban regularizadas. La economía sumergida está muy extendida, y no solo entre quienes no tienen papeles. Hay mucha impunidad que hace que esto se mantenga. Para muchas trabajadoras ser españolas no ha cambiado nada: las siguen viendo como chachas panchitas. Hay clasismo y racismo, y discriminación de género y edadismo, porque con 50 años no consigues empleo.
P. ¿Qué consejo daría a quienes emprenden la lucha por sus derechos?
R. Todo lo social cuesta, por eso deben persistir y saber que reivindicar no es una forma de ganar dinero. También, hay que establecer redes con otras asociaciones, movimientos y onegés, alianzas con la academia, con otros colectivos.
P. Es evangélica. ¿Qué le ha dado la religión?
R. Principios.
P. ¿Qué personaje histórico la inspira?
R. Prudencia Ayala, la feminista salvadoreña que fue la primera mujer en presentarse como candidata presidencial en 1930 y a quien trataban de loca.
P. ¿Tiene nostalgia de El Salvador?
R. He decidido vivir en España por todo lo que he conseguido, y este es mi hogar. Crecí escuchando las bombas y luego vi la violencia de las pandillas. Una de las cosas que más valoro es el clima de seguridad que hay aquí. Cuando tengo nostalgia voy a comer pupusas a Atocha.
P. ¿Ha pensado en entrar más directamente en política?
R. Tendría que pensármelo mucho, ya hago política y no me gustan mucho los partidos. Pero los que llegamos de fuera hemos venido para quedarnos, formamos parte de esta sociedad y deberíamos tener un sitio en los lugares de toma de decisión, sin condescendencia paternalista, y no en los puestos de cola.
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