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Una incompetencia a corregir

Algo habremos hecho rematadamente mal para que 41 senadores franceses, de diferentes partidos políticos, firmen un Manifiesto inaudito lleno de ignorancia y falsedades sobre el llamado ‘procés’ catalán

Nicolás Sartorius
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, saluda a los acusados del 'procés', en el Tribunal Supremo. / E. NARANJO (EFE)
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, saluda a los acusados del 'procés', en el Tribunal Supremo. / E. NARANJO (EFE)

I.- Algo habremos hecho rematadamente mal para que 41 senadores franceses, de diferentes partidos políticos, firmen un Manifiesto inaudito lleno de ignorancia y falsedades sobre el llamado ‘procés’ catalán. En este escrito empiezan por calificar a Cataluña de “gran región”, pues parece que no se han enterado de que en España no hay regiones sino comunidades autónomas, o nacionalidades en el caso catalán. Luego hablan de encarcelados y exiliados con motivo de “sus opiniones en el ejercicio del mandato de los electores”, lo que supondría un “ataque contra los derechos y las libertades democráticas”. Afirmación absolutamente falsa ya que en España a nadie se encarcela por “opiniones” en defensa de la independencia de un territorio, pues es cuestión que se viene haciendo, por parte de algunos partidos, desde que hay democracia sin que tenga consecuencias de orden penal.

Supone una supina ignorancia, impropia de responsables políticos, no conocer que los procesados en el juicio que se sigue ante el Tribunal Supremo no han sido inculpados por sus opiniones, sino por declarar unilateralmente la independencia de una parte del territorio del Estado, liquidando en una sesión del Parlament de Cataluña la Constitución española, el Estatuto de esa comunidad y las leyes europeas, sustituyéndolas por una supuesta “ley de desconexión” de naturaleza autoritaria.

Significa un acto de prepotencia y desprecio, propio de otras épocas, sostener que “Francia y la UE intervengan para restablecer el diálogo”. Intervengan, ¿cómo? Espero que no se esté pensando en la Santa Alianza y los Cien mil Hijos de San Luis o en Napoleón Bonaparte. ¿Qué habría ocurrido en Francia, o cualquier otro país, si una de sus regiones hubiera declarado la independencia por las bravas, en contra de la Constitución y las leyes? ¿Habría permanecido impasible el Estado afectado? ¿O habrían movilizado incluso al Ejército, lo que suelen hacer algunos países ante cuestiones menos graves, cuando en España nunca se le ha utilizado ni tan siquiera en los peores momentos del terrorismo?

En fin, es vergonzoso que en una nación como Francia, que tanto apoyó a los demócratas españoles y tanto contribuyó, a partir de Mitterand, a derrotar el terrorismo de ETA, haya políticos tan mal informados sobre los ataques de un nacionalismo radical que, de triunfar, tanto daño haría al conjunto de la UE. Alguna responsabilidad tendrá nuestras autoridades que no han sabido informar a la opinión pública europea de cuál ha sido la realidad de lo sucedido.

II.- Algo habremos hecho realmente mal cuando un periodista de una TV pública alemana le haya hecho al ministro de Asuntos Exteriores, Borrell, unas preguntas tan manipuladas, tan sesgadas y con tantas mentiras sobre la misma cuestión. Fenómeno que se ha reproducido en numerosos países y medios de comunicación, como personalmente ha podido comprobar el que suscribe este artículo, que quedó estupefacto cuando, al pronunciar una conferencia en Portugal sobre el mismo tema, personas supuestamente ‘enteradas’ le compararon la situación catalana con Kosovo.

En mi opinión, sólo puede haber una explicación. El Estado español, en especial el Gobierno anterior, hizo dejación de su deber de informar a la opinión pública europea y extranjera de lo que realmente pasó en Cataluña. Abandonó todo el campo a la abundante y hábil propaganda del independentismo. Separatismo que si bien no ha logrado que algún Gobierno -sólo faltaría- se haya hecho eco de sus apetencias, me temo que sí ha logrado, en buena parte, intoxicar a sectores de la opinión foránea. Y esta incompetencia del Gobierno español se ha debido, también, a que no se han puesto los medios, o no se ha sabido utilizar los que había, ni ha existido una dirección política seria para librar una batalla tan peligrosa como esta.

En una palabra, el Gobierno anterior no sólo fue incapaz de evitar la votación ilegal del 1 de octubre, sino que además apareció reprimiendo, por lo que sería merecedor del premio Nobel de la ineptitud. Y para colmo ha sido incompetente a la hora de informar cabalmente de lo que realmente ha sucedido en Cataluña. Esperemos que alguien lo remedie en el futuro.

* Nicolás Sartorius es presidente del Consejo Asesor de la Fundación Alternativas

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