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De la tensión Guindos-Montoro a la distensión Calviño-Montero

Las relaciones entre los responsables del área económica han pasado de la tirantez al sosiego casi de forma drástica

Miguel Ángel Noceda
Las ministras de Economía, Nadia Calviño, y de Hacienda, María Jesús Montero, a su llegada a la reunión del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso para explicar los Presupuestos Generales del Estado 2019. EFE/Ballesteros
Las ministras de Economía, Nadia Calviño, y de Hacienda, María Jesús Montero, a su llegada a la reunión del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso para explicar los Presupuestos Generales del Estado 2019. EFE/BallesterosBallesteros (EFE)

Ha trascendido recientemente que Cristóbal Montoro prepara un libro sobre su paso por el Gobierno. El exministro de Hacienda y actual diputado del PP (preside además la Comisión de Economía del Congreso) quiere resumir los 15 años que ha pasado en Alcalá en dos etapas y explicar sus venturas y desventuras (primero con José María Aznar como lugarteniente de Rodrigo Rato en Hacienda y luego como ministro de esta competencia cuando Aznar decidió desgajar el superministerio de Economía y, con Mariano Rajoy, repitiendo como titular de Hacienda, pero sin Economía, como le hubiera gustado).

Montoro ha acumulado experiencias de sobra para contarlas. Ya veremos si lo hará criticando a Luis de Guindos, quien ocupó la cartera de Economía en los Gobiernos de Rajoy y con quien, como fue público y notorio, no mantuvo una buena relación. La obra impresa de Montoro se centrará eminentemente, aseguran en su entorno, sobre las cuestiones de carácter económico y técnico, “sin entrar en polémicas como hicieron en otros libros algunos de sus antiguos compañeros del Consejo de Ministros”. Se refieren, claro, a José Manuel Soria, exministro de Industria, que desbarró bastante contra él tras tener que salir del ministerio, y, sobre todo, de Guindos, cuyo libro España amenazada: De cómo evitamos el rescate y la economía recuperó el crecimiento provocó sarpullido dentro delGabinete de Rajoy al atribuirse haber evitado la intervención de España en los peores años de la crisis.

Los dos ministros estuvieron obligados a malentenderse, pero sus relaciones eran manifiestamente mejorables, aunque sin llegar a la necesidad de que el Consejo de Ministros lo declarara zona catastrófica. Los desencuentros fueron continuos. Al principio, Montoro llevaba la manija sobre las cuentas, los recortes, los impuestos y las autonomías, y se imponía a Guindos en Madrid; pero este ganaba en Bruselas, donde tenía que defender los incumplimientos del Gobierno en materia de déficit, además de enfrentarse a la amenaza del rescate y ganarse el reconocimiento del resto de países.

Los dos ministros estuvieron obligados a malentenderse y sus desencuentros continuos

Pero no sólo el déficit y los impuestos les separaba. Hubo muchas cosas más: la crisis financiera (en particular los costes del Frob y la salida a Bolsa de Bankia), la gestión del caso Rato, el caso Soria, que dejó muy tocado al ministro de Economía, o la relación con las autonomías (especialmente con Cataluña) . Solo por citar los casos más llamativos, porque las pequeñas cosas del día a día acumularon muchos improperios que minaron las relaciones. Las diferencias se plasmaban no solo en el Consejo de Ministros, sino también en las declaraciones que uno u otro hacían sobre la situación económica.

Al final se demostraba que no había coordinación. Los dos ministros se disputaban el liderazgo del área económica, querían ser vicepresidentes y presidir la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, el verdadero sanctasanctórum de las decisiones en la materia. Pero Rajoy se quedó con ella, seguramente mirando la pelea de gallos desde la barrera, y les condenaba a entenderse durante los prácticamente siete años que mandó en el Ejecutivo.

Tras el relevo de Gobierno, hay quien vio una repetición de la jugada cuando Pedro Sánchez decidió mantener la estructura de los dos ministerios separados, algo que ningún Gobierno socialista había hecho nunca, y que la coherencia ortodoxa de Nadia Calviño iba a chocar con la heterodoxia de María Jesús Montero, venida de las huestes andaluzas para regir los Presupuestos y la financiación autonómica. El caso es que Calviño tiene que defender en Bruselas las cuentas de su compañera de Gabinete de la misma forma que lo hacía Guindos con los de Montoro, pero no chirría como entonces. Antes al contrario, parece claro que entre las dos ministras no se va a repetir la historia de Guindos y Montoro.

La conexión entre las dos ministras es fluida y estrecha y no solo en apariencia

La conexión es fluida y estrecha y no sólo en apariencia. Además de verse y entenderse semanalmente en la Comisión Delegada, cuya presidencia no ha asumido Sánchez como hizo Rajoy, su contacto es constante, ya sea por teléfono o en directo. Incluso quedan a comer con diferentes responsabels económicos. Y ambas han acudido a intervenciones públicas de la otra, cosa que en el caso de sus antecesores difícilmente ocurría, a los que tampoco es fácil de imaginar saliendo a la palestra a defender al otro como hizo Montero cuando se publicó que Calviño había comprado su casa a través de una sociedad patrimonial. O como hizo Calviño cuando respaldó a Montero en Bruselas tras la polémica sobre la prórroga presupuestaria.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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