La banca española confió en unas provisiones insuficientes para frenar a las subprime
El sector aguantó el primer golpe de las hipotecas basura y se sintió erróneamente a salvo de la crisis
"Estamos hablando de una crisis que va a cambiar libros de texto, que va a cambiar las instituciones en el mundo, que va a cambiar la manera en que se hace la supervisión, que está creando debates sobre cómo se tiene que hacer la política fiscal y la monetaria. No estamos hablando de una crisis pequeña del sistema financiero; estamos hablando de una crisis realmente de dimensiones históricas. En ese sentido, el Banco de España estuvo por delante de muchas otras instituciones, ya que incluso vio parte de los problemas".
Con estas palabras, Jaime Caruana, exgobernador del Banco de España entre 2000 y 2006, definió la crisis de las hipotecas tóxicas y defendió su actuación en ese periodo. En su reciente comparecencia en el Congreso de los Diputados, en la Comisión de investigación de la crisis financiera, Caruana desplegó toda una gama de razones (o excusas) por las que el supervisor español no pudo evitar el cataclismo: no tenía herramientas, nadie lo previó y los primeros culpables son los gestores bancarios. No obstante, un repaso de las noticias publicadas en aquellos años, los escritos de algunos economistas díscolos con la corriente mayoritaria y los indicadores económicos reflejaban anomalías preocupantes.
Los diputados se apoyaron en esos datos y recriminaron a Caruana que hubiera atendido a grandes señales, incendios sobre los que no se echó agua. En los primeros años del siglo, el PIB nominal creció un 67%, pero el crédito al sector privado aumentó en un 221%, concentrado en el destinado a adquisición de vivienda, que subió un 250%, frente al 513% de los préstamos para constructoras y promotoras, como le recordó Idoia Sagastizabal, del PNV.
El récord llegó entre 2005 y 2006: el crédito privado creció un 60% y el de las constructoras un 100%; es decir, casi se dobló en dos años. Y entre 1999 y 2007 los precios de la vivienda casi se duplicaron al tiempo que el parque inmobiliario crecía al 5% anual.
Y Joan Capdevila i Esteve, de ERC; lanzó este dardo: "Los préstamos a promotores pasaron de representar el 12% del PIB en 2000 al 29% en 2005. Dígame, por favor, si eso no fue una señal de alarma; señor Caruana, usted estaba allí, usted lo veía". Yolanda Díaz Pérez, de En Marea Unidos Podemos, resumió el sentido de otras intervenciones cuando preguntó a Caruana que si el supervisor no servía para frenar todos esos excesos del sistema financiero, entonces debería decir cuál era realmente su labor, "porque los ciudadanos creen que usted estaba puesto para eso".
Las provisiones del 2000
El exgobernador tiró de cortesía y buena cara para superar los golpes. Caruana, que después pasó al FMI (institución que tampoco alertó de la crisis mundial) bajo la batuta de Rodrigo Rato y ahora dirige el Banco de Pagos Internacionales (BIS), afirmó que el supervisor no puede ordenar a los bancos que no den crédito. Recordó que fue el supervisor español el que en el año 2000 planificó la creación de unas provisiones únicas, denominadas anticíclicas, que obligaban a guardar en la etapa de bonanza —aunque la morosidad fuera baja— para los malos tiempos.
"En 2006, un 84% de las provisiones eran anticíclicas; en otras palabras, sin estas provisiones, el fondo disponible para sanear activos hubiese sido de 4.300 millones en lugar de 27.400 millones, es decir, las entidades hubiesen dispuesto de 23.100 millones menos para afrontar el incremento de morosidad. Pese a que supusieron un esfuerzo importante, no estaban preparadas para afrontar la crisis mundial y la posterior del euro, que tuvieron un impacto combinado sobre nuestra economía, sinceramente, sin precedentes. Estas provisiones proporcionaron al sistema financiero entre uno y dos años de margen para abordar los problemas".
¿Se aprovechó este margen de tiempo para preparar el tsunami posterior? Los hechos lo niegan. Incluso puede decirse que esta débil protección relajó la alarma inicial, algo contraproducente.
Las palabras de Caruana enlazan con las de Luis Linde, gobernador actual, que también compareció ante la comisión de investigación del Congreso. Linde llevó la contraria a Caruana al decir que se podía haber hecho más, como dificultar la concesión de créditos al ladrillo, un factor clave para desmontar esta bomba. Explicó que cuando todavía quedaban las provisiones genéricas, en 2007 y 2008, pareció que España no necesitaba tomar medidas, "no había crisis que lo justificase. Se tenía que haber hecho en 2011, pero ya no había capacidad fiscal. Un enfoque más enérgico hubiera ahorrado recursos públicos", concluyó. No hay que olvidar que están en juego unos 60.000 millones en ayudas a la banca.
Linde y Caruana coincidieron en el acierto del supervisor en no permitir a los bancos españoles que crearan productos subprime pese a que presionaron con dureza porque se sentían perjudicados comparativamente con sus colegas internacionales que sí lo hacían. La falta de hipotecas tóxicas al modelo estadounidense provocó que se creyera que no había problemas pese a los millones de préstamos concedidos a personas de escasa solvencia y trabajo temporal no cualificado. Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador entre 2006 y 2012, compareció en el Congreso el 18 de septiembre de 2008. Afirmó que las entidades españolas se enfrentaban con fortaleza a la crisis "por su elevada rentabilidad, solvencia y amplia cobertura de morosos".
David Vegara, secretario de Estado de Economía con Pedro Solbes como ministro, ya había marcado este guion en los primeros días de agosto de 2007. "Hay inversores europeos implicados, pero el problema está focalizado en Estados Unidos. Ninguna entidad está afectada", dijo Vegara en referencia a España. "La crisis de las hipotecas de EE. UU. no va a afectar de forma importante a la economía española", apuntó después José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, el 22 de agosto de 2007.
Y tanto los grandes como los medianos afirmaron aquel agosto de 2007 que su exposición a las subprime "es prácticamente nula". Sin embargo, desde Moody's se apuntó la posible contaminación a la banca mediana y a las cajas de ahorros "si la crisis se alarga". También el economista José Carlos Díez advirtió de posible "contagio a bancos y empresas, porque la sequía de los mercados podría afectar a su deuda". Nadie pareció escuchar los malos augurios y apostaron por una salida ordenada, que nunca llegó.
Linde resumió esta crisis: "No estábamos en el origen del problema, pero pagamos pecados nuestros y pecados ajenos".
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