Un juicio al sistema
Los correos del inspector Casaus demuestran que la antigua cúpula del Banco de España conocía el desastre de Bankia y no frenó su salida a Bolsa. La justicia analiza el papel del supervisor
La declaración como investigados, antigua figura de imputados, de la antigua cúpula del Banco de España y de la CNMV relacionada con la salida a Bolsa de Bankia, supone un giro radical en la marcha de este caso.
Hasta ahora el juez había rechazado dar este paso porque entendía que las decisiones equivocadas que llevaron a la quiebra a Bankia eran responsabilidad de sus gestores y que lo explicado por los inspectores no suponía que las cuentas fueran falsas, objeto de la causa.
No cabe duda de que los máximos gestores de Bankia, Rodrigo Rato y José Luis Olivas, (así como antes Miguel Blesa, presidente de Caja Madrid), son los principales causantes de todo lo ocurrido. En su mano estuvo corregir el rumbo de la entidad y evitar adquirir tal nivel de activos tóxicos.
Sin embargo, el sistema financiero, a diferencia de otros sectores, está bajo la supervisión del Banco de España, que debe velar por la solvencia de las entidades para garantizar a los clientes que sus ahorros están seguros. Este organismo cuenta presupuesto, instrumentos y equipos para este fin.
El inspector que inculpó a sus superiores
Hasta octubre pasado, la situación era confusa por los farragosos y radicales informes de los peritos judiciales. Sin embargo, el 14 de octubre todo cambió: se supo que José Casaus, exjefe de la inspección de Caja Madrid y después de Bankia, (y que sigue siendo un alto cargo), describió todos los males de la entidad y vaticinó que iba al desastre, cuatro meses antes de la salida a Bolsa. Como dice la Audiencia, explicó “la inviabilidad del grupo y la falacia de los resultados”.
Puede que fuera muy difícil paralizar una salida a Bolsa en ese momento porque, supuestamente, suponía el bálsamo para los problemas de España y, hasta del euro. No obstante, Casaus ha demostrado que sin aprovechar la ventaja de juzgar hechos pasados desde el presente, que siempre alegan los responsables supervisores), Bankia era un desastre seguro. Lo era desde la fusión de dos entidades enfermas, Caja Madrid y Bancaja, en junio de 2010, con el apoyo del supervisor. Unir dos de las peores y más grandes entidades no podía proporcionar un banco sano y competitivo, como aparentemente era la Bankia que salió a Bolsa en julio de 2011. La entidad, tras un año fusionada, sin reconocer las pérdidas reales y con una economía en declive que había depreciado más los activos inmobiliarios, era un monstruo financiero inviable, como dibujó Casaus con precisión.
Los responsables políticos, el Gobierno socialista y ministra de Economía, Elena Salgado, que auspiciaron la salida a Bolsa, también están detrás de la responsabilidad del fiasco. Puede que un juicio no sea el mejor lugar para analizar el desastre de esta crisis y quizá sea difícil atribuir responsabilidades penales a los exdirectivos del Banco de España (los de la CNMV se entiende poco que están imputados ya que la solvencia de Bankia no era su responsabilidad).
Sin embargo, la sociedad tiene derecho a conocer qué sabían y por qué actuaron así gestores y supervisores, hasta provocar una devastadora crisis que puede costar 60.000 millones a la sociedad y una fractura social sin precedentes. La Audiencia ha convertido el caso Bankia en un juicio al sistema y su desarrollo provocará daños colaterales, como alargar el proceso y deteriorar el prestigio de las instituciones, pero la clarividencia de Casaus fue inculpatoria.
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