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Turquía busca recalentar la economía

El Gobierno de Erdogan, con la vista puesta en las elecciones, presiona al banco central para que abarate el crédito y diseña planes para reactivar la inversión extranjera

Andrés Mourenza
Vista de Estambul, con varios edificios en construcción.
Vista de Estambul, con varios edificios en construcción. Kerem Uzel (Bloomberg )

“El señor Durmus que se meta en sus asuntos”. Al presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, no le gusta que le lleven la contraria. Para él, la última bajada del tipos de interés de referencia del Banco Central de Turquía (medio punto, hasta el 7,75%) no es suficiente: el precio de los créditos tiene que seguir cayendo y así lo hará también la inflación, uno de los eternos problemas de la economía turca. No importa que todos los economistas —el exgobernador del Banco Central, Durmus Yilmaz, ha sido uno de ellos— hayan avisado de que la relación entre tipos de interés e inflación no funciona exactamente así. A Erdogan eso no le importa. Los intereses tienen que bajar.

Hay razones más prosaicas que las teorías económicas de Erdogan tras las continuas presiones políticas a las que está sometiendo a la institución monetaria. “Pretende dar un empujón a la economía mediante facilidades crediticias antes de las elecciones (del próximo junio)”, explica el economista turco Emre Deliveli, “para así obtener una mayoría suficiente que le permita cambiar la constitución”. El objetivo de Erdogan, según ha clarificado él mismo, es convertir el sistema parlamentario turco en una república presidencialista bajo su batuta. El problema es que estos juegos políticos con el tipo de interés han hundido la lira turca en mínimos respecto al dólar, divisa frente a la que ha perdido un 20 % de su valor en los últimos nueve meses.

Turquía ha sido uno de los mercados emergentes a los que mejor les ha ido en la última década. Las exportaciones se han multiplicado e importantes empresas —desde Ford y Renault a Zara— se han instalado en suelo turco o han ampliado sus fábricas. Las compañías turcas, como los productores de electrodomésticos Arçelik-Beko y Vestel o la de alimentación Ülker, también se han hecho grandes y han salido a la conquista de mercados más allá de sus fronteras. Las reformas económicas de las primeras dos legislaturas de Erdogan han permitido la reducción de la inflación, el déficit y la deuda, situando las cuentas públicas en niveles que darían envidia a cualquier estado de la zona euro; y, en los últimos 13 años, se ha registrado un crecimiento medio del 5% anual, con picos de más del 9% incluso en la época más dura de la crisis.

La política de tipos de interés bajos ha reducido mucho el valor de la moneda

Sin embargo, las perspectivas ya no son tan buenas y las predicciones hablan de un crecimiento del PIB de en torno al 3% ó 3,5 % para los próximos años, una cifra considerada insuficiente para asumir la ingente mano de obra que cada año produce Turquía, un país eminentemente joven. La razón de esta desaceleración se encuentra no sólo en que la situación en su vecindario ha hundido a algunos de sus principales socios comerciales —Rusia, Irak, Siria— sino también en la excesiva dependencia de los flujos de financiación externos. “Durante los últimos 10 años ha habido mucha liquidez barata que se ha abierto camino a los mercados emergentes como Turquía, que financiaba así su crecimiento y lo canalizaba al consumo doméstico”, explica Deliveli. El problema es que de esos flujos de capital que llegan a Turquía la mayor parte es dinero especulativo y no inversión productiva, que ha caído a la mitad respecto al récord de 22.000 millones de dólares anuales registrados en 2007. “Este modelo te hace vulnerable a las interrupciones en los flujos de capital”, añade el economista. “El dinero especulativo va y viene. Por ejemplo, un fondo de inversión puede comprar medio millón de dólares en bonos turcos y retirarlos de repente con un clic de ratón. Y este dinero no llega aquí porque le guste el Bósforo, sino porque los intereses son altos. Así que si bajas los tipos de interés, se reduce el flujo de capitales y la lira se devalúa”.

La reducción del programa de compra de bonos de la Reserva Federal estadounidense ya provocó el año pasado una monumental huida de capital de Turquía y la lira se desplomó. El Gobierno turco confía ahora en que las inyecciones de liquidez del Banco Central Europeo también lleguen a su mercado y le permitan compensar la retirada de dinero hacia EE UU. Pero, la bajada de intereses no ayuda en este sentido.

Hay riesgos en el futuro inmediato, entre ellos, que la debilidad de la lira afecte a sectores como uno que está despuntando: la construcción. “El sector inmobiliario representa alrededor del 20% del PIB. Además de la renovación urbana y de proyectos como el Marmaray (el túnel submarino que une Asia y Europa), Kanal Istanbul (un estrecho de navegación), el tercer puente sobre el Bósforo o el tercer aeropuerto de Estambul, el Gobierno ha decidido renovar 6,5 millones de viviendas”, explica Ilker Ayci, presidente de la Agencia de Promoción y Apoyo a la Inversión (ISPAT).

Pese a que las publicaciones especializadas advierten de un riesgo de “sobrecalentamiento” del precio de la vivienda, los analistas consultados descartan una eventual burbuja inmobiliaria al estilo de la española. “El tamaño del sector hipotecario está por debajo del 25% del PIB, porque los préstamos que se conceden son mucho menores al precio de la vivienda, así que la exposición financiera es baja”, afirma Sinan Ülgen, presidente del centro de investigaciones económicas EDAM, subrayando que, además, el sistema bancario turco es “robusto”, tras las reformas realizadas después de la crisis de 2001. Los problemas podrían venir por parte de promotores y constructores. En primer lugar porque la renta per cápita turca se ha estancado desde hace ocho años en torno a 10.000 dólares y el nivel de ahorro se ha reducido mucho, por lo que se espera una bajada en la demanda. En segundo lugar, porque muchas de estas empresas captan créditos en divisa extranjera, mientras que sus beneficios son en liras turcas.

De acuerdo a Vicente Balbín, representante del Banco Sabadell en Estambul, esta depreciación de la lira tendrá consecuencias negativas también en la “competitividad” de la producción industrial turca, puesto que, al tratarse de una industria de transformación, “dificultará la importación de materias primas” y exprimirá los márgenes de beneficios.Dado el escaso valor añadido de la industria turca, el Gobierno turco ha puesto en marcha un plan de incentivos para incrementar el número de industrias tecnológicas en los próximos años, a través de las nuevas zonas francas de desarrollo tecnológico, en las que, por ejemplo, las empresas de I+D estarán exentas del impuesto de sociedades y del IVA y recibirán descuentos en el pago de la seguridad social.

La visión del Gobierno es convertir a Turquía en la base de producción de industrias de media y alta tecnología para África y Eurasia", asegura Ayci.

"Ahora es un buen momento para estar en Turquía, porque las empresas turcas necesitan inversión extranjera ya que se les ha debilitado el fondo financiero que tenían cuando se crecía por encima del 5 %. Y las perspectivas a medio plazo son razonablemente buenas", opina Balbín: "Además, a pesar de todas las cuestiones políticas, Turquía es un país estable. Aquí no va a haber revoluciones".

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