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Columna
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Transparencia en la valoración

Un buen número de empresas tiene un valor en Bolsa inferior a su patrimonio neto contable

La autoridad supervisora de los mercados de valores europeos (European Securities and Markets Authority o ESMA) publica anualmente sus recomendaciones en relación a las necesidades de mejora de la información financiera publicada por las empresas cotizadas, dirigida tanto a las propias compañías como a los auditores.

Uno de los focos habituales de atención es la valoración de activos no financieros, y, en concreto, del fondo de comercio surgido en adquisiciones corporativas, que debe ser sometido a un test de deterioro con periodicidad mínima anual, con el objeto de contrastar que su valor no se haya visto mermado. El supervisor europeo lleva desde hace varios años instando a las empresas a ser lo más rigurosas posibles en la realización de dichos test, y a dar información detallada sobre las hipótesis empleadas en los mismos, tanto en relación a las previsiones de crecimiento aplicadas en las proyecciones de negocio como a las tasas de descuento utilizadas.

Se busca con ello minimizar la existencia de activos sobrevalorados en los balances de las compañías, lo que puede explicar el hecho de que un buen número de empresas tenga un valor en Bolsa inferior a su patrimonio neto contable. Eso sucede en casi una treintena de compañías cotizadas en el Mercado Continuo de la Bolsa española, que representan un porcentaje nada desdeñable de prácticamente el 25% del total de cotizadas.

Evidentemente, es el sector financiero el que presenta más casos de entidades con una capitalización por debajo de sus fondos propios, en un contexto en el que los bajísimos tipos de interés impiden dar una rentabilidad a sus accionistas acorde con sus exigencias. Precisamente por ello el mercado está implícitamente considerando que el valor de los activos está actualmente por debajo de sus registros contables. Este hecho no es exclusivo del sector bancario, sino que se extiende a muchas otras empresas a lo largo de Europa, pertenecientes a variados sectores e incluso integradas en algunos de los principales índices bursátiles europeos.

La incertidumbre sobre la valoración de activos como el fondo de comercio está en la base de la recuperación por parte de las autoridades contables españolas de la obligación de amortizar dicho fondo, que las empresas han tenido que volver a realizar desde el pasado ejercicio 2016, y que fija con carácter general en diez años el plazo en el que debe llevarse a cabo la amortización.

La vuelta de la amortización del fondo de comercio crea una asimetría en relación a las normas que rigen en otros países, e incluso a las que emplean las compañías cotizadas españolas para sus cuentas consolidadas, que son la Normas Internacionales de Información Financiera (IFRS, en sus siglas en inglés). Más allá de eso, parecen del todo razonable las continuas llamadas del supervisor europeo a aumentar la rigurosidad en la valoración de activos no financieros como el fondo de comercio, a fin de proporcionar al inversor una visión no distorsionada sobre el valor de los activos que consta en el balance de las compañías.

(*) Pablo Mañueco e Isabel Gaya son profesores de Afi Escuela de Finanzas

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