El magnate Chris Wittle vende la mansión más cara de Nueva York
Briar Patch, una finca de cuatro hectáreas en East Hampton, cuesta 118 millones de euros
El mercado inmobiliario de Estados Unidos se ha propuesto romper el techo de los precios. Si hace unos meses se ponía en venta la casa más cara por 157 millones de euros en Beverly Hills, ahora le sigue los pasos, la finca con el precio más alto de Nueva York.
Propiedad de Christopher Whittle -empresario estadounidense de los medios de comunicación y la educación y fundador de The World School, una escuela privada en el barrio neoyorquino de Chelsea, cuya matrícula cuesta más de 40.000 dólares al año, unos 34.000 euros-, se encuentra a la venta por 140 millones de dólares, unos 118 millones de euros. Se trata de una finca de cuatro hectáreas en East Hampton, explican en Christie´s International Real Estate.
Los Hamptons es un área situada al este de Long Island y conocida por ser el lugar de vacaciones de los estadounidenses más ricos, donde los más afortunados de la ciudad de Nueva York pueden pasar el verano o los fines de semana. La zona oriental (East Hampton) es la más exclusiva, donde viven muchas celebridades y millonarios.
La finca, con más de mil metros de muelle a orillas de la laguna Georgica y muy próxima al océano Atlántico, incluye una vivienda de 929 metros cuadrados y seis dormitorios.
De estilo georgiano y tres alturas fue diseñada por el arquitecto Arthur C. Jackson en 1931. Whittle y su mujer Priscilla Rattazzi compraron la propiedad en 1989 y poco después se embarcaron en una rehabilitación de más de dos años con el arquitecto Peter Marino, quien construyó además una segunda residencia que ha sido usada como una casa de huéspedes de cuatro dormitorios y 325 metros cuadrados. La mansión, que se alza sobre una colina, está en el Registro Nacional de Lugares Históricos.
Las dos residencias suman un total de diez habitaciones y nueve baños, así como terraza al aire libre con vistas, piscina, gimnasio, pista de tenis y garaje para cuatro vehículos. Tiene tarimas de dos metros de ancho recicladas, papel pintado a mano, cuatro chimeneas y en todas las habitaciones de la planta baja las puertas son francesas. La finca está a menos de diez minutos del aeropuerto de East Hampton.
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