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Juncker sale en defensa de Draghi y critica los ataques de Trump

El presidente de la Comisión Europea ha tachado de "deshonesta" la crítica del mandatario estadounidense a los bancos centrales

Xavier Vidal-Folch (Enviado especial)

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, salió el miércoles en defensa de Mario Draghi, cabeza del Banco Central Europeo (BCE), frente a los ataques del presidente norteamericano, Donald Trump. Fue en su conferencia ante el sexto Fórum anual de esta institución, que concluyó el miércoles en Sintra, junto a Lisboa. “Es muy deshonesto atacar a los bancos centrales”, dijo Juncker en evidente referencia a la ráfaga de tuits de Trump contra el preanuncio formulado por Draghi de nuevas medidas de estímulo monetario.

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en Bruselas la pasada semana.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en Bruselas la pasada semana.Yves Herman (REUTERS)
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Trump (que desea estos estímulos monetarios para su país) considera que en Europa supondrían una competencia desleal, al abaratar el euro y por tanto las exportaciones a EE UU.

 “Yo tengo la suerte de que se me da mejor ser político y puedo decir lo que me parezca”, se comparó Juncker con los banqueros centrales para justificar su crítica a Trump. “Bueno, al menos de vez en cuando”, apostilló, en su modo irónico.

Por si eso fuera poco, el veterano routier de la política europea realizó una loa del oficio de los banqueros centrales, y destacó los riesgos que conlleva: “Uno de los grandes poderes y responsabilidades” que desempeñan viene del hecho, les dijo, de que pueden mover los mercados “con una sola línea en un discurso”. “Cada palabra cuenta como un billón”, añadió. “Siempre admiro los discursos de Mario, que son impagables obras de arte”, remató.

Al grueso de los banqueros centrales congregados en Sintra este apoyo le sonó dulce. No en vano consideran “muy inadecuada” y “descortés” la crítica de Trump y defienden la total autonomía del presidente del BCE.

Pero una minoría significativa, que también lo es en el Consejo de Gobierno del BCE, lamenta que Draghi se adelantara en perfilar unas medidas (como tipos de interés negativos o un aumento de la expansión cuantitativa) que no han sido discutidas en detalle por el consejo. “No habrá otro remedio que afrontarlas, y está claro que las pondremos en marcha”, comentó una alta fuente a este diario. Aunque habrían agradecido disfrutar de la primicia. A este grupo le incomoda la situación de cuasi vacío actual: “¿Qué le dejamos al sucesor?”, apuntaron.

Juncker hizo también una excursión (optimista) por toda su trayectoria en las instituciones europeas, desde que en Maastricht inventó la cláusula opcional de salida (opt out) de la moneda única para los británicos. Luego, ante la tormenta monetaria de 1993 propuso la solución de ampliar las bandas de oscilación del sistema monetario europeo: “los comentaristas dijeron que eso era su defunción, cuando en realidad fue su rescate”.

Ese arranque histórico le proyectó al futuro: los organismos intergubernamentales creados desde la crisis griega de 2010, como el fondo de rescate o los mecanismos del Tratado fiscal, “deben incorporarse al marco legal de la Unión”, sostuvo. Esta es la forma de que lleguen al grado de “responsabilidad pública y transparencia” indispensables si quieren convertirse en “las instituciones fuertes” que necesitan “nuestros intereses comunes”, reivindicó. Y pidió a los jefes de Estado y de Gobierno que se reúnen hoy en una cumbre “un impulso y una llamada a concluir el trabajo legislativo” del presupuesto para la eurozona.

Tareas pendientes

Y como pedir no te convierte en pobre, recordó las otras tareas pendientes que deben completar la arquitectura de la unión monetaria: el fondo de garantía bancaria; una normativa fiscal más sencilla; una función de estabilización para la eurozona, “un Tesoro común europeo” que emita un activo seguro continental para ampliar el mercado financiero.

Otros oradores se apuntaron a esta visión satisfecha por lo logrado en 20 años de moneda única, pero sin complacencia sobre la falta de instrumentos para consolidarla ante cualquier ataque.

Resulta sorprendente que asuntos muy divisivos para los gobernantes europeos conciten sin embargo una unanimidad tan rotunda de otros actores. En efecto, aquí en Sintra, la totalidad de académicos, banqueros centrales, expertos en política monetaria o en geografía del desarrollo, directivos de organizaciones internacionales (FMI, OCDE) e ideólogos y economistas de la construcción comunitaria que han intervenido, aún siendo en algunos aspectos muy críticos, han cerrado filas sobre un asunto central.

A saber, la necesidad de dotar a la eurozona de una capacidad fiscal, de una función estabilizadora, de un presupuesto significativo, incluso de un ministro de Finanzas que coordine lo monetario con lo presupuestario.

Ocurre que ambos se entrecruzan. Pues el prestamista de última instancia (el banco central) “empieza prestando a bancos ilíquidos pero solventes; a veces los ilíquidos se convierten en insolventes; y en ese momento hay que llamar al Tesoro”, resume el portugués Ricardo Reis, de la London School of Economics. El Tesoro es nacional, continúa el profesor de la LSE, pero el que prestó fue europeo, de modo que las barras de “liquidez tienen dimensión fiscal [presupuestaria] si se desata una crisis severa”.

El caso es que el clamor por una política presupuestaria supranacional dejó chiquitas a las anteriores ediciones del Fórum de Sintra. La reivindicaron Olivier Blanchard (completada “con alguna forma de ministro de Hacienda”); Mario Draghi (“a la eurozona le faltó un instrumento fiscal central, como el que dispone EE UU a nivel federal”); la economista jefa de la OCDE, Laurence Bone (“la política macro está limitada por la falta de una función fiscal estabilizadora”); la del FMI, Gita Gopinath (“la eurozona necesita un instrumento fiscal”); y la profesora Helène Rey (LSE): “si no creamos nuevas herramientas”, llegarán inevitablemente “los ajustes” dolorosos, alertó.

Jens Weidmann, la deslealtad y la carambola

Los Veintiocho inician esta noche el reparto de cargos. Si empiezan por el más “técnico”, el del BCE, podría prosperar el candidato de continuidad de Draghi, el finlandés Erkki Liikanen. Es el preferido en la casa, y una tercera vía entre franceses y alemanes.

El jefe del Bundesbank, el halcón Jens Weidmann, solo tiene opción si fracasa su paisano Manfred Weber para la Comisión. La suya es cuestión de carambola. Weidmann se ha opuesto a casi todas las nuevas políticas expansivas del BCE. Incluso acudiendo a apoyar en los tribunales a quienes las recurrían.

Ayer mismo formuló a Die Zeit un tardío mea culpa de lo que la mayoría de sus colegas consideran "graves deslealtades": la de atacar ante los jueces el plan OMT, acordado por el BCE ¡en 2012! para proteger a los vulnerables. Se hizo "todo lo necesario", en la famosa frase de Draghi, para salvar al euro. Y se salvó. Si el voto de Weidmann se hubiera impuesto, se habría derrumbado.

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