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El milagro del zapato

El 95% de la producción portuguesa de calzado se vende en el mercado exterior

Una empleada inspecciona los zapatos en la fábrica de Helsar-Industria de Calçado en Portugal.
Una empleada inspecciona los zapatos en la fábrica de Helsar-Industria de Calçado en Portugal. Paulo Duarte

Un ciudad del norte de Portugal, Guimarães, concentra el sector más dinámico del país. Perdida en el interior de una difícil orografía, fue el símbolo del zapato barato y hoy es el del zapato de moda.

El sector fabricará este año cerca de 90 millones de pares, el 95% para el extranjero. Por primera vez, la facturación rozará los 2.000 millones de euros, con un crecimiento del 7,3% respecto a 2014. En los últimos cinco años, las exportaciones han crecido un 54%. El zapato made in Portugal pisa en 152 países.

Hasta hace bien poco, el núcleo del negocio dependía de la marca blanca y los encargos de terceros, de Zara a Lacoste, de Cavalli a Callagham, entre otros muchos, que dictaban diseño y precio. Tras unos años de crisis generalizada, con la desaparición de muchas fábricas, el empresariado autóctono ha sido más ambicioso, abarcando toda la rueda comercial hasta llegar a la tienda, abriendo cadenas de zapaterías como Foreva o Zilian.

Pero el milagro del zapato portugués no radica solo en su crecimiento o en su exportación a todo el mundo, sino que ha conseguido ser sinónimo de moda; ha pasado del zapato de batalla al zapato cool. Ha creado lo más difícil, marca.

Fly London, Cubanas, Stiletto, Luís Onofre, Ferre, Dkode, Nobrand, Goldmud o J. Reinaldo son marcas portuguesas que circulan por las pasarelas internacionales. Y la marca significa precio.

El zapato portugués es el segundo más caro del mundo, con un precio medio de salida de fábrica de 28 euros. Ya ha desbancado a Francia y solo tiene por delante el calzado italiano, con un precio medio de 43,9 euros. En el otro extremo del escalafón reina China, que produce el 65% de los zapatos del mundo a 3,8 euros de media, según el último World Footwear Yearbook. El precio medio del zapato español es de 19,5 euros.

La estrategia del calzado portugués ha sido acudir a nuevos mercados y diversificar su gama de productos, señala la Asociación de Calzado, APICCAPS. “La fuerte especialización en el calzado de cuero, más del 80% de nuestra producción, ha sido determinante para conseguir estos resultados”. Según la asociación, el zapato “es el producto que más contribuyó a la balanza comercial del país”, con un saldo positivo de 1.300 millones de euros.

Las más de 1.300 empresas y 35.000 trabajadores ya no dependen de la bonanza económica de un país, ni siquiera de un continente. Si Europa flaquea, como sucede ahora con apenas un 6% de crecimiento en el sector, el calzado portugués abre puertas en los lugares más insospechados. Las exportaciones a China han crecido un 81%, para Colombia se han duplicado, en Estados Unidos suben un 43% y en Japón el 17%.

El zapato portugués ha roto con los estereotipos raciales, inculcados incluso por la idiosincrasia de sus selectos ciudadanos. “Hace unos años, el presidente de la República me dijo que eso de fabricar zapatos era cosa de chinos”, recuerda Fortunato Frederico; “que el futuro de Portugal era tecnológico, científico e informático. Me lo decía a mí, que llevaba fabricando zapatos desde los 14 años”. Frederico, soldado en Angola y superviviente de todo, es quien está detrás de la exitosa marca Fly London, totalmente made in Guimarães.

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