El frenazo chino amenaza el éxito de la ‘Abeconomía’
La desaceleración de su mayor rival acerca a la economía japonesa a la recesión
Japón parece tropezar una y otra vez en la misma piedra. Cuando llega el momento de las reformas estructurales, si no es por la desaceleración de la economía o una recaída en la deflación, las esperadas medidas no acaban por concretarse. La llegada de Shinzo Abe al poder dio nuevos bríos a esos propósitos que ahora corren el riesgo de sucumbir, paradójicamente, ante la desaceleración de su principal rival político y económico, China. Japón bordea la recesión y eso complica la aprobación de muchas medidas aún pendientes.
El pasado miércoles la agencia de calificación de riesgos Standard & Poor’s rebajaba un escalón la deuda de Japón a A+ (cinco niveles por encima del bono basura), con un dictamen que no dejaba lugar a dudas: “Pese a la esperanza inicial, la estrategia económica del Gobierno —conocida como Abeconomía— no será capaz de revertir el deterioro [de rentas y precios] en los próximos dos o tres años”. S&P se sumaba así a los recortes que ya habían aplicado a la valoración de la deuda nipona las otras dos grandes calificadoras.
El próximo jueves, el primer ministro Shinzo Abe tiene previsto anunciar su nueva estrategia económica, pero el mercado ya ha descartado que los planes vayan a suponer un revulsivo.
Demasiadas reformas pendientes
El Gobierno aún debe lograr la aprobación de la plena liberalización del mercado energético para 2016 y adoptar cambios en el mercado laboral, como le reclamaba este verano el Fondo Monetario Internacional (FMI). Los leves cambios introducidos para permitir la llegada de trabajadores extranjeros resultan, a juicio de los expertos, claramente insuficientes.
En el ámbito tributario, la debilidad del crecimiento y la necesidad de controlar el elevado déficit público dificulta la nueva rebaja del impuesto sobre sociedades del 32,11% al 31,33%, uno de los más altos del mundo.
Las zonas especiales económicas no cuentan con un desarrollo de infraestructuras que las haga viables.
Abe confiaba, además, en lograr un impulso extra de las exportaciones gracias al Acuerdo de Asociación del Pacífico (TPP, por sus siglas en inglés), que sería el primer acuerdo comercial para Japón. Pero las discrepancias entre los legisladores estadounidenses está dificultando su aprobación definitiva por parte del Congreso de Estados Unidos.
En el segundo trimestre Japón registró una caída del PIB del 1,6% y, lo que parecía un retroceso temporal, tiene cada vez más visos de terminar como la segunda recesión del país en poco más de un año. “Ahora que el crecimiento japonés empezaba a repuntar después del impacto de la subida del IVA del año pasado, un nuevo shock ha golpeado a la economía: las dudas sobre la economía de China”, asegura Alicia García-Herrero, economista jefe de Natixis para la región de Asia-Pacífico.
El desempeño económico de China es ya tanto o más importante para Japón que el de Estados Unidos. Aunque en 2014 las exportaciones niponas a EE UU suponían el 18,6% del total frente al 18,3% de China, pero su conexión con el resto de las economías asiáticas hace de China el factor clave para su comercio exterior. [En 2014, Japón exportó el 54% de sus bienes a Asia].
Los números rojos del segundo trimestre se explican por la caída de las exportaciones y el consumo interno. En agosto, las ventas a China se contrajeron un 9,2% y otros indicadores de actividad, como la producción industrial y los pedidos de maquinaria, ya mostraban en julio una debilidad mayor de la prevista. Ese entorno económico crecientemente incierto y la desconfianza que refleja la decisión de S&P, dicen los expertos, no animan precisamente a la inversión privada, clave para que Japón evite la recesión técnica (que el consenso de los economistas define como dos trimestres consecutivos con caídas del PIB).
“Irónicamente, los problemas de China, que podrían haber permitido a Abe disfrutar cierta alegría por el mal ajeno, podrían hacer descarrilar su principal proyecto económico”, subraya García-Herrero.
Con esos mimbres, la previsión del Gobierno de que la economía crecería un 1,5% este año y un 1,7% el próximo parece más que optimista y no existe mucho margen fiscal para llevar a cabo nuevos planes expansivos: la deuda pública se sitúa en el 242% del PIB y el déficit cerró 2014 en el 6,8% del PIB. Con los precios de las materias primas a la baja, lo previsible es que las presiones deflacionistas se acentúen.
Estímulos
Ni los 10 programas de expansión cuantitativa que ha llevado a cabo el Banco Central de Japón —22 si se le aplicaran los criterios que establece la Reserva Federal de EE UU—, ni los estímulos fiscales aprobados por el Gobierno han servido para dar alas a la economía en estos años. No son pocos los expertos que sostienen que, en economías sobreendeudadas, los estímulos se utilizan para reducir la carga de deuda e inflan el precio de determinados activos (como las acciones) y no se trasladan a la economía ni la inversión real.
Japón es un buen ejemplo de esa tesis. S&P recuerda que entre 2011 y 2014 la renta per capita nipona se ha reducido de los 47.000 dólares a los 36.000. “Al margen de una fuerte depreciación del yen, esa tendencia refleja sin duda el débil crecimiento económico de estos años y la persistente debilidad en los precios”, señala la agencia.
En ese tiempo, sin embargo, los precios de las acciones de la Bolsa de Tokio se han más que duplicado, pese al descenso del 15% que han sufrido desde los niveles alcanzados en junio, máximo de los últimos 18 años y medio. Los beneficios empresariales se han multiplicado por dos mientras que el crecimiento real de los salarios registró en julio el primer incremento en dos años y medio.
Con su popularidad en mínimos, tras los cambios introducidos en la política de Defensa, muchos dudan que algunas de las impopulares medidas prometidas por Abe —como la segunda subida del IVA del 8% al 10%— vayan a ver finalmente la luz.
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