El ‘rolling stone’ de la Bolsa promete su redención
En los últimos años han salido 20.000 millones de los fondos de Carmignac. El fundador de la gestora, amante del arte y del rock, dice haber aprendido la lección mientras diseña su sucesión
Jueves 23 de enero, 22.30. Teatro Mogador de París. En el escenario, Edouard Carmignac (1947). Con vaqueros y la camisa por fuera, contonea las caderas al ritmo de hip-hop y hace los coros a Anna Kova. La joven cantante ha sido la elegida este año para protagonizar el concierto privado que la firma ofrece a clientes, empleados y prensa internacional. “Me gusta compartir mis placeres y aficiones con la mayor cantidad de gente posible”, dice el enfant terrible de las finanzas francesas. Previamente a Kova ya habían caído rendidos a su poder de seducción (y a su chequera) artistas como Neil Young, Rod Stewart, Eric Clapton, Simply Red y los Rolling Stones, entre otros.
Cinco horas antes del concierto, Carmignac se reúne con EL PAÍS, invitado como otros medios a su evento anual. Esta vez con un impecable traje a medida azul marino. Su cuartel general no está en La Défense, el distrito financiero de París, sino en Place Vendôme, el epicentro del lujo mundial. Comparte vecindario con Cartier, Dior, Channel, Van Cleef & Arpels, Damiani y el Hotel Ritz. “Cuando fundé la gestora pensé que Place Vendôme podría convertirse en algo parecido a Charlotte Square en Edimburgo, un espacio que siempre me ha seducido. Sin embargo, la mayoría de las firmas financieras que estaban aquí o se han mudado o han desaparecido. Este concepto de lo finito explica por qué me gusta tanto la canción de Mick Jagger Time Waits For No One; este tema subraya la idea de que nada es eterno y que hay que mirar siempre hacia adelante”.
La biografía de Carmignac está salpimentada de referencias y paralelismos con sus amados Stones. La sede de la empresa fundada por este inversor cosmopolita y hedonista en 1989 es un auténtico museo. En cada pasillo hay un cuadro, una fotografía o una escultura de cotizadísimos artistas contemporáneos. De Richter a Warhol, pasando por Barceló, Basquiat o Lichtenstein. Las obras las compra él mismo, sin la ayuda de asesores, y las distribuye entre sus casas, las oficinas y la sede de su fundación en la isla de Porquerolles, uno de los enclaves más exclusivos de la Costa Azul. La sala elegida para la entrevista, Tokio, está presidida por una fotografía en blanco y negro de Keith Richards firmada por Peter Lindbergh, en la que el guitarrista camina desafiante por las azoteas de Nueva York con un abrigo larguísimo y un bastón. “Es como un príncipe moderno, el retrato transmite que es un rey de la música”, comenta embelesado.
Habla de forma pausada, casi entre susurros, y en un español con acento latinoamericano. Aunque nació en la capital francesa, pasó parte de su infancia en Perú, donde su padre tenía negocios vinculados al comercio exterior después de trabajar en el cuerpo diplomático. Cursó Económicas en la Universidad de París y después obtuvo un MBA por Columbia (EE UU). Su carrera siempre ha estado vinculada al mundo financiero y la fama le llegó con la crisis económica. Su principal fondo, Carmignac Patrimoine, logró esquivar el crash bursátil que se inició en 2007 con las hipotecas basura gracias a su apuesta por los mercados emergentes y a un estilo de gestión activo y flexible.
Lograr rentabilidades durante seis años negros en la Bolsa supuso un gran éxito comercial para sus productos. Los activos bajo gestión pasaron de 13.000 millones de euros en 2008 a 56.000 millones en 2017. Sin embargo, la racha triunfal se ha truncado. Los malos resultados de 2018 provocaron una estampida de clientes, que continuó el pasado año a pesar de que los rendimientos de los fondos se recuperaron. En total, en este bienio 20.000 millones dejaron de confiar en la magia de monsieur Carmignac. “No hay excusas. Fallamos y es normal que los clientes nos penalizaran. Muchos llegaron a nosotros con la idea de que éramos una especie de gestora milagro por nuestro historial. Sin embargo, los resultados de los fondos en 2019 demuestran que no éramos un fracaso, que no estábamos haciendo trampas”.
Punto de equilibrio
En el tramo final del pasado año la hemorragia se cerró. Ahora, “la plata que sale en unos fondos se recupera en otros”. Las aportaciones que llegan de momento lo hacen a los productos más conservadores, los de renta fija, mientras que su especialidad, los fondos mixtos, siguen débiles. “Con unos mercados que han subido de forma lineal en los últimos años, los clientes aún no aprecian en su justo valor nuestra propuesta de gestión de riesgos, un rasgo clave para aquellos que quieran invertir sus ahorros pensando en la jubilación sin preocuparse por si es mejor la Bolsa o los bonos”. Pero Carmignac se muestra confiado: “El año 2020 será nuestro punto de inflexión. Los tiempos adversos, si son bien manejados, son una buena ocasión para fortalecerse. En la próxima crisis de mercado no fallaremos”.
La conversación lleva de nuevo a sus satánicas majestades. Si en el caso de los Stones la pregunta recurrente es cuándo se retirarán, el mercado también aguarda los planes de sucesión de Carmignac. De hecho, hace una década su posible adiós dio pie a una confusión que se apresura a aclarar. “Yo no me comparé con Warren Buffett porque piense que tenemos un perfil de inversión semejante. Algunos de sus colegas o no son muy listos o no son bien intencionados. Hace una década, cuando solo tenía 60 años, me preguntaron por mi retiro y yo les dije que podía ser el hijo de Buffett, pero por una cuestión de edad”.
El malentendido es comprensible teniendo en cuenta que el inversor francés de ego parece ir bien servido. Todo gira en torno a su apellido: la gestora, los fondos, el museo, la fundación… Y la continuidad del clan es ahora uno de sus desvelos. “En una empresa familiar, y especialmente si esta es una gestora de fondos, dar el relevo a la segunda generación es complicado. La solución más fácil, más obvia, es vender la firma. Pero sería el peor servicio que podría hacer a clientes y socios. Hay muy pocos ejemplos de gestoras que fueran compradas por un tercero y hayan sobrevivido”. Carmignac lleva años diseñando cómo será el futuro sin él. En 2019 dio el primer paso y abandonó el día a día en la gestión de Patrimoine. Aún dirige el comité de inversiones, además de presidir la entidad. “Todavía me divierto y pienso que soy útil. En los últimos años hemos hecho importantes fichajes y había que ensamblar los equipos para que trabajaran bien. Creo que estamos en el buen camino”.
— ¿Y quién ocupará su lugar?
— En nuestra industria hay dos tareas clave: la gestión de fondos y la responsabilidad estratégica, administrativa y comercial. Lo lógico es que Maxime [su hija] asuma la dirección de la segunda tarea y que la primera recaiga en alguno de los gestores clave.
Además de recuperar la confianza de los clientes y organizar la sucesión, en los últimos años Carmignac ha tenido otro desvelo, en este caso relacionado con los impuestos. Si los Rolling Stones huyeron del fisco británico y fijaron su residencia durante un tiempo en la Costa Azul, Carmignac pactó el pasado año una multa de 30 millones de euros, según han publicado diferentes medios franceses, para cerrar las investigaciones fiscales en curso. El departamento de Hacienda le acusaba de desviar parte de los beneficios de la firma a través de Luxemburgo y reducir así la factura fiscal. “¿Si me arrepiento? Yo creo que ese es un concepto religioso que incluye la idea de culpabilidad y yo no pienso que hayamos sido culpables de nada, aunque aceptamos la sentencia. El 75% de nuestros impuestos los hemos pagado en Francia cuando el 75% de nuestros clientes están fuera del país”.
Carmignac es una de las personas más ricas de Francia. Posee el 70% de la gestora y su fortuna asciende a 1.300 millones, según los últimos datos actualizados de Forbes. Desde esta atalaya privilegiada dice estar “muy preocupado” por el ascenso de los movimientos populistas. “El éxito de la película Joker simboliza en cierto modo el estado mental de nuestro tiempo: el payaso triste, la pérdida de ilusiones, la desesperación. Estamos inmersos en una atmósfera de fin de ciclo, tanto financiera como cultural. Es importante que los gobernantes busquen un consenso social, que la gente vuelva a tener esperanza, que no se ponga en duda todo”, explica.
En este punto su discurso adquiere un cariz más pasional que se desvanece pronto al sugerirle que si para recuperar esa esperanza colectiva los ricos deberían contribuir más. “El dinero viaja, no permanece estanco. Los tipos de interés han beneficiado al capital más que al trabajo, pero también se necesita ese capital para invertir y generar empleo. La desigualdad siempre ha existido, pero ahora con las redes sociales se tiene constancia de forma más evidente”. ¿Piensa seguir la senda de otros millonarios como Warren Buffett y Bill Gates y donar parte de su fortuna? “Yo contribuyo a través de mi fundación, promocionando el arte, haciéndolo más accesible, y denunciando causas humanitarias con el premio de fotoperiodismo”. Sobre la reforma de las pensiones en Francia dice que es “inevitable”, pero que el Gobierno de Emmanuel Macron “no lo ha explicado de forma correcta”.
Como todas las gestoras, está incluyendo los criterios de crecimiento sostenible (ESG, por sus siglas en inglés) en sus fondos. Carmignac cree que la cuestión medioambiental puede ser ese pegamento que necesita la sociedad, pero pide pragmatismo. “Lo veo en mis hijos, que han convertido el ecologismo en una cuestión casi religiosa. Está bien luchar por el medio ambiente. Es algo imperativo. Pero nos tienen que dar los medios para hacerlo. La manera de combatir el calentamiento no es parar por completo el sistema productivo actual y marcharse al campo a cuidar cabritas como hicieron algunos de mi generación en 1968. Creo que debemos apoyarnos en la tecnología para crear un mundo menos contaminante. Además hay que cambiar nuestros hábitos de vida, desde la forma en que nos alimentamos hasta nuestro ocio. Se puede vivir de una forma más sedentaria, no hace falta recorrer el mundo para ir a una playa cuando cerca de casa tenemos una muy parecida”.
Sin ser un inversor activista, Carmignac ha protagonizado sonoras campañas de presión dirigidas sobre todo a los bancos centrales. En 2011, por ejemplo, compró una página de publicidad en los principales periódicos europeos, entre ellos EL PAÍS, para dar su particular despedida a Jean-Claude Trichet al frente del BCE mediante una carta abierta. En la misiva acusaba a su compatriota de haber agravado la crisis con sus políticas monetarias. “Definitivamente, no te echaremos de menos”, concluía. La relación con el sucesor de Trichet, Mario Draghi, ha sido mejor. “Cuando le nombraron le felicité y le pedí por favor que nos sacara de donde nos habían metido. Cuando se marchó en octubre pasado le volví a felicitar porque lo hizo”. ¿Y qué espera del mandato de Christine Lagarde? “Es una persona a la que conozco, con mucho talento, pero a la que le han dejado un margen de actuación muy escaso”.
Apuesta por España
El mercado español es “importantísimo” para Carmignac. Abrió su oficina en Madrid en 2008 y un año después protagonizó un sonoro enfrentamiento con los dos grandes bancos, que le habían excluido de su lista de distribución por cambios en el depositario y en el auditor de la gestora. La firma carece de red propia y depende de terceros para la venta de sus productos. “El sistema de distribución en España es prehistórico”, denunció en esa crisis. “Lo que pasó ya está olvidado. Desde que hice ese comentario el sistema de venta de fondos en España ha evolucionado mucho hacia un esquema de arquitectura abierta. Las entidades se están abriendo para que el cliente tenga acceso a los mejores productos, no solo a los suyos”.
Cuando los Rolling Stones tocaron en el concierto privado en 2012, Jagger confesó que le había convencido para actuar en París su “amiga Isabel [la reina de Inglaterra, que conoce a Carmignac porque comparten pasión por los caballos y el polo]”. El heterodoxo inversor quiere recuperar el favor de los clientes, pero no va a contar con el apoyo de una prescriptora de tanto abolengo. Tendrá que convencerles con buenas rentabilidades. En definitiva, darles satisfaction.
Lenin y Mao y la visualización del futuro
Edouard Carmignac gestiona su pasión por el arte a través de su fundación, creada en el año 2000, que también se encarga de organizar el premio anual de fotoperiodismo. Desde 2018, la mayor parte de su colección, compuesta por más de 300 obras, está expuesta en la Villa Carmignac, situada en la isla de Porquerolles entre bosques de pinos y aguas casi transparentes, donde también se organizan diferentes actos culturales. La dirección de la fundación está en manos de su hijo Charles, líder de la banda de rock Moriarty.
“A mí principalmente me gusta el arte contemporáneo”, dice Carmignac. “El único artista antiguo por el que tengo devoción es Botticelli”. El flechazo del gestor por el coleccionismo surgió durante los años en los que vivió en Nueva York y Jean-Michel Basquiat le hizo un retrato. “En el arte contemporáneo los artistas sienten cosas diferentes al resto. Ellos me ayudan a identificar cómo serán las cosas en el futuro”, reflexiona. La primera gran compra de su colección fue una pintura del artista alemán Gerhard Richter a principios de los años 80 del pasado siglo. “La idea con la que creé la fundación es poder compartir la belleza, que todo el mundo que quiera pueda tener acceso al arte y sentir por él lo que yo siento”.
En su despacho en París llaman la atención dos retratos de Andy Warhol: Lenin y Mao. A priori puede resultar chocante que una persona que es la quintaesencia del capitalismo comparta su espacio de trabajo con dos de los símbolos del ideario comunista. “Lenin y Mao comenzaron desde cero y cambiaron el mundo. Aunque esté en profundo desacuerdo con sus acciones, los revolucionarios me fascinan. En el mundo de hoy es imposible pensar con un razonamiento lineal. Tienes que estar surfeando constantemente los cambios y cuestionarte a ti mismo todos los días”, explicaba el millonario francés al periodista Fabrice Bousteau, autor del libro ‘Caminando por el lado salvaje. En el corazón de la fundación Carmignac’.
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