La moda flamenca que torea el virus
Lina 1960, la empresa que vistió a Grace Kelly y a la reina Sofía, resurge de la mano de las hijas de sus fundadores
Detrás de cada foto icónica suele haber una intrahistoria digna de ser contada. La de la princesa Grace Kelly bajando las escaleras del hotel Alfonso XIII de Sevilla, vestida de gitana y camino de la Feria de Abril, se tomó un 20 de abril de 1966, pero lo que oculta se gestó un día antes. A la carrera, Marcelina Fernández tuvo menos de 24 horas para tomarle medidas a la actriz y convertir un sinfín de volantes blancos, rematados en tiras perforadas en rosa, en un vestido histórico para la moda flamenca española. La instantánea es hoy es uno de los hitos de los que la firma Lina 1960 puede presumir en pleno 60 aniversario. Y el cumpleaños le llega con un plan de expansión que ni la crisis del coronavirus, dicen, puede detener.
Hace ya años que Mila y Rocío Montero, hijas del matrimonio que fundó la empresa, aceptaron el reto de hacerse con las riendas de una de las marcas de referencia que, desde Sevilla, tiene la difícil tarea de marcar el ritmo de la moda flamenca en Andalucía. El vestido encumbrado por Kelly contrasta con los vivos estampados de los más de 35 diseños que componen la colección de este 2020 que la crisis del coronavirus ha dejado paralizada. El cierre por el estado de alarma pilló a la firma con el libro rojo en el que apuntan cada año los encargos de sus clientas casi completo. Pero con la Feria de Abril de este año suspendida, en Lina 1960 se plantean cómo casar esos trajes sin lucir con la nueva colección de 2021. “Está en el aire cómo lo haremos”, apunta Mila Montero, directora ejecutiva de la empresa.
“Hay clientas que nos pidieron que le mandásemos el traje para hacerse una foto en sus casas y otras que han preferido esperar, pero ninguna nos ha anulado el pedido”, explica Montero agradecida. No es la única esperanza para las hermanas. Tras pasar semanas cosiendo decenas de batas para los hospitales sevillanos, ahora ambas centran sus esfuerzos en reinventarse. “Esto [por la pandemia] nos ha hecho darnos cuenta de que nuestro negocio es muy temporal”, avanza la directora ejecutiva. De ahí que estén aprovechando el parón par dar impulso a un proyecto que ya se traían entre manos en este año del aniversario para lanzarlo a corto plazo. “Queremos llamarlo Lina Global, serán faldas y blusas que puedes meter y sacar del flamenco para darle otros usos”, resume Rocío Montero, encargada del diseño.
Rocío y Mila replican con sus cargos las responsabilidades que tenían sus padres, Marcelina Fernández y Francisco Montero respectivamente, allá cuando se lanzaron a abrir un pequeño taller de costura en 1960. Por aquel entonces, hablar de moda flamenca era toda una rareza. “Mi madre fue cambiando poco a poco los trajes. Cerró la sisa [corte del vestido en la axila], también incorporó el mantoncillo. La moda cambiaba cada diez años y ella la adelantó a cada cuatro”, rememora la responsable creativa. “Con nosotras hacía la primicia cuando nos hacía los trajes para la feria”, añade a su lado su hermana Mila.
No fue fácil acostumbrar a las sevillanas de entonces a asimilar todos esos cambios en una moda estática. Pero la fórmula comenzó a funcionar. A partir del encargo del vestido de Kelly, el ascenso se hizo meteórico. El eje cronológico de Lina 1960 discurre parejo a las hemerotecas de papel cuché. En 1968, la empresa viste a la reina Sofía para visitar la Feria de Abril, como también ocurrió en 1972 para la visita de la entonces princesa a la Romería del Rocío. Una legión de folclóricas no tardó en sumarse. Lola Flores, Rocío Jurado, Juanita Reina, Carmen Sevilla o Isabel Pantoja (para quien incluso diseñaron su traje de novia con Paquirri) acabaron vestidas por la firma.
Pese al relevo generacional, poco ha cambiado en el leit motiv de la empresa. “Seguimos manteniendo la máxima de artesanía y exclusividad. Cada traje puede llevarnos una media de 60 horas para elaborarlo. Es a medida y de cada modelo no hacemos más de dos o tres. En la feria a nadie le gusta ver un traje repetido”, reflexiona Mila Montero. Y la fórmula heredada sigue funcionando. De los 277.133 euros que facturó en 2017, la compañía pasó a los 316.165 euros de 2018, justo un año en el que declaró 4.331 euros de beneficios, según sus últimas cuentas presentadas.
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