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Estibadores portuarios

Fraude en la estiba: 35.000 euros por un puesto que nunca existió

Una trama en La Línea estafa al menos 850.000 euros a un centenar de personas a las que prometieron falsos puestos en el Puerto de Algeciras

Jesús A. Cañas
El puerto de Algeciras es uno de las infraestructuras portuarias que mueve más mercancías de Europa.
El puerto de Algeciras es uno de las infraestructuras portuarias que mueve más mercancías de Europa.juan carlos toro

“Esta es la última plaza. Tienes que pagar ya porque cerramos la lista”. Cada uno de los estafados en una trama de falsos contratos de trabajo en La Línea de la Concepción (Cádiz) recibía un apremio similar. “Pero luego llegaba el siguiente y le decían lo mismo”, asegura la investigadora de la Policía Nacional que ha destapado un nuevo fraude de contrataciones simuladas en la estiba del Puerto de Algeciras. Entre 6.000 y 35.000 euros pagaron un centenar de personas por un empleo que nunca existió. Los tres detenidos en la llamada operación Container consiguieron 850.000 euros en efectivo con el engaño, aunque los agentes sospechan que puede ser mucho más.

Ninguno de los tres investigados —para los que el juzgado mixto número cinco de La Línea ha decretado la libertad provisional con cargos— tenía vinculación alguna demostrada con la estiba de Algeciras. Pero eso nunca fue un problema para que usasen todo tipo de artimañas para mostrar a sus víctimas su aparente papel como conseguidores de un puesto en una bolsa de trabajo temporal que no existía. Citaban a los estafados en hoteles donde les explicaban los supuestos avances burocráticos que harían posible su contratación y daban fechas aproximadas que se alargaban hasta quedarse en nada. “Todo era para dar una apariencia de credibilidad. Llegaron a citar a algunos afectados en los alrededores de una ETT de Algeciras [empresas de trabajo temporal que se suelen encargar realmente de contratar en la estiba] para firmar el contrato. Luego les decían que no se podía hacer, que otro día”, explica la misma investigadora de la Unidad de Delincuencia Especializada Violenta (UDEV) de la comisaría de La Línea.

El artificio comenzó en 2018, al calor de unos cambios legales en la estiba que obligaban a liberalizar el sector y que se convirtieron en la tapadera perfecta de los investigados. Muchos de los engañados eran hermanos, amigos y primos, ya que los supuestos estafadores conminaban a sus víctimas a buscar a nuevos interesados, una vez pagaban entre 6.000 y 35.000 euros en efectivo que pedían a cada persona. También porque los propios urdidores de la trama crearon un grupo de WhatsApp, Los supernenes, que usaban para informar de los supuestos avances en sus gestiones. Casi un centenar de integrantes llegó a tener el chat, que se ha convertido en pieza clave de una compleja investigación policial que ha tardado más de un año en concluir. Sin embargo, solo 47 de las víctimas han decidido personarse en la causa. El resto ha preferido no denunciar, bien por evitar la “trazabilidad del dinero entregado” en metálico o bien por que ya dan por perdido lo aportado, según apuntan desde la policía.

Sin esperanzas

Pese a tanta falsa promesa, el desánimo comenzó a cundir entre las víctimas al ver que el tiempo pasaba en balde. “Se fueron alargando conversaciones, plazos y días. En la desesperanza, acudieron a nosotros”, asegura el abogado Ricardo Fanegas, del despacho algecireño Viñas de Roa. A él y a su compañero Enrique del Águila fue una decena de afectados que acabó por formular una denuncia conjunta a finales de 2020. Para ese entonces, la policía de La Línea llevaba meses de pesquisas, después de que cuatro afectados recurriesen un año antes a una vía más desesperada. “Fueron a casa de uno de los supuestos responsables de la trama a pedirle explicaciones. Se les detiene y es entonces cuando cuentan que han sido víctimas de una estafa”, añade la misma policía.

La desesperación relata en gran medida la complicada situación económica y laboral de los afectados, la mayoría jóvenes. “Es una cosa dramática. No era que les sobrase el dinero. Pidieron prestado a otros familiares. Hay quien incluso ha perdido el trabajo”, detalla Fanegas. Esa situación apremiante, sumado que viesen como normal pagar por acceder a un puesto de trabajo ayudó a los sospechosos a consumar su supuesto engaño. “Ellos [por sus clientes] no lo veían como algo malo, sino como la forma tradicional de acceder al puerto. Hasta que se ha destapado esto, nadie se había llevado las manos a la cabeza”, asegura el abogado.

Aunque lo cierto es que no es la primera vez que en torno a las contrataciones en la estiba se crean estafas con formas de proceder muy similares. En septiembre de 2018 acabaron detenidos dos estibadores, padre e hijo, acusados de haberse quedado con, al menos, 200.000 euros de unos 15 afectados. A todos ellos les pidieron también cantidades de hasta 30.000 euros por un puesto de trabajo en el Puerto de Algeciras que nunca llegó. En aquella ocasión —investigada aún por el juzgado de instrucción 1 de Algeciras—, la investigación partió de la policía de esta ciudad. Meses antes, el sindicato mayoritario de la estiba, la Coordinadora Estatal de Trabajadores del Mar, ya alertó de que se podían estar produciendo este tipo de prácticas fraudulentas.

Tanto el propio sindicato, como el comité de los 1.800 estibadores que trabajan en los muelles de carga de Algeciras, suelen mostrar su interés por que se persigan este tipo de estafas, al considerar que perjudican a la imagen del colectivo. Los timos se sustentan en una tradición ya desaparecida por la que hijos o familiares podían heredar de sus padres el trabajo en el puerto, una pauta que se daba en otros trabajos tradicionales relacionados con el mar y de gran dureza, como las almadrabas. La costumbre, en la que no mediaba dinero, se erradicó hace años. La sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de 2014 que obligó a la liberalización del sector de la estiba y la entrada de nuevas empresas alejó aún más la práctica. Pero esa entrada de nuevas empresas en el tablero de juego ha acabado por convertirse en la coartada perfecta para los responsables de una trama que no tuvo escrúpulos en prometer, previo pago de hasta 35.000 euros, un trabajo que nunca existió.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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