El error Lagarde
El BCE se ve obligado a rectificar después de que su presidenta pusiera en duda su compromiso con reducir las primas de riesgo de los países más castigados por el virus
Los banqueros centrales tienen el poder de desencadenar con sus palabras tormentas financieras o proporcionar alivios instantáneos. Lo comprobó el pasado jueves Christine Lagarde. De la forma más dura. La presidenta del Banco Central Europeo (BCE) debía lanzar un mensaje de fortaleza ante la colosal amenaza que la pandemia del coronavirus supone para la unión monetaria. En lugar de eso, atizó las dudas sobre su compromiso con la estabilidad de los países con más problemas, hundió los mercados y se vio obligada a rectificar.
El análisis de la actuación de Lagarde tras la reunión del Consejo de Gobierno tiene dos vertientes. La primera, las medidas de estímulo que anunció para luchar contra la crisis sanitaria convertida ya en económica. En este punto, las visiones difieren. Mientras algunos analistas e inversores vieron decepcionante un paquete de inyecciones de liquidez y más compras de bonos, en el BCE lo defienden como “muy bien pensado” y el más adecuado en las actuales circunstancias.
En la segunda pata ya existen menos dudas. A Lagarde le preguntaron qué podría hacer si el coste de financiación de los Gobiernos se dispara por el frenazo ocasionado por el virus de Wuhan. “No estamos aquí para reducir las primas de riesgo. No es la función del BCE. Hay otras herramientas y actores que pueden abordar estos asuntos”, respondió. Aquí, todo el mundo coincide. Su respuesta fue un desastre sin paliativos. Un error no forzado de una expolítica metida a banquera central.
Sus palabras hundieron los mercados y le valieron un alud de críticas. Pero lo más importante es que socavaron el mensaje que a su antecesor, Mario Draghi, tanto le había costado asentar como una verdad irrebatible: que el BCE estaba comprometido al 100% con la estabilidad de la unión monetaria y que no permitiría bajo ningún concepto que los países del sur sufrieran unos costes de financiación a una distancia abismal del norte. Con sus palabras, Lagarde trataba de trasladar a los Gobiernos la presión para que actuaran, pero le salió el tiro por la culata.
El resbalón fue de tal magnitud que el BCE se vio obligado a lanzar una insólita rectificación. El mismo día de la rueda de prensa, la propia Lagarde se desmintió a sí misma en una entrevista improvisada. “Estoy absolutamente comprometida para evitar cualquier fragmentación de la zona euro en un momento difícil. Las primas de riesgo altas impiden la transmisión de la política monetaria”, dijo a la CNBC, unas declaraciones que, por primera vez en la historia del BCE, se incluyeron en la transcripción oficial de sus ruedas de prensa.
Por si fuera poco, al día siguiente el eurobanco lanzó una impresionante campaña de lavado de imagen para dejar claro cuál era el mensaje real, y cómo de profundo había sido el hoyo que había cavado su jefa. Philip Lane, el influyente economista jefe del BCE, escribió en el blog del organismo que no tolerará el riesgo de fragmentación del crédito en la eurozona. “Estamos preparados para hacer más y ajustar todos nuestros instrumentos, si hace falta para asegurar que las altas primas de riesgo que vemos como respuesta al brote del coronavirus no socaven esta transmisión”, apuntó.
Además, los jefes de los bancos centrales de Francia, Italia y España —miembros también del Consejo de Gobierno del BCE— salieron en tromba con mensajes muy parecidos al de Lane. “Se comprará lo que haga falta para evitar la fragmentación financiera. Los comentarios de Lagarde fueron malinterpretados”, aseguró a EL PAÍS el gobernador español, Pablo Hernández de Cos. La operación de contención de daños había concluido. Quedaba claro cuál era la posición del BCE, pero a costa de un mordisco enorme al prestigio de su presidenta.
Consenso en el organismo
El problema, se quejan en el banco, es que el tropezón de Lagarde ocultó un paquete de medidas muy medido. Y que en una reunión durísima, en unas circunstancias excepcionales, logró el consenso de todos sus miembros, incluidos los halcones del norte, algo en lo que Draghi falló en numerosas ocasiones. Todos estaban de acuerdo en que una nueva bajada de tipos no habría servido de nada en una crisis como la actual, y que incluso podría haber sido contraproducente.
Y aunque a algunos de los miembros del Consejo de Gobierno les habría gustado ir más allá de los 120.000 millones de compra de deuda acordados para este año, admiten que el resultado final era más que razonable. Sobre todo porque el BCE no puede quemar ahora toda la pólvora en una crisis que, según alertó la propia Lagarde, puede ser de un calibre comparable a la que siguió a la caída de Lehman Brothers. El riesgo es que el virus que ha mutado de crisis sanitaria en una crisis de confianza brutal en la economía, vire de nuevo hasta convertirse en una crisis financiera y empresarial.
Wolfgang Baeur, gestor de renta fija de M&G Investments, cree que la reacción tan virulenta a las palabras de Lagarde muestra los nervios a flor de piel que viven estos días los mercados. “La falta de un recorte de tipos y la frase de Lagarde bastó para que la prima de riesgo de los países del sur creciera con mucha fuerza”, añade por teléfono Baeur. “El BCE realmente no pudo hacer mucho más”, opina Lorenzo Codogno, exdirector del Tesoro italiano. “Ahora, toda la atención se centra en los planes de política fiscal. Por eso, lo importante será lo que decida el Eurogrupo del próximo lunes. El paquete de medidas del BCE era adecuado teniendo en cuenta sus herramientas. Ahora, es el turno de que los Gobiernos hagan más”, concluye.
Críticas desde París y Roma; alabanzas desde Madrid
Las medidas presentadas el jueves por Lagarde no convencieron al presidente francés, Emmanuel Macron, él mismo responsable —junto con la alemana Angela Merkel— del nombramiento de la exministra y exjefa del FMI como presidenta del BCE. “¿Serán suficientes? No lo creo”, dijo en un solemne discurso al pueblo francés sobre los estímulos anunciados por el eurobanco. Macron, además, lanzó un aviso muy claro en dirección a Fráncfort. “Le corresponde tomar nuevas medidas. Los europeos no dejaremos que se propague una crisis financiera. Reaccionaremos con rapidez y fuerza”, añadió.
Sergio Mattarella, presidente italiano, también se mostró decepcionado con el mensaje de Lagarde. Y dijo que en estos momentos de necesidad, Roma espera iniciativas de solidaridad, “aunque sea en interés común”.
Más benévolo fue el Gobierno español. La vicepresidenta Nadia Calviño defendió las propuestas del BCE como “acertadas” y atribuyó el desplome de los mercados a la incertidumbre en torno al coronavirus. “Creo que se están tomando las medidas adecuadas y yo no tomaría el movimiento de la Bolsa, que es muy volátil, como un síntoma de nada más que de esa incertidumbre”, dijo en una entrevista en la cadena SER.
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