Cómo pensamos y decidimos
Recibir información más diversa y menos sesgada ayuda a pensar, a tratar de entender y a desarrollar ideas propias
Hace 25 años desde que James Wilk acuñó el término nudge (algo así como “empujoncito”) para referirse a los estímulos que hacen que un individuo tome una decisión particular, alterando el contexto en que se toma dicha decisión. Estos estímulos son una parte de la economía conductual, que estudia en qué medida el ser humano toma decisiones no siempre totalmente racionales.
El auge de la inteligencia artificial como medio para generar dichos estímulos ha catalizado la presencia de ellos en todos aquellos medios de transmisión de información que se basan en la tecnología. De esta manera, las redes sociales, los sistemas de aprendizaje digital y los agregadores de información, por poner algunos ejemplos, compiten por nuestra atención, haciéndonos llegar estímulos que conectan con la parte irracional de nuestros mecanismos de decisión y aumentan nuestro valor como usuarios, maximizando nuestra atención e interacción. En gran medida, estos medios emplean técnicas que estimulan la producción de dopamina, que nos ayuda a mantener la atención y estar más motivados para el consumo de información.
Desafortunadamente, estos estímulos suelen emplearse solo para maximizar la atención del usuario, independientemente del valor que la información consumida le esté reportando. La mayor parte de estos algoritmos optan por aquellos contenidos que nos generan una mayor atracción. De alguna forma, terminamos por consumir información con el estómago en lugar de con la cabeza, desentrenándonos en el uso del pensamiento crítico o del pensamiento lateral, entre otras capacidades. Acabamos por recibir información muy sesgada, que encaja bien con nuestras creencias más viscerales y que en no pocos casos se encuentra fuera de los límites de la verdad. Cada vez de forma más acusada, nuestros canales de consumo de información son digitales, por lo que este efecto se amplifica, dejando poco espacio para la información contrapuesta o análisis profundos.
Sin embargo, estos estímulos, bien dirigidos, aportan grandes beneficios no solo a quienes los generan, sino también a quienes los reciben. El consumo de información es mucho más sencillo en un contexto de generación de dopamina y, por tanto, se mejoraría nuestra capacidad de aprendizaje y, en última instancia, nuestro desarrollo personal. Recibir información más diversa y menos sesgada ayuda a pensar, a tratar de entender y a desarrollar ideas y bases propias de conocimiento. Existe un amplio conjunto de personas deseosas de consumir información y opinión más rica, a veces opuesta, con ánimo de vencer perezas y ser más críticos y analíticos. Allá donde hay interés, hay negocio y, por tanto, espacio para generar oferta y propuestas que fomenten un mayor desarrollo de estas iniciativas, aún incipientes en el ámbito del aprendizaje digital.
Borja Foncillas y Moisés Rubín de Célix son profesores de Afi Escuela de Finanzas.
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