Alemania y el sacrosanto ‘schwarze null’
Crece la presión para que Berlín se libere del dogma del déficit cero y estimule su alicaída economía desde los presupuestos
El debate es intenso fuera, pero también dentro de Alemania. La economía alemana ha dejado de ser lo que era tras diez años de crecimiento prácticamente ininterrumpido. Alemania bordea ahora la recesión y las voces que piden aflojar el rigor presupuestario e invertir en un país con serias carencias en infraestructuras y tecnología, en un contexto de tipos bajos, se escuchan cada vez con más fuerza.
Pero el Ejecutivo alemán no cede. Poco importa que desde 2014 Alemania cuente con superávit presupuestario. El déficit cero, el célebre Schwarze Null, se ha convertido casi en un dogma de fe para muchos políticos alemanes y en un signo de identidad para los conservadores, socio mayoritario en la gran coalición de gobierno. Berlín insiste que si hace falta desplegar un plan de estímulos, se hará, pero considera que ese momento la crisis no ha llegado. Defiende también esta posición el ministro de Finanzas, el socialdemócrata Olaf Scholz.
Los presupuestos de 2020 negociados la semana pasada en la comisión del Parlamento y que aún deben pasar por el pleno del Bundestag contemplan un incremento del 0,1%, pero evitan de nuevo el déficit. El presupuesto federal volverá a mostrar un superávit considerable en 2019, que según adelantaba Der Spiegel ascenderá a 10.000 millones de euros gracias a mayores ingresos fiscales de lo previsto y a los bajos intereses, según los cálculos preliminares.
“No se ha invertido suficiente en los últimos 15 años”, dice Christian Odendahl
Mientras, arrecia la presión a favor de mayores inversiones que sienten las bases para el crecimiento económico a medio y largo plazo. La nueva jefa del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, quiere que Alemania apoye la demanda interna y de un impulso así a las importaciones de otros países. Los Verdes alemanes, la fuerza emergente, que ocupa el segundo puesto en las encuestas de intención de voto, proponen un Green New Deal, que pasa por el rechazo a las políticas de austeridad. El colíder de los verdes, Robert Habeck abogó el pasado fin de semana por una fuerte inversión a la luz del enfriamiento económico. “De lo contrario, no tendremos un cero negro en el presupuesto, sino un agujero negro en Europa”.
El lunes pasado, se produjo además una rareza. En un comunicado conjunto, la Asociación de la Industria Alemana (BDI) y la federación alemana de sindicatos (DGB) pidieron al Gobierno un impulso masivo de las inversiones. “No se trata de combatir los síntomas de una recesión, sino más bien de atacar las causas profundas de un crecimiento débil”, sostuvo Dieter Kempf, al frente de la BDI.
Más allá de decisiones políticas, los límites al gasto público y al endeudamiento están sellados por escrito. Por un lado, el llamado contrato de coalición que regula la gestión y los objetivos del gobierno establece el respeto al Schwarze Null. Por otro, el llamado freno de la deuda, está anclado en la Constitución alemana y establece que el presupuesto federal se considerará equilibrado cuando los ingresos provenientes de créditos no superan el 0,35% del PIB. Los Länder no podrán endeudarse.
Christian Odendahl, economista jefe del Center for European Reform, considera que “Alemania no ha invertido lo suficiente en los últimos 15 años”. Frente a quienes en el Gobierno alegan que no se trata de liberar más fondos, sino de un problema de capacidad de gasto, de que hay cuellos de botella administrativos y falta de personal para canalizar las inversiones, Odendahl piensa que no es del todo cierto. “Si la inversión fuera de verdad una prioridad política, habría planes a largo plazo para que tanto los municipios como las empresas puedan prever sus inversiones y programar grandes proyectos”.
Estando así las cosas un grupo de destacados economistas ha decidido sumar fuerzas en Berlín con la idea de alumbrar un nuevo paradigma económico. “Necesitamos un debate con la mente más abierta, menos ideologizado. El debate en Alemania, a menudo está aislado del resto del mundo y del resto de Europa”, sostiene el economista alemán Marcel Fratzscher, presidente del Instituto alemán para la investigación económica (DIW) y miembro del Foro de la Nueva Economía.
Se ha creado un nuevo foro de expertos para alumbrar un paradigma económico alternativo
Fratzscher defiende que ha llegado el momento de actuar, que la política fiscal alemana no debe regirse por la prioridad absoluta de reducción de la deuda. Que el país necesita inversiones, que las infraestructuras se agrietan físicamente y que las carencias sociales y educativas apremian. Fratzscher cree que en Alemania, “se hace una política económica muy populista” porque “vemos la actitud de muchos políticos y economistas alemanes respecto al BCE y la política fiscal, donde la prioridad absoluta es reducir la deuda”.
Estos economistas aspiran a “cambiar la discusión desde dentro”, porque, según Fratzscher, aunque hay cada vez más voces que en Berlín abogan por una nueva mirada, “el cambio es muy lento y mientras crecen las fuerzas antieuropeas. En Alemania es normal atacar al BCE y pensar que Alemania es la que paga a los demás países europeos. El reto es convencer a las élites de que Alemania necesita una Europa fuerte”.
La situación política no ayuda. La gran coalición de conservadores y socialdemócratas está muy debilitada ante la pérdida de popularidad de los dos partidos, que según los sondeos hoy no sumarían ni de lejos la mayoría necesaria para gobernar. La carrera por la sucesión en la CDU tras el anuncio de la canciller, Angela Merkel, de que este es su último mandato aporta adicionales dosis de inestabilidad al Ejecutivo. “El Gobierno está debilitado y no tiene la fuerza para impulsar las reformas que incluyan el aumento de la inversión”, interpreta Fratzscher.
El foro que aspira a alumbrar un nuevo paradigma se ha inaugurado recientemente en Berlín, pero comenzó a gestarse a finales de 2016, con el Brexit en ciernes y Donald Trump coronándose comandante en jefe de los nacional-populismos. Partió de la premisa de que las sublevaciones populistas eran algo más que brotes aislados, que eran precisamente la respuesta a un modelo económico en crisis. Y creen que las políticas de Berlín tienen que ver con la falta de un nuevo paradigma económico que estimule otro tipo de políticas.
Son expertos de todo el mundo organizados en red, pero la mayoría son alemanes. Branko Milanovic, Mariana Mazzucato o George Akerlof son solo algunos de los integrantes. La sede están en Berlín y allí su director, Thomas Fricke, sostiene que el Brexit, Trump, Salvini o AfD no son una casualidad, que “las cosas suceden cuando un paradigma de cómo funciona la economía y la sociedad colapsa. El viejo paradigma ya no funciona y hace falta uno nuevo”. Explica que “estamos en Berlín porque es probablemente el lugar más importante de toda Europa y porque aquí todavía rige la vieja ortodoxia económica”.
Fricke recuerda cómo el ex ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble, marcó una línea dura a favor de la austeridad y en contra de la inversión que hace que “ahora muchos piensen que Berlín es un problema”. El freno de la deuda o el déficit cero pertenecen a un pensamiento económico antiguo, sostiene. Uno de los asuntos clave que se proponen definir en el nuevo paradigma es precisamente cuáles deben ser las áreas prioritarias de inversión pública.
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