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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los límites del crecimiento

José Luis Leal
Rafael Ricoy

El repunte de las exportaciones en septiembre fue sin duda una buena noticia que no compensará, sin embargo, el deterioro que se ha producido a lo largo del año en nuestros intercambios de mercancías con el exterior. Lo más probable es que terminemos el año con una balanza por cuenta corriente muy cerca del equilibrio en vez del excedente registrado en 2013.

Es cierto que el empeoramiento relativo de nuestros intercambios con el exterior tienen que ver con un crecimiento de la demanda interna superior al previsto y con la desaceleración que se ha producido en la eurozona, especialmente en Francia y Alemania, nuestros principales clientes. Esta evolución plantea la cuestión de saber si seremos capaces de crecer por encima de la media de los países de la eurozona, condición indispensable para alcanzar el nivel de vida medio de la misma, y mantener al mismo tiempo un excedente en la balanza por cuenta corriente. Es razonable plantearse objetivos de crecimiento de nuestro producto interior bruto (PIB), pero tal vez la cuestión fundamental es la de saber cuantas décimas o puntos podremos crecer más que nuestros vecinos devolviendo al mismo tiempo una parte significativa de nuestras deudas.

Una visión del pasado puede ilustrar la cuestión. Del año 2000 al 2009 el crecimiento medio anual en España fue del 3,1 por ciento frente al 1,7% de la eurozona: casi punto y medio más, pero el déficit medio de la balanza por cuenta corriente fue del 6,1% del PIB, cifra claramente insostenible (en 2007 el déficit incuso llegó al 10% del PIB). Al principio, el hecho de habernos integrado en la moneda común llevó a algunos a proclamar que había terminado la restricción exterior, que los eventuales déficits en los intercambios con el exterior, al situarnos dentro de un espacio monetario único, no tenían importancia al ser financiados por el conjunto de la Unión donde otros países, esencialmente Alemania, tenían fuertes excedentes. A quienes discutían esta opinión se les tachaba de pesimistas y agoreros: el mundo era nuestro y el crecimiento eterno parecía garantizado.

Pero el despertar fue duro. La llamada gran crisis nos golpeó más que a otros países al juntarse la crisis financiera y el estallido de la burbuja inmobiliaria, en parte responsable del elevado crecimiento que se registró aquellos años. Convienen recordar que le burbuja se financió, como atestiguan los déficits por cuenta corriente, con ahorro extranjero: el español no podía financiar crecimientos sostenidos del crédito, que algunos años superaron el 20 por ciento, con una inflación media que apenas superó el 3 por ciento anual. De 2010 a 2013, la caída media del PIB en España fue del 0,8 por ciento, mientras la eurozona crecía al 0,6 por ciento, una diferencia en contra nuestra de casi punto y medio. Eso sí, el déficit por cuenta corriente medio en esos tres años fue del 2,2 por ciento, siendo destacable que en 2013 hubo ya un excedente.

El precio pagado ha sido y sigue siendo alto, como reflejan las cifras de paro. El ajuste interno por el que ha tenido que pasar la economía española no sólo se ha reflejado en los salarios: fundamentalmente el impacto ha tenido lugar sobre el empleo. La productividad ha aumentado más que en los países de nuestro entorno: somos más competitivos que antes, pero ello se debe en gran medida a que producimos lo mismo o un poco más con menos empleo. Es un aumento de la productividad "negativo" ya que lo ideal es alcanzar un crecimiento simultáneo de la productividad y de la ocupación.

Perdemos en términos de equilibrio exterior bastante más de lo que ganamos en PIB

Cuando se examina la balanza por cuenta corriente, es fácil constatar el gran cambio a mejor que se ha producido en el apartado de mercancías y servicios, compensado en parte por el signo negativo de la balanza de rentas y de transferencias. Ambas balanzas son el legado de la burbuja: la de rentas porque refleja el pago de los intereses de la deuda exterior (pública y privada) que hemos acumulado. La de transferencias por la llegada de millones de trabajadores extranjeros atraídos por la facilidad de encontrar empleo en los tiempos de la burbuja y que han optado, en su gran mayoría, por permanecer en nuestro país a pesar de las dificultades económicas.

El déficit acumulado de la balanza por cuenta corriente entre 2004 y 2011 fue de más de medio billón de euros. En ese mismo periodo el déficit de la balanza de rentas de inversión superó los 185.000 millones de euros y transferimos al exterior 48.000 millones. Conviene, sin embargo, señalar que, por lo que se refiere a la balanza de rentas, atravesamos ahora un momento excepcional. Por una parte, los tipos de interés están históricamente bajos lo que como deudores netos nos beneficia y, por otra, la apreciación del dólar también nos ayuda al estar una buena parte de nuestros activos denominada en esta moneda y nuestros pasivos en euros. Es posible que el dólar, en un futuro a corto plazo, permanezca en los niveles actuales o incluso se aprecie: a ello contribuyen dos razones poderosas ya que al anuncio de un cambio de política monetaria que implica un aumento de los tipos de interés se añaden las nuevas técnicas de explotación de los yacimientos de gas que han comenzado a reducir la dependencia energética de los Estados Unidos y a aliviar el déficit de la balanza comercial. Es probable por ello que nuestra posición internacional de inversión mejore en los próximos meses pero a plazo, la única manera de reducir nuestro endeudamiento es mantener un excedente en la balanza por cuenta corriente. El cómo y el cuánto lo que tiene que definir la política económica, esencialmente la presupuestaria, y las reformas que se lleven a cabo para mejorar las condiciones de funcionamiento del aparto productivo.

En la primavera pasada, los organismos internacionales pronosticaban para España crecimientos inferiores al 1,2 por ciento del PIB con el que probablemente cerraremos el año, pero con un excedente en la balanza por cuenta corriente de más del uno por ciento del PIB. La mejora en dos o tres décimas del crecimiento podría borrar alrededor de un punto de excedente exterior, dejándonos cerca del equilibrio. Esta nueva previsión nos situaría unas cuatro décimas por encima del crecimiento estimado para los países de la Unión Monetaria. En definitiva, perdemos en términos de equilibrio exterior bastante más de lo que ganamos en términos de crecimiento. Es importante tenerlo en cuenta ya que lo que dicen estas cifras es que aún nos queda camino por recorrer para alcanzar un crecimiento estable a medio plazo que permita crear empleo y a la vez devolver al menos una parte de las deudas que hemos contraído.

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