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Columna
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La fábula del dictador y la gallina

Las reivindicaciones de los pensionistas, que luchan por no quedarse desplumados ante los políticos, se topan con las cifras que son las que son

Miguel Ángel Noceda
El Presidente del Gobierno ante el Pleno del Congreso son pensiones públicas.
El Presidente del Gobierno ante el Pleno del Congreso son pensiones públicas. Uly Martin (EL PAÍS)

De vez en cuando conviene escuchar (prestar atención a lo que uno oye o hacer caso de un consejo o aviso, según la RAE) a personas que dicen cosas sensatas y alejarse del ruido que producen algunas intervenciones, cuando no exabruptos, en sitios tan respetables como el Parlamento o foros periodísticos. Es este el caso de lo que está ocurriendo con el asunto de las pensiones, sobre el que esta semana se ha discutido largo y tendido en el Congreso y se han desarrollado teorías para todos los gustos en tertulias y tribunas. Y no siempre acertadas.

Dice Ángel de la Fuente, director ejecutivo de Fedea (Fundación de Estudios de Economía Aplicada), organismo auspiciado por el Banco de España y del que son patronos varios bancos y empresas de primera línea del país, que es “asumible” referenciar las pensiones mínimas al IPC, pero que no lo es con todas las pensiones porque eso requeriría subir el impuesto de la renta un 35%. “Si estamos dispuestos a eso…”, De la Fuente deja suspendida la frase con media sonrisa característica de que se está diciendo algo que se sabe que es de difícil ejecución.

Este economista se basa, como otros tantos, en las cifras. Y las cifras son las que son. No se pueden estirar como el chicle porque llevarían a la quiebra. Por eso, señala que lo relevante sobre la subida de las pensiones es tomar decisiones “sabiendo lo que se puede costear”. Es necesario, por tanto, alcanzar un acuerdo en el marco del Pacto de Toledo o quizá, como reclaman algunas asociaciones de pensionistas, torpedear ese pacto (alcanzado en 1995 para canalizar las pensiones) y forjar otro de nueva creación que reoriente el sistema y determine “hasta dónde se puede llegar” para el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones.

Es necesario alcanzar un pacto que reoriente el sistema y fije hasta dónde se puede llegar

Algunos expertos, como De la Fuente, sostienen que las pensiones tienen una “garantía muy sólida”, ya que se pagan de la masa salarial de los trabajadores y que hay un flujo continuo de recursos “suficiente” para sufragarlas. Eso, pese a reseñar la preocupación por el déficit de 19.000 millones del sistema público (el 1,5% del PIB). Una cifra que, por el momento, es “relativamente manejable”.

El problema radica en que las pensiones dependen del número de trabajadores que haya por cada pensionista, lo que a su vez está vinculado a la demografía y al empleo, así como la productividad, y ver hasta dónde estarían dispuestos los españoles a pagar en impuestos y cotizaciones. Y para garantizar el futuro de las pensiones hay que conseguir que la tarta sea lo más grande posible a través de un crecimiento rápido de la economía, tanto por el lado de la productividad como por el del empleo.

Para asegurar un aumento compatible con el IPC, el PIB tendría que crecer casi un 4%. Y, desde luego, que el empleo, como el que se está creando estos años, no sea tan precario. La tasa de temporalidad, del 27,4%, es prácticamente el doble que la media de la UE y más del 90% de los empleos que se crean son temporales.

El ‘show’ del Congreso ha demostrado que los líderes están muy poco duchos en la materia

Ahí está la polémica. El show montado en el Congreso de los Diputados solo ha servido para demostrar que los líderes parlamentarios están muy poco duchos en la materia acudiendo a salidas fáciles como pedir que se utilice el dinero del rescate de las autopistas quebradas o del rescate bancario. Son frases en busca de popularidad. Y mientras los pensionistas escuchaban las peroratas preparando las manifestaciones del sábado, Mariano Rajoy apenas supo contrarrestar con alguna propuesta como subir las pensiones de viudedad o eximir del IRPF a las mínimas a cambio de sacar adelante los Presupuestos.

Otro problema es que todo se impregna de política y perspectivas electorales. El asunto se lía en una espiral. Lo saben muy bien los portavoces en el Pacto de Toledo, que comparten muchas horas y discrepan amigablemente ante las cámaras porque eso lo exige el guion. Lo importante es dotar al sistema de fondos y que los pensionistas reciban una dotación digna. Y, desde luego, con una subida del 0,25% cuando la inflación ha subido un 2%, no parece que se pueda aplicar ese adjetivo. El mismo porcentaje ha subido los cuatro años anteriores, si bien la inflación había sido negativa y había mejorado el poder adquisitivo.

Los pensionistas, personas acostumbradas a pelear por la dignidad, que en mayor o menor medida hicieron la transición, han tardado en salir a la calle. Pero no quieren ser como la fábula de Stalin y la gallina, según la cual, el dirigente va desplumando poco a poco al animal. Cuando ha terminado se aleja de él y le ofrece comida. La gallina le persigue por todo el recinto. Stalin dice a sus colaboradores: “Así se gobierna a los estúpidos, ¿ven cómo me sigue la gallina pese al dolor que le he causado?”.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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