La OCDE advierte de que la nueva variante del virus es una amenaza para la recuperación de la economía mundial
El organismo económico mantiene un sólido crecimiento global este año de 5,6%, pero alerta ante la persistencia de la inflación y la falta de planes a medio plazo para las finanzas públicas
Aunque la pandemia no está aún dominada, para la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) es hora de mirar hacia adelante. Sin descuidar, eso sí, el paso. Porque el organismo con sede en París confirma en su último informe del año el robusto crecimiento mundial de la economía, que llegará al 5,6% este 2021 y a 4,5% en 2022. Pero advierte al mismo tiempo de que esa recuperación ha perdido “impulso” y es “cada vez más desigual”.
Los riesgos siguen siendo múltiples —y eso que el informe ni siquiera menciona la ómicron, la nueva variante de la covid-19 que hace temblar al mundo— y la situación requiere que se vigile de cerca tanto la evolución de la pandemia como la inflación, más persistente de lo inicialmente estimado, o los problemas de suministro que impiden, pese al crecimiento económico, hablar de una vuelta al statu quo prepandémico. En ese punto, el organismo multilateral advierte de que “el fracaso a la hora de garantizar una vacunación rápida y eficaz en todos los países está resultando costoso, y subsiste un elevado grado de incertidumbre ante la incesante aparición de nuevas variantes del virus”.
Laurence Boone, economista jefe de la OCDE ha avisado: “La situación sanitaria es una preocupación ya sea delta, ómicron o cualquier otra variante”. Y ha subrayado que “vacunar a más gente es la más importante prioridad” al tiempo que ha recordado que “el trabajo aún no ha terminado”.
Todo ello, subraya el centro de estudios de los países ricos, hay que hacerlo evitando además “potenciales traspiés políticos” tanto a la hora de gestionar la crisis como de aprovechar el momento para garantizar un futuro económicamente más resiliente y ecológico, cuestiones en que los gobiernos deben centrarse desde ya, dejándose de palabrerías para pasar a la acción, advierte.
“La recuperación es real, pero la tarea para los políticos es dura”, resume la economista jefe de la OCDE, Laurence Boone. “Tienen que equilibrar prudencia, paciencia y persistencia mientras desarrollan nuevos y mejorados planes para transformar la economía de forma tal que se construya una resiliencia mucho mayor ante el riesgo de desequilibrios crecientes”, explica en un editorial titulado, significativamente, Acto de equilibrismo con el que presenta las últimas perspectivas de crecimiento del año.
La OCDE se dice “cautelosamente optimista” y hace solo una revisión mínima a la baja de sus proyecciones generales finales. Así, fija en 5,6% el crecimiento mundial este año (una décima menos que en su informe intermedio de septiembre) y mantiene inamovible en 4,5% el cálculo para 2022. La revisión es igualmente pequeña para la eurozona, a la que sitúa en un crecimiento de 5,2% este año (también una décima menos que en septiembre) y en 4,3% en 2022.
Algo más hacia la baja varían las últimas previsiones para Estados Unidos, país para el que ahora prevé que cerrará el año con un crecimiento de 5,6% (frente al 6% que estimaba en septiembre) y que bajará a 3,7% en 2022. De igual modo, China crecerá este año a un robusto 8,1%, pero cuatro décimas menos de lo que calculaba hace solo tres meses. Para 2022, la expectativa es que el gigante asiático crezca 5,1%.
“Ha perdido impulso y cada vez es más desigual”
“La recuperación global sigue avanzando, pero ha perdido impulso y es cada vez más desigual”, lo que hace que algunos países estén en “peligro de quedarse atrás”, advierte la OCDE. Hay además un número creciente de factores que amenazan con una mayor “incertidumbre” sobre la evolución del futuro: los “atascos” en las cadenas de aprovisionamiento, el aumento de los gastos de producción y, por supuesto, “los continuados efectos de la pandemia” con la amenaza —más evidente ahora que se ha lanzado la alerta sobre la ómicron— de nuevas variantes del virus.
Además, la inflación, que en los primeros informes del año se consideraba algo pasajero y sin grandes consecuencias, empieza a preocupar seriamente a los economistas. La OCDE cuenta ahora con que el pico inflacionario se alcanzará entre finales de este año y comienzos de 2022 —3,5 y 4,2% respectivamente— antes de estabilizarse en torno al 3%, pero solo en 2023. Y no se descartan “sorpresas” al alza si persisten las presiones sobre los suministros o aumentan y/o se mantienen los altos costes de energía, lo que tendría efectos negativos, señala el organismo, en momentos en que muchos países están aumentando su deuda.
“Una revaluación [al alza] de los precios podría exponer las vulnerabilidades que persisten por el alto endeudamiento (…) y la frágil recuperación en muchos mercados emergentes y economías de ingresos bajos”, advierte al respecto. Por ello, una de las recomendaciones clave que realiza la OCDE en este informe es que se “comunique claramente sobre la tolerancia respecto de los objetivos inflacionarios para ayudar a evitar fluctuaciones excesivas en el mercado a largo plazo de las tasas de interés”.
Toque de atención sobre la deuda
“En las circunstancias actuales, lo mejor que pueden hacer los bancos centrales es esperar a que bajen las tensiones de los suministros e indicar que actuarán si llega a ser necesario”, acota al respecto Boone. Al mismo tiempo, advierte, “si los problemas de abastecimiento persisten mientras el PIB y el empleo siguen creciendo fuertemente y alientan más alzas de precios, la presión inflacionaria podría persistir más tiempo, desestabilizando las expectativas de la población”. Entonces, subraya la economista jefe de la OCDE, “eso requeriría una llamada a la acción”.
La jefa de análisis del centro de estudios con sede en París aprovecha para dar un toque de atención sobre la deuda. La recuperación, dice, es una “oportunidad para remodelar las finanzas públicas”, pero no aprovecharla tendría consecuencias graves y largas. Afirma que a la OCDE le preocupa más “el uso que se hace de la deuda que sus niveles” y subraya que es el momento de “enfocar de nuevo las ayudas fiscales en inversiones productivas que impulsen el crecimiento, incluidas inversiones en educación e infraestructura física”. Pero faltan planes “detallados” a medio plazo para las finanzas públicas, lamenta la economista jefe, para quien un marco fiscal “claro, fuerte y responsable reforzaría la confianza en que el crecimiento continuará y disminuiría los desequilibrios y riesgos”.
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