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China se aboca a mayores estímulos

Las autoridades aumentan el gasto fiscal y la liquidez ante una economía que muestra signos de debilidad persistente

Una familia descansa delante de la sede del Banco Popular de China en Pekín (China).
Una familia descansa delante de la sede del Banco Popular de China en Pekín (China). EFE

Durante el último medio año al Banco Popular de China (PBOC), dueño de la política monetaria del gigante asiático, se le acumula el trabajo. En noviembre de 2014 bajó los tipos de interés ante la evidente desaceleración de la economía china y desde entonces los ha reducido en dos ocasiones más para que un menor coste de la financiación insuflara algo de vitalidad a la segunda economía mundial. En este mismo periodo también ha recortado el coeficiente de caja de los principales bancos del país —dos veces— para aumentar los niveles de liquidez.

Los estímulos lanzados, sin embargo, no han sido suficientes para contrarrestar la bajada del crecimiento de China, provocado por el enfriamiento de su mercado inmobiliario y la ralentización de su potente industria, que arrastra un exceso de capacidad que ni la demanda interna ni la externa son capaces de absorber. El país creció un 7% durante el primer trimestre del año, la menor tasa desde el estallido de la crisis financiera internacional, y los datos de este segundo trimestre apuntan, a pesar de los esfuerzos del PBOC, a un enfriamiento todavía mayor.

La entidad financiera HSBC publicó este jueves su estimación del Índice Gerente de Compras, un termómetro del sector industrial en China, que mostró que la actividad del sector se contrajo por tercer mes consecutivo. "El debilitamiento de la demanda junto con los nuevos recortes de empleo indican que el sector puede tener muchas dificultades para expandirse al menos en el corto plazo, ya que las empresas están moderando sus planes de producción acorde a este nuevo contexto", aseguró Annabel Fiddes, economista de Markit. Un centro de estudios próximo al Gobierno estima que el crecimiento podría caer hasta el 6,8% entre abril y junio. Pekín aspira a crecer un 7% este año.

Además de los movimientos del Banco central, el Gobierno también ha incrementado significativamente su gasto. En abril creció un 33,2% más en comparación con el mismo periodo anterior con la aprobación de nuevos proyectos ferroviarios -algunos de alta velocidad-, más vivienda social, instalación de fibra óptica u obras relacionadas con el abastecimiento energético.

Los analistas auguran que los estímulos fiscales y monetarios irán a más, pero la duda recae en hasta dónde se puede llegar. "La buena noticia es que en los dos últimos años no hemos recurrido a medidas masivas para conseguir crecimiento. Aún contamos con un espacio bastante amplio y muchas herramientas en la caja para actuar si fuera necesario", avisó en marzo el primer ministro del país, Li Keqiang.

Solamente en el ámbito monetario queda aún mucho margen: a pesar de las bajadas del último medio año, el tipo de interés a los préstamos se sitúa en el 5,1% y el coeficiente de caja en el 18,5%. Se calcula que por cada punto porcentual de recorte de este último se liberan, como mínimo, 1,2 billones de yuanes (unos 173.400 millones de euros) en la economía.

Un plan de estímulo monetario masivo como el que está en marcha en la Eurozona y en Japón no parece estar en los planes del ejecutivo chino. Sin duda una depreciación del yuan respecto al dólar ayudaría a aumentar las ventas al exterior, y, a su vez, revitalizar el crecimiento económico, pero el movimiento no coincidiría con la voluntad de Pekín de cambiar su modelo de crecimiento para dar un mayor protagonismo al consumo interno. Tampoco contribuiría a la estrategia china de internacionalizar el uso de su moneda fuera de sus fronteras y podría fomentar las fugas de capital en un momento clave en el proceso de liberalización del yuan.

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