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Camisas tecnológicas y artesanas

Mirto amplía su negocio con la prudencia que le permitió sortear la crisis

Fábrica de camisas de Mirto en Madrid.
Fábrica de camisas de Mirto en Madrid.Jaime Villanueva
Thiago Ferrer Morini

En un mundo tan poblado de sombras como el de la industria textil, en el que es difícil trazar el camino de una prenda hasta que llega a las estanterías, una fábrica rebosante de luz como la que tiene la camisería Mirto es una excepción. Y más por el lugar en el que está: a menos de 10 kilómetros de la Puerta del Sol. En los últimos 15 años, han desaparecido el 40% de los puestos de trabajo en el sector textil madrileño, y el 70% en todo el país.

No es que la empresa lo haga todo ni que lo haga aquí, en esta fábrica de seis plantas en un polígono industrial del distrito de San Blas. Aunque algunos rollos de tela se elaboran en España, los tejidos usados en las camisas de la marca se importan de Italia, Egipto y Reino Unido. Y algunos productos de la marca se fabrican fuera conforme las necesidades de la producción. “Pero casi todo se hace en España”, resalta Ricardo Fraguas Gadea, el director general de la empresa. “Y todo en la UE”.

Pero este edificio es el centro del negocio. “Esto es como una joyería”, explica Marta Sanz, responsable de comunicación. “Todo tiene que encajar con precisión. Llevamos a cabo un estricto control de calidad desde el minuto uno”. Las telas se revisan en el momento en el que llegan a la sala de corte. No solo las imperfecciones se descartan. “Una camisa tiene entre unas 18 y 20 piezas de tela”, explica Sanz. “El motivo de cada una de ellas ha de encajar con las otras. Es una señal del cuidado que le ponemos. Acabamos tirando mucha tela [y señala un contenedor lleno de retales] pero los mejores restaurantes son los que tiran más”.

Los estampados son la marca de la casa: la oportunidad de negocio que Ricardo Fraguas Álvaro, empleado de unos almacenes textiles con 20 años recién cumplidos, vio en 1956, el año en el que el franquismo dio un golpe de timón en su política económica y puso rumbo hacia mercados más abiertos. “Mi padre vio más allá de la camisa azul y blanca”, explica Fraguas Gadea, hijo del fundador. “Buscó un socio que se encargase de la parte técnica, mientras que él se ocupaba de la distribución y las ventas”. Era tan joven que tuvo que esperar para adquirir formalmente su parte en la empresa que contribuyó a fundar: la mayoría de edad en aquel entonces era de 21 años.

Con la apertura económica el país tuvo permiso para empaparse de las últimas modas y la propuesta de Mirto fue un éxito. Y aunque la camisa haya dejado de ser la punta de lanza de la innovación en el vestuario masculino, hoy en día sigue siendo la principal seña de identidad de la marca. Y acertar es prioritario. “No es ni primavera de 2016 y nosotros ya estamos visitando a los proveedores para preparar la colección de verano de 2017”, apunta Fraguas Gadea. “Estamos viendo muestras de los diseños que vamos a utilizar”.

De un sótano, la firma fue ganando tamaño hasta la fábrica del barrio de Simancas, donde está instalada desde los años setenta. Aquí, una cadena de producción en la que trabajan alrededor de 50 personas tarda 30 minutos en convertir un rollo de tela en ropa. Muchos de los empleados llevan décadas en la firma. “Somos como una familia”, considera Fraguas Gadea.

El proceso combina la última tecnología con el factor humano. Un robot calcula y traza los motivos en la tela, pero es un operario el que la corta utilizando un instrumento parecido a una sierra de marquetería. Los diseños de los ojales y el moldeado de los puños y los cuellos están automatizados, pero los guantes que llevan los empleados tienen cortes para dejar al aire las yemas de los dedos. “Si no lo hiciesen así sería imposible saber el tacto de la tela”, indica Sanz.

Ese énfasis por el cuidado es esencial para la reputación de la empresa. De hecho, una de las líneas de negocio en auge es la de las camisas a medida, un mercado que, pese a sus menores márgenes de beneficio, permite a la firma apuntar hacia los segmentos más altos del mercado de la moda. “Nosotros mezclamos artesanía y tecnología”, considera Fraguas Gadea. “Un sastre no puede hacer un producto con la precisión que hacemos nosotros”.

Es un proceso elaborado que, según la empresa, pone a los productos de la firma a la altura de sus rivales con un precio más ajustado. “Sí, somos caros [el precio de una camisa de la marca ronda los 80 euros en España]”, apunta Fraguas Gadea, “pero somos los baratos de los caros”.

En la década de 1990 Ricardo Fraguas padre se hizo con la totalidad de la empresa a través de la Corporación Industrial Mirto. Con casi 80 años, sigue yendo a diario a su oficina. Y, aunque dos de sus tres hijos, Ricardo y Elena, también trabajan en la gestión de la empresa, la huella del patriarca se nota en cada rincón. “Nuestro padre sigue al pie del cañón”, señala Fraguas Gadea. “Es su empresa y seguirá con ella toda la vida. Tenemos el lujo de poder contar con él. Nos permite combinar las ideas más innovadoras con la sabiduría de la experiencia”.

Esa sabiduría es lo que ha permitido a la compañía sortear la crisis relativamente a salvo. “Mi padre estuvo muy fino al saber que las cosas tenían su riesgo”, señala Fraguas Gadea. “Hemos sido conservadores en el mejor sentido de la palabra, no hemos ido a lo loco y hecho cosas que a nuestros competidores les han dado más disgustos”. La inmensa mayoría de la facturación, que fue de casi 16 millones de euros en 2014 (y que, según la empresa, rondó los 21 millones en 2015), proviene de las ventas mayoristas. Y el ejercicio pasado el grupo terminó en números negros, al igual que el año anterior y el anterior a ese.

Pinitos en Internet

La joya de la corona son los más de 80 espacios con su marca (corners) en los centros comerciales El Corte Inglés. Además de contratos con otras 400 tiendas minoristas, la empresa está haciendo sus pinitos en Internet a través de una tienda online. “Está pensada, sobre todo, para el cliente regular, que ya conoce sus tallas y sabe exactamente lo que quiere”, afirma Gadea.

No es la única novedad que la empresa ha empezado a implantar desde 1998, cuando la segunda generación de los Fraguas llegó a la empresa. Tras décadas dedicados en exclusividad a la ropa de vestir masculina, en 2000 la firma empezó a comercializar otros productos, como calzoncillos o pijamas. Al año siguiente, inauguró una línea femenina.

El objetivo para el futuro es reforzar la imagen de marca de la compañía para su expansión internacional. Al contrario que otras empresas del sector, Mirto solo vende fuera un 15% de su producción. Y la competencia es intensa con industrias con más caché, como la italiana. Pero las cosas han cambiado. “Las empresas de fast fashion, como Zara, han cambiado la imagen de la moda española”, apunta Fraguas Gadea. “Hay que tener en cuenta que nosotros usamos las mismas materias primas que nuestros competidores”.

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Sobre la firma

Thiago Ferrer Morini
(São Paulo, 1981) Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid. En EL PAÍS desde 2012.

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