La ‘nueva Turquía’ asfixia a la empresa
Las purgas del Gobierno de Erdogan tras el golpe de Estado ahuyentan la inversión extranjera
Al sector de los negocios se le puede aplicar la máxima anglosajona: "La ausencia de noticias es una buena noticia". Lo contrario suele ser síntoma de problemas y Turquía, durante el último año, no ha dejado de protagonizar titulares, bien sea por los numerosos atentados sufridos, por la inestabilidad en su vecindario y, como colofón, por el fallido intento de golpe de Estado del pasado julio, aprovechado por el Gobierno turco para imponer, mediante intensas purgas, su proyecto de una "nueva Turquía": un régimen presidencialista bajo la batuta del actual jefe de Estado y todopoderoso líder turco, Recep Tayyip Erdogan, aunque el precio a pagar sea la inestabilidad económica.
"Por muchas campañas para atraer la inversión que se hagan, si las únicas noticias que trascienden son el estado de excepción o la detención de periodistas y políticos de la oposición, eso repercute en tu imagen de manera negativa", expone el representante del Banco Sabadell en Estambul, Vicente Balbín. Existen serias dudas de que durante este año Turquía pueda alcanzar las previsiones de crecimiento del 3,5% de su PIB proyectadas por el Banco Mundial. En los últimos meses las tres grandes agencias de calificación de riesgos han reducido la nota del país y sólo Fitch la mantiene un peldaño por encima del grado "especulativo".
"Esto supone un problema porque hay fondos, como por ejemplo los de pensiones, que tienen prohibido por norma invertir en países a los que dos de las grandes agencias hayan calificado sus bonos como 'basura", explica el economista Ozan Sakar. Lo mismo es aplicable a las empresas, especialmente del norte de Europa, que tienen estrictos códigos éticos, lo que ha llevado por ejemplo a que varios ingenieros de Procera Networks, con sede en EE UU y Suecia, presentasen su renuncia en protesta por la transferencia de software que el Gobierno turco podría utilizar para espiar a sus ciudadanos. O a la venta de las acciones que el gigante alemán Axel Springer tenía en el grupo mediático Dogan alegando el opresivo clima que sufre la prensa turca.
Si bien la salida de capitales de Turquía no es alarmante, sí resulta más preocupante la caída de las entradas: la inversión extranjera directa ha descendido un 50% en lo que va de 2016 y se ha reducido a cero desde el golpe de julio. También se han producido disminuciones sustanciales de la llegada de flujos especulativos (hot money) en previsión de que la Reserva Federal de EE UU aumente los tipos de interés, convirtiendo el dólar de nuevo en valor refugio. Y eso preocupa en una Turquía que necesita de estos flujos monetarios para financiar su déficit por cuenta corriente (unos 30.000 millones de euros), más cuando su principal generador de divisas, el turismo, ha visto caer sus ingresos este año un 33%.
Todo esto ha llevado a la lira turca a deslizarse por un tobogán que no parece tener fin: ha perdido un 18% de su valor frente al dólar y el euro en lo que va de año y acumula pérdidas de hasta un 35% en el último bienio respecto a la divisa americana. El economista Mustafa Sönmez alerta del peligro que supone esta depreciación para muchas empresas turcas con deudas en divisa extranjera (el sector privado acumula una deuda externa de 200.000 millones de euros, el doble que hace un lustro). Sakar no es tan pesimista y cree que las reestructuraciones de deuda puestas en marcha alejan el peligro además de que una lira barata "puede estimular las exportaciones". Sin embargo, hay que señalar que la industria turca necesita de la importación de materias primas para manufacturar sus productos exportables y para adquirirlas necesita divisas.
Relaciones con la UE
Además de que las relaciones con la Unión Europea, destino de la mitad de las exportaciones turcas, pasan por su peor momento. Se debate congelar las negociaciones de adhesión y se ha llegado a barajar la imposición de sanciones económicas por el deterioro de los derechos humanos en Turquía (por ejemplo, suspender la renovación de la Unión Aduanera, vigente desde 1995). Pero aunque los socios europeos no parecen dispuestos a llegar a tal extremo, la sola mención de esta medida da idea de la tensión que se respira.
"El principal problema que sufrimos son las interferencias políticas, por ejemplo mediante la introducción de medidas incluso de manera retroactiva, lo que hace replantearse las inversiones. Las empresas extranjeras se quejan por ello de la falta de seguridad jurídica y de la politización de los organismos reguladores", afirma una fuente de las finanzas turcas que pide el anonimato. Una buena muestra de ello son las 594 empresas confiscadas por el Gobierno desde el fallido golpe a causa de sus supuestos lazos con la cofradía religiosa de Fetulá Gülen —a la que se acusa de la asonada—, entre las que se encuentran gigantes como el conglomerado Boydak o Koza Ipek, así como el banco Bank Asya. Otras 8.000 compañías están siendo investigadas. Incluso algunas empresas extranjeras, entre ellas una española, se han visto afectadas por la purga.
Lo que sí parece claro en esta nueva Turquía que está refundando Erdogan es que unas buenas relaciones con el círculo de poder son lo que garantiza los mejores negocios. "En cuanto el jefe [por Erdogan] lo ordene, estamos listos para enviar a los refugiados a la frontera con nuestros miles de autobuses", dijo recientemente el presidente del grupo Metro, Galip Öztürk. "Erdogan está creando su propia burguesía orgánica, que vive de la construcción y de que le otorguen contratos públicos a dedo", sostiene Sönmez. Otras empresas locales que no son lo suficientemente dóciles con el poder ejecutivo lo están pasando peor: la cotización de Ülker, el tercer mayor fabricante de galletas del mundo (posee United Biscuits y Godiva), cayó un 12% después de ser objeto de una campaña de la prensa progubernamental que, pese a los desmentidos de la compañía, la acusaba de ser cercana a la cofradía del susodicho Gülen.
A pesar del momento crítico Turquía ha demostrado en ocasiones anteriores —2001 y 2009, las más recientes— que es hábil en capear las crisis y resurgir con fuerza de ellas. De hecho, el representante del Sabadell recuerda que la economía turca posee un "gran potencial": mercado joven, base industrial, situación geográfica estratégica y un sector financiero saneado en el que los créditos morosos no superan el 3%. Sakar, por su parte, cree que el Gobierno "aún tiene mucho margen para actuar" en caso de que la situación empeore ya que las finanzas públicas están en relativa buena forma (1,7% de déficit presupuestario y una deuda pública equivalente al 31% de su PIB, frente a un 5% y un 100% en España).
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