¿Qué será de mi lata?
Los envases que tiramos se preparan en una planta antes de ser enviados a reciclaje
Hay un mito que perdura en relación al reciclaje: "¿Por qué voy a separar la basura si luego la van a juntar otra vez?".
Tiramos al contenedor amarillo unos 28 kilos de envases por persona al año en España entre plásticos, briks, latas, papel y cartón. Todos se mezclan en el mismo iglú y juntos son recogidos y enviados a plantas de separación, donde se clasifican según tamaño y composición. Una vez puestos a punto, se envían a distintas empresas recicladoras para ser transformados en nuevos envases.
A la planta de separación de Gavá, una instalación de 15.000 metros cuadrados, llegan residuos de la ciudad de Barcelona y de 35 municipios más. De la urbe proceden el 50% de los desechos. Solo de PET (tereftalato de polietileno, el plástico de uso más común) se procesan unos 22.000 kilos al día. En verano, cuando aumenta el consumo de agua embotellada, la cantidad asciende a 30.000 kilos.
En el interior de la nave, desfilando por un laberinto hipnótico de cintas transportadoras, la basura danza en orden y atraviesa diferentes cribas. El itinerario se divide en dos partes básicas: disponer el material por tamaño y clasificarlo según su composición. Este es el proceso:
1) Descarga. Los camiones depositan la basura en una extensión de la planta conocida como la playa.
2) Todo a la cinta. La basura se empuja hasta la cinta transportadora, que está soterrada en su inicio para facilitar la carga.
3) Lo voluminoso se extrae. Operarios separan manualmente los residuos más voluminosos para darles otro tratamiento.
4) Abrebolsas. Una máquina con púas rasga las bolsas de plástico llenas de desperdicios para esparcir su contenido.
5) El trómel. El flujo de objetos llega hasta la joya de la corona de la planta, el trómel. Una máquina de 3 metros de diámetro que, como si de una enorme lavadora se tratara, centrifuga los envases y los criba haciendo que los envases caigan por agujeros de diferente tamaño.
6) Separador balístico. Con un movimiento oscilatorio, este aparato filtra los materiales en función de su peso y forma tres grupos: planares (envases más planos), rodantes y finos.
7) Láser. En la separación óptica unos sensores de imagen analizan los residuos en milésimas de segundo. En función de su composición son propulsados a diferentes conductos por unos chorros de aire.
8) Magnetismo. Un imán atrae y extrae los materiales metálicos.
9) Focault. Las corrientes de Foucault, un físico que demostró en 1851 la rotación terrestre con el movimiento de un péndulo, afinan aún más la disección: mediante oposición de campos magnéticos los metales férricos son separados de los no férricos, que son repelidos y abandonan la cinta del resto de materiales.
10) Balas de colores. Los materiales ya separados se prensan en bloques y se envían a empresas recicladoras.
Nada se tira en la planta de Gavà. Incluso los residuos más pequeños, inviables para el reciclaje, son transformados en combustible por un gestor externo. Y los pocos envases que no se han cribado correctamente son cazados por operarios para realimentar el circuito.
Tras atravesar todos los ingenios de la planta, la basura termina prensada y separada en unas coloridas balas: briks, plásticos y envases de hierro y aluminio. Y de ahí al reciclaje, y del reciclaje a la nueva vida.
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