¡Hurra por ‘Obamacare’!
Unos 15 millones de estadounidenses han conseguido un seguro sanitario
Me preguntan si estuve esperando la decisión del Tribunal Supremo sobre las subvenciones de Obamacare sentado con impaciencia en el borde de una silla. No. Estuve caminando de un lado a otro de la habitación, demasiado nervioso para sentarme, preocupado porque el tribunal utilizase una frase redactada de cualquier manera para privar a millones de personas de un seguro sanitario, condenar a decenas de miles a la ruina económica y sentenciar a miles a una muerte prematura.
No fue así. Y esto significa que las grandes distracciones —los problemas iniciales de la página web, los intentos de sabotaje legal, objetivamente ridículos, pero no obstante amenazadores— han quedado atrás, y podemos centrarnos en la realidad de la reforma sanitaria. La Ley de Asistencia Sanitaria Asequible se encuentra ahora en su segundo año de plena vigencia; ¿qué tal funciona?
La respuesta es: mejor de lo que muchos de sus defensores piensan.
Empecemos por el objetivo más elemental de la ley: dar cobertura sanitaria a quienes antes no la tenían. Los detractores de la ley insistían en que, en la práctica, reduciría la cobertura; la realidad es que unos 15 millones de estadounidenses han conseguido un seguro sanitario.
¿Pero no es este un éxito muy parcial, dado que millones de personas siguen sin cobertura? Bueno, muchos de los que aún no tienen seguro se encuentran en esa situación porque los correspondientes Gobiernos estatales se han negado a permitir que el Gobierno federal los inscriba en Medicaid [el programa de asistencia sanitaria para gente de muy bajos recursos] .
Aparte de eso, debemos ser conscientes de que ni la intención ni lo que se esperaba de la ley era que cubriese a todo el mundo. Los inmigrantes indocumentados no pueden acogerse a ella y cualquier sistema en el que la gente no quede inscrita automáticamente dará pie a que parte de la población quede excluida de él. Massachusetts lleva casi una década garantizando la cobertura sanitaria, pero el 5% de su población adulta no anciana sigue sin tener seguro.
Supongamos que tomásemos el 5% como referencia. ¿Cuánto nos hemos aproximado a ese porcentaje? Los datos del Instituto Urban muestran que, en los estados que han aplicado plenamente la ley y han ampliado Medicaid, el número de personas sin seguro ha pasado de más del 16% a solo el 7,5% (es decir, que llegado el segundo año, ya hemos recorrido alrededor del 80% del camino). Y la mayor parte, con la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible.
Pero, ¿qué calidad tiene esa cobertura? En virtud de la ley, los planes más baratos tienen una cantidad relativamente grande de gastos desgravables e imponen unos desembolsos considerables. Aun así, los planes son inmensamente mejores que la ausencia de cobertura o que los planes excesivamente elementales, que ahora son ilegales. Los recién asegurados sufren muchísimos menos apuros económicos a causa de la cobertura sanitaria y afirman sentirse muy satisfechos con ella.
¿Y qué hay de los costes? En 2013, nos hacían advertencias terribles sobre el “repunte de las cuotas” que se avecinaba; lo cierto es que las primas se han mantenido muy por debajo de lo esperado. En 2014, los sospechosos de rigor aseguraban que, cuando llegase 2015, las primas se dispararían; la subida ha sido solo del 2% en realidad. Se produjo otra oleada de historias de miedo sobre la subida de las cuotas a principios de este año pero, a medida que se recibe la información, parece que el aumento de las primas de 2016 será mayor que el de este año, aunque seguirá siendo moderado desde una perspectiva histórica (lo que significa que las primas siguen mucho más bajas de lo esperado).
Y también ha caído en picado el crecimiento del gasto sanitario general, seguramente debido, en parte, a las medidas de control del coste, pensadas fundamentalmente para Medicare [el programa sanitario para los mayores de ], que también eran un elemento importante de la reforma sanitaria.
El Tribunal Supremo de EE UU ha validado la reforma sanitaria. Está aquí, funciona y es la pesadilla de la derecha
¿Y qué hay de los efectos económicos colaterales? Una de las muchísimas votaciones republicanas en contra de Obamacare tuvo que ver con la aprobación de algo llamado Revocación de la Ley Sanitaria Destructora de Empleo, y los detractores de la reforma han advertido una y otra vez de que el hecho de ayudar a los estadounidenses a pagarse la asistencia sanitaria representaría una condena económica. Pero los datos no hablan de destrucción de empleo: la economía estadounidense ha ganado, de media, más de 240.000 puestos de trabajo al mes desde que Obamacare entró en vigor, el mayor aumento desde la década de 1990.
Para terminar, ¿qué pasa con las afirmaciones de que la reforma sanitaria dispararía el déficit presupuestario? En realidad, el déficit ha seguido bajando, y la Oficina Presupuestaria del Congreso se reafirmaba hace poco en su conclusión de que la revocación de Obamacare incrementaría el déficit, no lo reduciría.
Si sumamos todo esto, lo que obtenemos es el retrato de un triunfo político; una ley que, a pesar de todos los esfuerzos de sus detractores por socavarla, logra sus objetivos, cuesta menos de lo esperado y consigue que la vida de millones de estadounidenses sea mejor y más segura.
No obstante, tal vez se pregunten por qué una ley que funciona tan bien y es tan beneficiosa es objeto de tanta malevolencia política (malevolencia que, por cierto, queda claramente expuesta en la opinión discrepante del juez Antonin Scalia, con su discurso contra los “tejemanejes interpretativos”). Lo que los conservadores siempre han temido de la reforma sanitaria es la posibilidad de que pueda triunfar y, con ello, les recuerde a los votantes que, a veces, las medidas gubernamentales pueden mejorar la vida de los estadounidenses corrientes.
Esa es la razón por la que la derecha se empleó a fondo para destruir el plan sanitario de Clinton en 1993 y ha intentado hacer lo mismo con la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible. Pero Obamacare ha sobrevivido, está aquí y funciona. La gran pesadilla conservadora se ha hecho realidad. Y es algo hermoso.
Paul Krugman recibió el premio Nobel de Economía en 2008.
© The New York Times Company, 2015.
Traducción de News Clips.
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