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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un club sin gorrones para el clima

Europa y EE UU, pero también China e India, tienen mucho que acordar si se trata de reducir de verdad las emisiones mundiales

Un barco de Greenpeace navega a través del océano Ártico, en septiembre.
Un barco de Greenpeace navega a través del océano Ártico, en septiembre.NATALIE THOMAS / Reuter

El pasado 2 de diciembre Europa invitó a EE UU a trabajar en una agenda para un cambio global. El plan presentado por las instituciones europeas se ocupa de cuatro asuntos con crecientes desafíos: la salud (la lucha contra las pandemias), el medio ambiente (contra el cambio climático), el comercio y la tecnología (resolver desacuerdos comerciales y definir estándares globales), y la gobernanza política (cooperación humanitaria y equidad de la recuperación, prevenir conflictos e impulsar la democracia). Son objetivos ambiciosos y bien detallados en la propuesta europea, que sin embargo no menciona los mecanismos que permitirían lograrlos. Unos incentivos que tienen que ser más poderosos que el mero altruismo o que la preocupación compartida por el ascenso económico y geopolítico de China.

En cambio climático es especialmente importante encontrar mecanismos efectivos de gobernanza multilateral, por la naturaleza del problema (el clima es de alcance global) y porque no escasean precisamente los acuerdos internacionales que toquen el medioambiente. Por ejemplo, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático va por su sesión anual (COP) 25. De dos de ellas salieron compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero: en 1997 el Protocolo de Kyoto, de caída del 5% de las emisiones de los países industrializados sobre el nivel de 1990; y en 2015 el Acuerdo de París, para mantener por debajo de dos grados el aumento de las temperaturas sobre niveles preindustriales. Sin embargo, las emisiones mundiales ni siquiera se han estabilizado (sólo cayeron en 2009 con la recesión global, como lo harán en 2020), y los actuales compromisos nacionales de emisiones bajo el Acuerdo de París no frenarán el aumento de las temperaturas.

Como ha mostrado con su trabajo el Premio Nobel de Economía y Premio Fronteras del Conocimiento Fundación BBVA, W. Nordhaus, el éxito de los mecanismos de gobernanza multilateral del medio ambiente exigiría que su diseño lidie con los gorrones (free-riders), que no tienen incentivos para ejecutar costosas políticas de reducción de emisiones que ya hacen otros, disfrutando además de los beneficios. La solución que plantea es establecer un club climático, con un objetivo común y ambicioso de reducción de emisiones y con costes para los que no cumplan, también y sobre todo si no son miembros del club. Estas penalizaciones se pueden implementar con mecanismos de ajuste en frontera del contenido de carbono de las importaciones, o directamente con una tarifa medioambiental general. El objetivo es lograr que salga a cuenta pertenecer al club, dejar de ser un gorrón climático, y reforzar así el objetivo de reducción de emisiones. Europa y EE UU, pero también China e India, tienen mucho que acordar si se trata de reducir de verdad las emisiones mundiales.

J. Julián Cubero, de BBVA Research

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