_
_
_
_

Autómatas para pequeñas empresas

Universal Robots se coloca en cabeza en el creciente mercado de los 'cobots'

Un robot de Universal Robots taladrando una pieza.
Un robot de Universal Robots taladrando una pieza.
Thiago Ferrer Morini

A punto de cumplirse el centenario de la palabra robot (derivada de una obra de teatro del escritor checo Karel Capek), la automatización de los procesos de producción está creciendo de forma imparable. Según la Federación Internacional de Robótica (IFR, en sus siglas en inglés), el número de autómatas en funcionamiento va a crecer a un ritmo anual superior a dos cifras: de 1,8 millones en 2016 a algo más de tres millones en 2020. Gran parte de esas expectativas están impulsadas por los robots colaborativos o cobots, un mercado en el que la danesa Universal Robots reivindica tener más de un 60% de cuota. Una rodaja muy rentable: en 2017 la firma facturó 170 millones de dólares (154 millones de euros), tres veces más que en 2015. Ese último año, la estadounidense Teradyne se hizo con la compañía por 315 millones de dólares, lo que ha proporcionado a la firma el capital necesario para su expansión internacional.

Pero, ¿qué es un cobot? Un robot colaborativo es el que trabaja en el mismo entorno físico que los empleados humanos, al contrario que los robots tradicionales, que, por razones de seguridad, están en espacios delimitados por jaulas en las que los humanos no pueden entrar sin parar la producción. "Pueden interactuar con los operarios", explica Jacob Pascual, director general de Universal Robots en España. "Pueden hacer tareas sencillas y repetitivas, como mover pesos, que representan un peligro para las personas". Por ejemplo, en una mesa de trabajo, el autómata puede mover piezas de un punto a otro.

El objetivo de la empresa es democratizar la robótica. "Analizamos el mercado entre 2005 y 2006 y detectamos que el uso de robots estaba, entre un 80% y un 90%, centrado en empresas muy grandes, especialmente en automoción", explica Pascual. "Nos dimos cuenta de que no había robots pensados para la industria en general, especialmente las pymes. Nuestro objetivo era un autómata accesible para todas las empresas". La empresa tiene ahora mismo tres modelos de brazo robótico, el UR3, el UR5 y el UR10, siendo el número el peso máximo (en kilos) que pueden cargar. El coste de una instalación simple oscila entre 35.000 y 40.000 euros. El mantenimiento no es un problema, insisten desde la compañía. "Las piezas están construidas para durar sin mantenimiento durante 35.000 horas a máximo rendimiento", proclama Pascual. "Eso son cuatro años si estuviese haciendo exactamente lo mismo durante las 24 horas del día".

Pero Universal Robots no diseña robots para hacer lo mismo durante años, porque su público objetivo no lo necesita. "Una empresa del automóvil puede necesitar una pieza exactamente igual durante décadas, pero las firmas pequeñas no funcionan así", explica Pascual. "Una pyme trabaja con lotes pequeños, y si está haciendo una cosa puede necesitar otra completamente diferente al día siguiente".

Y es ahí, según el director general, donde reside la gran diferencia de Universal Robots. "Los robots tradicionales son grandes, peligrosos y complejos de programar. Lo que nosotros ofrecemos es un robot que pueda ser programado por el empleado para hacer la función que necesite en ese momento". Para Pascual, la ventaja de dejar la programación en manos del operario, "que es el que sabe lo que necesita en cada momento", agiliza los procesos productivos, ahorra tiempo y dinero y permite al empleado dedicarse a labores de mayor valor añadido. Hacerlo fácil para el usuario lo hace difícil para el fabricante: 180 de los 540 empleados de la firma están dedicados a la I+D, y representan casi la mitad de la plantilla de la sede de la compañía en Odense.

Pero aun así no es suficiente. Para acelerar la creación de programas, la compañía ha creado un estándar de programación, llamado UR Plus, y ha animado a otras empresas a programar utilidades para sus robots. "Queremos que sea como la Apple Store", compara Pascual. La firma es consciente de que cuantos más posibles usos se encuentren a sus robots, más fácil será que encuentren su sitio en los polígonos industriales.

Empleo y conocimiento

Para Pascual, la mayor dificultad para su empresa es que las pymes les conozcan. "Cuando tienes una firma pequeña, estás al día a día, no tienes tiempo de ir a ferias y convenciones y ver que hay un producto de robótica pensado para ellos". Respecto a los efectos de la robotización sobre el empleo, especialmente sobre los trabajos sencillos y repetitivos que son la especialidad de sus autómatas, el director general señala que los países que más robots tienen instalados, como Alemania, Japón o Corea del Sur, tienen tasas de paro entre las más reducidas del mundo.

A pesar de que las máquinas de Universal Robots no son especialmente grandes, la seguridad "es fundamental", en palabras de Pascual. "Cada vez que se instala una máquina es necesario un análisis de los riesgos potenciales. No solo hay que hacer que sean sensibles al contacto y que detecten si hay alguien ahí, hay que controlar su fuerza, hay que tener en cuenta si lleva una herramienta cortante (porque en ese caso es peligroso siempre), y muchas otras situaciones".

Así pues, con empresas como Universal Robots y otras como ella, está el camino marcado para que, 100 años después de inventada la palabra, los robots estén realmente por todas partes. Por cierto: en la obra de Capek, la empresa protagonista también se llama Robots Universales.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Thiago Ferrer Morini
(São Paulo, 1981) Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid. En EL PAÍS desde 2012.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_