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Los embajadores del vino chileno

Viña Errázuriz lidera una industria nacional que se abre camino entre las bodegas de alta gama en el resto del mundo

Bodegas de Viña Errázuriz.
Bodegas de Viña Errázuriz. STEFAN BARTULIN CORTESE

El estadounidense Robert Mondavi se convirtió en una figura mundial del vino después del “Juicio de París”, una cata a ciegas realizada en 1976 en la que las bodegas de California probaron que podían hacer productos tan buenos como los mejores de Europa. Con ese antecedente, en 2004 el chileno Eduardo Chadwick pensó que su país necesitaba un hito similar y organizó el Berlin Tasting. En esa cata, las botellas más notables de Viña Errázuriz, la empresa familiar que preside, alcanzaron los primeros lugares y superaron a varios de los mejores competidores de Francia e Italia. El reconocimiento que alcanzaron sus vinos en los años siguientes lo posicionaron como líder de una industria nacional que ha comenzado a cambiar su imagen de exportadora masiva de vinos joviales y baratos.

“El Berlin Tasting fue resultado de la frustración de tener unos vinos de alta gama no reconocidos internacionalmente”, afirma el gerente de la empresa, Stephen Koljatic. La centenaria bodega, con unas 900 hectáreas plantadas entre los valles Aconcagua y Maipo, al norte y al sur de Santiago, respectivamente, comenzó a despegar en los años 80, cuando Chadwick se hizo cargo de la empresa familiar y le marcó el objetivo de entrar en la élite mundial del vino. Después de dos décadas de fuertes inversiones en equipamientos y viajes técnicos a las regiones vitivinícolas más importantes del mundo, en Viña Errázuriz estaban convencidos de que habían logrado los grandes vinos que buscaban. Otras bodegas chilenas habían seguido el mismo camino, pero el problema era que nadie lo notaba aún fuera del país.

Eso empezó a cambiar con la cata a ciegas de la capital alemana, a las que siguieron otras en diferentes ciudades del mundo. Chadwick se convirtió así en una suerte de embajador de las viñas chilenas que querían dejar de competir por precio.

El país andino ha sido históricamente el mayor exportador de vinos de América Latina. En 2016 vendió al mundo el equivalente a 1.912 millones de dólares, más del doble que Argentina, el otro gran productor de la región. Pero Chile tuvo tanto éxito con el negocio de ofrecer un producto bueno y barato, que para las bodegas con un nuevo modelo enfocado en la calidad era difícil quitarse la imagen de fabricantes de vinos joviales pero insulsos que abundan en los supermercados.

Para ello sirvieron tanto las catas a ciegas como otras iniciativas más creativas. En 2002, el presidente de Viña Errázuriz escaló el Cerro Aconcagua, el más alto de América, con uno de sus mejores tintos, el Don Maximiano Founder`s Reserve, “en representación de las alturas que él creía que algún día alcanzarían sus vinos”, explican en la bodega. El esfuerzo sin duda dio sus frutos. En la edición de 2017 de la lista de los 100 mejores vinos que elabora James Suckling, uno de los críticos más influyentes del mundo, tres botellas de origen chileno estuvieron entre los 10 primeros puestos, y el Seña Valle Aconcagua 2015 de Viña Errázuriz se ubicó en la tercera posición.

Principales mercados

La bodega exporta el 92% de su producción, un millón de cajas, que representan el 1,7% de todas las que vende Chile al exterior, pero significan el 3% del valor. “Los números indican que vendemos al doble de precio que la industria del país”, destaca Koljatic. Son 60 millones de dólares anuales que provienen principalmente de los mercados de Reino Unido, Canadá, Japón, China, Estados Unidos y Brasil.

En Chile, Errázuriz es un nombre conocido no solo por los grandes tintos de la viña. En la familia hubo cuatro presidentes de la nación, dos arzobispos y varios escritores y empresarios. En el terreno del vino, fueron pioneros desde el inicio. En 1870, Maximiano Errázuriz, un importante empresario de Santiago, antepasado de Eduardo Chadwick, descubrió el potencial del Valle del Aconcagua, a unos 100 kilómetros al norte de la capital. Hasta entonces, las viñas se plantaban hacia el sur, sobre todo en el Valle del Maipo, pero el fundador de la bodega hizo un viaje de dos días a caballo y descubrió el nuevo terruño que hoy es un gran polo de producción.

Ese valle de clima mediterráneo y aguas abundantes que bajan de los Andes alberga tres bodegas emblemáticas de Viña Errázuriz. Más cercanas a las montañas están la Bodega Histórica fundada en 1870 y Don Maximiano, construida en 2009 para la producción de vinos de alta gama. Un poco más hacia el Pacífico está Seña, nacida como un proyecto en conjunto entre Chadwick y Mondavi, después de que el bodeguero de California visitara Chile en 1991. “Se dedicaron cuatro años a buscar el terroir adecuado, uno cercano a la costa pero a la vez protegido por las montañas”, explica Koljatic. El vino Seña tiene una base importante de Cabernet Sauvignon pero está muy ligado a Chile por la Carmenere, la variedad que se creyó perdida un siglo y reapareció en el país sudamericano hace algunas décadas.

Las botellas más codiciadas se producen, sin embargo, en un pequeño viñedo que tiene la familia al sur de la capital. Lanzado en 2002, Viñedo Chadwick fue clasificado por Robert Parker como el cabernet sauvignon chileno de más alta puntuación durante cinco años consecutivos. En 2016, fue calificado con 100 puntos por James Suckling.

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