La asincronía en la recuperación
Mientras la entrada en recesión de casi todos los países fue al unísono tras la irrupción de la covid-19, su salida de la crisis no será a la misma velocidad
Como ha sido discutido ampliamente por analistas y académicos, la crisis que actualmente vive la economía global —caracterizada por la abrupta y profunda caída en la actividad económica— tiene un solo factor explicativo: la implementación de las medidas de confinamiento y distanciamiento social con las cuales los gobiernos han intentado contener la expansión de la pandemia del Covid-19. En la medida en que la génesis de la crisis es un factor de naturaleza eminentemente exógena y genuinamente global, el grado de sincronía que alcanzó la recesión económica en el mundo fue excepcionalmente alto. Baste señalar que, en el punto más álgido de las restricciones a la actividad impuestas para lidiar con la pandemia, prácticamente el 95% de las economías del orbe se hallaba sumido de manera simultánea en una situación recesiva, lo que contrasta, por ejemplo, con el 60% observado en el peor momento de la gran crisis financiera de 2008-2009.
Ahora bien, el desarrollo de vacunas ha abierto la perspectiva de que a partir de la primavera de 2021 la actividad económica pudiera comenzar a normalizarse. Sin embargo, el alto grado de sincronía que se alcanzó en la recesión económica global no anticipa, de forma alguna, que una sincronía equivalente vaya a presentarse a la hora en que inicie el proceso de reactivación de la actividad económica. Por el contrario, el futuro pareciera depararnos el paso de la sincronía de la recesión a la asincronía de la recuperación. ¿De qué dependerá este proceso? En mi opinión, de la articulación de cinco factores.
1. Aplicación de vacunas y tratamientos terapéuticos.
En la medida en que la crisis económica se halla condicionada por el desarrollo de la pandemia, la eficacia que los sistemas sanitarios de los diferentes países desplieguen en la aplicación generalizada de la vacuna marcará un primer punto de diferenciación en la recuperación económica.
En general, los países desarrollados parecieran contar con sistemas sanitarios mejor dotados para este propósito. En contraposición, los países emergentes —con sistemas sanitarios y gobernanzas más débiles— deberán hacer frente no solo a la necesidad de seguir lidiando con una tendencia creciente de contagios, sino también con el reto económico de adquirir suficientes dosis de vacunas, y con el reto logístico de distribuirlos y aplicarlos de manera ágil entre sus poblaciones.
2. Eficiencia lograda con la implementación de las medidas de política económica.
En segundo lugar, el éxito que se haya conseguido con el balance de las medidas de política monetaria y fiscal aplicadas para limitar la afectación a la estructura económica durante el shock producido por la pandemia constituirá otro factor para explicar, por una parte, los daños de naturaleza estructural que la recesión haya producido a su paso y, por la otra, la rapidez con la que las diferentes economías logren reactivarse una vez flexibilizadas o eliminadas las medidas de restricción.
Al final, las economías que hayan logrado un balance más eficiente en el empleo de estos dos instrumentos de política económica para limitar los daños de la recesión sobre la economía real tendrán mayores posibilidades de una recuperación más rápida y sostenible cuando las condiciones sanitarias así lo permitan.
3. Estructura sectorial de las economías.
Un tercer factor para explicar las disonancias que se presentarán en la reactivación económica post-pandemia entre países —y entre regiones al interior de estos— tiene que ver con la diferente estructura sectorial de cada economía. A diferencia de las actividades primarias y secundarias, los servicios —fuertemente dependientes de la proximidad, el contacto social y la confianza de los consumidores— constituyen el área de mayor afectación real y, por ende, la que enfrentará mayores dificultades para una reactivación completa.
4. Vulnerabilidades estructurales.
No debe olvidarse que antes de la irrupción de la pandemia en el escenario global a fines de 2019, la economía del mundo ya venía perdiendo dinamismo y que, en ello, influían las vulnerabilidades estructurales previas que diversas economías venían acumulando. Por ello, la existencia previa de estas debilidades en los fundamentales macroeconómicos será otro factor clave en la velocidad de la recuperación económica entre países y regiones.
5. Gobernanza e implementación de la política económica.
Por último, la incertidumbre respecto a la instrumentación de las políticas públicas en cada país se perfila como un importante factor diferenciador en el proceso de recuperación. La coherencia y consistencia en la implementación de la política económica junto con la capacidad técnica de los gobiernos para lidiar con el complejo escenario en el que habrá que articular medidas para reactivar actividades que hayan quedado adormecidas por la recesión, constituirá un aspecto que estimulará o desincentivará el proceso de ahorro-inversión y, por ende, de formación de capital.
Hasta ahora, el escenario en el que se ha logrado cierto repunte económico gracias a la flexibilización de algunas medidas de restricción representa solo el de la recuperación parcial de las actividades menos afectadas por la crisis, pero se halla aún muy lejos de ser un escenario que siquiera permita alcanzar los niveles de generación de riqueza previos a la pandemia. El verdadero reto que los gobiernos tendrán ante sí en los próximos meses tendrá que ver con la capacidad para recuperar las áreas de la economía más fuertemente dañadas por la recesión y, con ellas, recomponer el tejido productivo, el empleo y los ingresos. Superada la pandemia, pero inmersos aún en un complejo contexto de incertidumbre, la asimetría de la recuperación será el nuevo gran desafío para la economía del mundo.
Manuel Aguilera es director general de MAPFRE Economics
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