Tortas con historia y futuro
La firma de alimentación Inés Rosales, que factura 14,7 millones, busca crecer en el exterior con una imagen más global
¿Cómo explicar a un americano qué es una torta de aceite? Esta fue la primera barrera que la dirección de la empresa sevillana Inés Rosales tuvo que superar para abordar su internacionalización. “No somos un cracker, ni un snack… Dios mío, qué somos, cómo nos presentamos”, rememora la responsable de relaciones institucionales, Ana Moreno. Hasta hace ocho años, la compañía se decantó por darse a conocer en el extranjero bajo el término biscuit. “Pero estaba el conflicto entre el inglés americano y el británico porque para un inglés significa bizcocho y no galleta. Así que, finalmente, vimos que era mejor apostar por la palabra torta”, explica Moreno. Con una facturación de 14,7 millones de euros y una producción diaria de 300.000 unidades, la centenaria firma está hoy presente en 35 países y ha girado hacia una imagen más “global y universal” para seguir creciendo en el exterior.
La empresa tiene claro que la conquista de otros paladares “es algo muy lento y que necesita de mucho trabajo”. “Con productos como el nuestro es muy importante que el consumidor extranjero lo conozca, lo pruebe… Por ejemplo, ellos solo asocian el aceite con un producto salado, no saben si es frito, si está listo para tomar…”, agrega Moreno. Las exportaciones de sus tortas artesanas de harina de trigo, aceite de oliva virgen extra, azúcar, ajonjolí y matalahúva ya representan el 22% de las ventas totales de Inés Rosales. “No solo buscamos entrar en otros países, sino también en otros mercados. Penetrar en Rusia ha sido muy difícil, pero de camino hemos conseguido una certificación kosher [que garantiza el cumplimiento de las normas de alimentación judías] que nos puede abrir las puertas en muchos supermercados del mundo”.
Una receta con mucha historia
Inés Rosales comenzó a fabricar las tortas de aceite en 1910 siguiendo una receta tradicional. Primero en casa, en su pequeño horno; y ante la gran demanda, alquilando el horno de la panadería de su pueblo. “Las vendía en estaciones de trenes y en los cruces de caminos, sabía que por allí pasaba mucha gente y era la mejor forma de que todos hablaran de su producto. El famoso boca a boca”, cuenta Ana Moreno. Ante la buena marcha del negocio empleó a viudas del pueblo para producir y vender el producto. “Fue una de las primeras mujeres empresarias y una visionaria al pedir una línea de teléfono, la 30, para estar en constante comunicación”, explica Moreno, que apunta que su padre se hizo con la empresa en 1985 sin ni siquiera haber visto la fábrica.
La salida al extranjero vino respaldada con el lanzamiento de una segunda línea de tortas. A las dulces se sumaron hace una década las saladas. “Vimos que fuera se consumía mucho queso o foie y creímos que era una forma de acercarse al público. La clave está en conocer al consumidor y saber adaptarse”, señala Moreno. Este lanzamiento supuso “una gran apuesta en I+D”, un departamento que no ha parado de crecer en estos años. “Apostamos por hacer una torta sin azúcar tras ver que en España hay cinco millones de diabéticos. Los días que las fabricamos tenemos que hacer una limpieza integral de trazas de azúcar en la maquinaria. Ahora, nos hemos dado cuenta de que no solo lo consumen los diabéticos, sino también aquellas personas que quieren cuidarse”, señala esta directiva, quien explica que en estos años también se ha apostado por quitar la levadura y volver a la masa madre. Asimismo, se está trabajando para conseguir un producto “más natural, más saludable, que supere incluso a la torta original”. Las ventas de estos productos suponen el 90% de su facturación.
Nuevos consumidores
La adaptación a estos nuevos consumidores es una tendencia que, según la directora general de la Confederación Española de Empresarios Artesanos de Pastelería (Ceeap), María Dolores López, marca el futuro del mercado. “El sector se ha tenido que adaptar a todo el tema de las intolerancias: sin gluten, sin lactosa, sin azúcar. Nuestra supervivencia pasa por la innovación y la formación”, asegura. Las ventas en el sector de la repostería artesanal han crecido en el último año entre un 4% y un 5%, según la directora general de Ceeap. Este aumento se produce tras siete años de caídas generalizadas. “El sector se ha visto muy afectado por la crisis, han sido muchas las empresas que han echado el cierre”, señala López. “Muchas compañías se han tenido que reinventar o diversificar su oferta, por ejemplo, ofreciendo servicio de catering”, agrega.
En Inés Rosales la crisis se notó por la falta de proveedores. “No existe un sector de la torta como tal, así que dependíamos de empresas pequeñas familiares, que vivían un relevo de generación y que algunas de ellas no resistieron la crisis. Por ejemplo, la firma que nos suministraba el papel que envuelve cada torta. Cuando nos enteramos de que iban a cerrar, decidimos comprarla. Nos trajimos la maquinaria y asumimos a sus dos trabajadores”, señala Moreno, que apunta que las inversiones siempre han sido con recursos propios. La coyuntura económica, cuenta Moreno, también les inspiró para adelantarse a los nuevos universos de consumidores y formatos de familia. “Hace un par de años lanzamos los paquetes de tres y cuatro tortas”, explica.
La apuesta por una imagen más global viene marcada por la homogeneización de su empaquetado. “En España, manteníamos el envoltorio transparente mientras que en el extranjero apostamos por el opaco. Cuando aquí comenzaron a remodelarse los supermercados, con más iluminación, intentando que fueran más parecidos a una perfumería, nos empezaron a llegar quejas. Nuestras tortas tienen un 24% de aceite de oliva virgen extra y, en estos nuevos modelos de tienda, las unidades que estaban más cerca de la luz morían en una semana; la luz es el enemigo número uno del aceite. El nuestro tiene que ser afrutado y plano, no puede ser picante ni amargo, que actuaría de un antioxidante”, explica. Ante esta situación, el pasado junio se decidió tomar el envoltorio que ya viajaba por el mundo. “Pasamos mucho miedo, hoy en día compramos mecánicamente y teníamos miedo de que el consumidor no localizara el producto, pero no ha sido así”, apunta Moreno.
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