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Impacto de un virus más allá de la salud

Las consecuencias económicas del brote están aún por descubrirse y es poco comparable a situaciones similares.

Tras el que hasta ahora ha sido el peor año, en términos de crecimiento, desde la crisis, todo apuntaba a que la actividad global volvería a recuperarse en 2020. No obstante, estas perspectivas vuelven a peligrar, con China, una vez más, como foco de riesgos para la economía global. El brote de coronavirus, que surgía en la región china de Wuhan a mediados de enero, rompía la tendencia de noticias positivas que empezábamos a percibir desde la economía global y hacía resurgir el temor a que la desaceleración de 2019 se prolongara.

Además de haber causado ya más de 1.600 muertos y más de 70.000 infectados a lo largo de todo el mundo, las consecuencias económicas del brote están aún por descubrirse y es poco comparable a situaciones similares. El brote del nCov-2019 surge en un contexto en que China pesa 18,7% en la economía global, diez puntos porcentuales más que en 2003, cuando tuvo lugar el brote del SARS, comparable a la situación actual, y que China se encuentra en una posición de mucha mayor integración en las cadenas de valor global.

Esto hace que la paralización de este país tenga un mayor impacto a nivel global. Las medidas adoptadas por las autoridades afectan regiones que representan un 69% de China. En función de cuánto tarde la actividad en volver a la normalidad, esto podría suponer, que, de un primer trimestre habitual de unos 61 días laborables, sólo vayan a ser efectivos en torno a 50 días. Esto podría suponer una caída del crecimiento de China hacia tasas del 3% interanual en el 1T20 (frente al 6,0% del 4T10), lo que supondría un impacto de unas cinco décimas en el crecimiento para el conjunto del año.

El impacto a nivel global es aún más difícil de estimar. Aunque la consecuencia de una desaceleración de China de cinco décimas en 2020 pueda suponer una caída del crecimiento del mundo de una o dos décimas, su papel en la economía mundial ha crecido en complejidad en los últimos años, lo que hace más impredecible el efecto que esto pueda causar de forma indirecta.

Si bien el impacto económico podría ir diluyéndose a lo largo del año, hay un potencial riesgo que puede perdurar en el tiempo. Una de las acciones de las autoridades chinas para tratar de reducir los riesgos económicos de esta crisis sanitaria (y poder mantener el crecimiento de la actividad para 2020 en línea con los objetivos cercanos al 6%) ha sido la de incrementar los estímulos monetarios. No sólo se redujeron los tipos de interés, sino que también se han llevado a cabo inyecciones de liquidez de 170.000 millones de USD.

Esto supone un cambio frente a la estrategia de meses atrás, cuando la estrategia de las autoridades chinas, con un objetivo de más largo plazo, no dudaba en sacrificar algo de crecimiento por una mayor estabilidad financiera. Esta reacción del PBoC supone un riesgo para la dinámica de la deuda de China y el endeudamiento, ya elevado, de las empresas de este país. Un riesgo, sin duda, a vigilar en el medio y largo plazo.

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