Inteligencia artificial
El debate actual sobre democracia e inteligencia artificial es cómo los Gobiernos regulan la nueva realidad tecnológica para resolver los nuevos problemas éticos que surgen
Cuando yo estudiaba economía en los años noventa los exámenes de econometría duraban cuatro horas y nos dejaban usar calculadoras de matrices. Luego llegaron las hojas de cálculo y los programas especializados que permitían hacer los cálculos de la regresión en segundos. Desde entonces, la capacidad para acumular datos en la nube y la velocidad para procesarlos ha crecido exponencialmente.
Hoy en día hay herramientas de inteligencia artificial que procesan miles de variables y modelizan redes neuronales. El analista define la variable que quiere estudiar y la herramienta rastrea millones de datos y ofrece modelos para replicar el comportamiento de la variable en el pasado e intentar anticipar su comportamiento futuro.
Nadie conoce el futuro, los nuevos modelos también tendrán errores de previsión y serán necesarios economistas, sociólogos, políticos, etcétera, para analizar si tienen coherencia los resultados. La Bolsa de Nueva York tiene una elevada correlación con la elipse de uno de los satélites de Saturno. Estadísticamente, la correlación es perfecta, económicamente el análisis no tiene ningún valor.
Hoy ya es posible estimar la evolución de las exportaciones españolas en tiempo real por los datos que genera el uso de teléfonos móviles en los puertos, con modelos que tienen coeficientes de determinación superiores al 80% sobre los datos de registro de aduanas que conocemos con dos meses de retraso.
Uno de los principales problemas económicos en este nuevo milenio es la elevada desigualdad, especialmente en países emergentes. En España analizamos la desigualdad con una encuesta de condiciones de vida con una muestra de tan solo 13.000 hogares y con datos de renta de dos años antes. Este tipo de análisis es equivalente a escuchar música con un disco de vinilo. En el PNUD de Naciones Unidas tenemos como misión los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la lucha contra la pobreza y la desigualdad sigue siendo una de las prioridades. Especialmente en América Latina, que sigue siendo el área más desigual del mundo. Por esta razón estamos experimentando con inteligencia artificial, para disponer de mejores modelos que permitan a los Gobiernos diseñar políticas públicas más eficaces para conseguir los objetivos.
El debate actual sobre democracia e inteligencia artificial es cómo los Gobiernos regulan la nueva realidad tecnológica para resolver los nuevos problemas éticos que surgen, lo cual es muy necesario. Pero pronto debatiremos si la inteligencia artificial permite mejorar la calidad de nuestra democracia, como lo hicieron la imprenta, las matemáticas, la estadística, la radio, la televisión o Internet.
La inteligencia artificial exige cuantificar los objetivos para modelizar la realidad a analizar. Y permitirá contrastar mejor los hechos y evaluar la eficacia de los Gobiernos y sus políticas. Los Gobiernos tendrán más y mejor información para elaborar sus políticas públicas y cumplir los ODS. Y los votantes dispondrán de más y mejor información para elegir a sus gobernantes. La Luna no será una esfera perfecta como afirmaba Aristóteles. La realidad seguirá siendo incierta, seguiremos cometiendo errores y el método será prueba y error y Trump podrá ser reelegido. Pero la especie humana seguirá evolucionando.
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