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Tribuna
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Las reformas que ya no pueden esperar

La ola de cambio global alcanza a América Latina con tareas pendientes, pero no con las manos vacías

Rebeca Grynspan Mayufis
Rafael Ricoy

Estamos en un mundo más incierto, más volátil y con más riesgos que hace un año. La adversidad siempre pone a prueba nuestro grado de preparación: América Latina llega a este momento consciente de sus avances, pero también de sus asignaturas pendientes. La región debe ser capaz de transformar la gravedad de este momento en capital político para impulsar las reformas que no hizo en el pasado; entre ellas, una mayor diversificación productiva, mayor integración regional, mejoras significativas en la productividad, y el desarrollo de una cultura emprendedora y empresarial enfocada en el talento y la innovación.

Aunque modesto, en 2017 América Latina alcanzará un crecimiento del 1,2%, después de dos años consecutivos de contracción económica. Estas buenas noticias coinciden con un deterioro de las condiciones externas, en un entorno global más inestable e impredecible. A los recientes virajes en la política exterior y comercial de los Estados Unidos, debemos sumar la incertidumbre generada por el Brexit y la incógnita electoral en Francia, Alemania y Holanda.

En lo económico, enfrentamos el riesgo de una mayor contracción del comercio internacional y una caída de los flujos de inversión hacia la región, aunado al impacto del proteccionismo sobre la demanda externa. En lo financiero, el fortalecimiento del dólar y el esperado aumento en las tasas de interés encarecerán la financiación exterior, algo que puede agravarse con el aumento del déficit estadounidense ante los recortes de impuestos, la desregulación y la expansión de la inversión en infraestructura pública que ha prometido la nueva Administración.

En igual medida, nos preocupan los valores que subyacen a estos cambios. América Latina es una región que se enorgullece de su diversidad. Mestizos y plurales, apostamos al multilateralismo y al diálogo más allá de las diferencias. Este es el momento de defender esa visión, con una voz decidida a favor de la apertura y la inclusión.

Por eso, la tarea de la integración es tanto simbólica como pragmática, un elemento para la expansión económica pero también para la defensa: nos brinda un mejor blindaje contra shocks externos y nos otorga mayor resiliencia. Únicamente un 15% de las exportaciones latinoamericanas se dirigen a la región, a pesar de que existen más de 60 acuerdos comerciales vigentes entre los países latinoamericanos. Aprovechar esos acuerdos está al alcance de la mano, así como potenciar nuestra relación con socios estratégicos, en el Atlántico y el Pacífico.

Una de las razones que dificultan una mayor integración es el déficit en infraestructura y logística que presenta América Latina. Nuestra región debe duplicar su inversión en estos rubros en los próximos años, tan solo para cerrar su brecha frente a sus principales competidores. Esto solo será posible a través de alianzas público-privadas transparentes, responsables y que recuperen la confianza de la ciudadanía.

Junto con la infraestructura, debemos potenciar la competitividad de nuestras economías, apostando por la sociedad digital, por el conocimiento, la investigación y la ciencia y la tecnología, diversificando productos y mercados. Debemos invertir en educación de calidad y formación de competencias de la fuerza de trabajo, pero también transformar la matriz productiva y aumentar el desempeño al nivel de las empresas.

Siempre que puedo insisto en la necesidad de que la región vuelque su mirada a la juventud y elimine las barreras que existen al talento. No es casualidad que las principales compañías de Silicon Valley se hayan levantado en contra de las propuestas antimigratorias de la nueva Administración estadounidense. En América Latina, una mayor movilidad de talentos nos permitiría capitalizar el acervo común de historia, cultura e idiomas que nos une. Es algo que depende de nadie más que de nosotros mismos.

En mi reciente participación en el Foro Económico Mundial en Davos me preguntaron cuáles podían ser "ganancias rápidas" en el contexto actual. Ninguna de las cosas que he mencionado es fácil, pero todas son posibles y son sin duda urgentes. Necesitamos determinación y articulación entre nuestros países para navegar esta coyuntura. La ola de cambio nos alcanza con tareas pendientes, pero no con las manos vacías.

Rebeca Grynspan es la responsable de la Secretaría General Iberoamericana (Segib)

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