Productos Ilegales, S. A.
El crimen organizado tiene un peso importante en la economía global
En la primera temporada de la popular serie de televisión The Wire (Bajo Escucha), un agente de policía sigue a uno de los protagonistas, un poderoso narcotraficante, en un paseo fuera de su barrio. Para su sorpresa, se lo encuentra en una clase de administración y dirección de empresas. La razón de ser del crimen organizado es, por debajo de las bambalinas cinematográficas, la asombrosa cantidad de dinero que mueve. “Solo en Estados Unidos, el menudeo de droga representa entre 50.000 y 150.000 millones de dólares”, señala por teléfono Rodrigo Canales, profesor de la universidad de Yale. “Microsoft facturó 86.000 millones de dólares el año pasado”.
En términos cuantitativos, de hecho, hay que considerar al crimen organizado una parte no menor de la economía global. Según el Foro Económico Mundial, se estima que mueve alrededor de tres billones de dólares al año, el equivalente a de un 20% a un 25% del comercio legítimo. Eso impacta directamente en los ingresos fiscales: solo en impuestos sobre el tabaco, el contrabando hace perder a los Estados 50.000 millones de dólares al año.
¿Cuánto se parecen las organizaciones criminales a las grandes empresas legítimas? Sabemos muy poco, o, al menos, muy poco con certeza. “Es extremadamente difícil responder a esa pregunta”, considera Canales. “Cuando sabemos algo, hacemos inferencias a base de pequeños pedacitos de la película”. “Hay un gran número de ejemplos de organizaciones criminales, pero la información está dispersa en casos separados”, explica Jacob Shapiro, profesor de Política y Relaciones Internacionales de la universidad de Princeton. “Si pudiéramos investigarlos todos, sabríamos más de lo que sabemos hoy”.
En todo caso, lo que sí sabemos revela que muchas de las tendencias del mundo empresarial legítimo también se están aplicando al crimen organizado. Sobre todo, el fin de la gran corporación, familiar, monolítica y diversificada, y su sustitución por modelos de negocio más flexibles, más profesionalizados y más centrados. “No podemos imaginar que la federación de Sinaloa sea una organización como Coca-Cola”, comenta Canales. “Es mucho mejor entenderlo como pequeñas células que se coordinan entre sí y que son bastante fluidas”. Por ejemplo: “Si quiero hacer algo no lo hago yo mismo”, explica Canales. “Contrato a una pandilla de la zona y pago en especie”.
El resultado es profesional. “Imagínese la sofisticación de una cadena de distribución que en media hora te trae droga a casa”, relata Canales. Con una dificultad adicional: el riesgo permanente de captura y las precauciones que deben tomarse. “Para las organizaciones criminales es mucho más difícil, porque no hay papeles”, explica Shapiro. O, como indicó el periodista del New Yorker y socio de la Century Foundation Patrick Keefe en un reportaje sobre el cártel de Sinaloa, “como calco de una organización empresarial legítima, el cártel es como Ginger Rogers, que hacía lo mismo que Fred Astaire pero de espaldas y con tacones”.
¿Tienen las organizaciones terroristas ese mismo talento para los negocios? Ríos de tinta han fluido hablando de la licenciatura en Empresariales de Osama bin Laden y de la eficiencia empresarial de Al Qaeda, pero Shapiro pide prudencia. “Se habla mucho del poderío económico del Estado Islámico”, considera. “Pero, por lo que sabemos, la producción de petróleo se reduce drásticamente cuando toman el poder; la mayoría de sus ingresos son incautaciones”.
Hay un factor adicional que explica el persistente éxito del crimen organizado. “Todos y cada uno de los largos y complejos eslabones de la cadena de valor cuentan con la complicidad de la sociedad”, considera Canales. Porque ninguna de estas organizaciones criminales prosperaría si no hubiera consumidores para sus productos. Como dijo el mafioso Al Capone refiriéndose a su negocio clandestino de alcohol, “todo lo que hago es satisfacer la demanda”.
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