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La arquitectura como acto de rescate

"Nunca he hecho una casa en la que no se pudieran poner las fotos de un viaje"

Anatxu Zabalbeascoa
El arquitecto Juan Herreros, en su casa de Madrid.
El arquitecto Juan Herreros, en su casa de Madrid.A. RUESGA

El arquitecto Juan Herreros (El Escorial, 1958) pasa poco tiempo en España. Además de dar clase en la Universidad de Columbia en Nueva York, construye un centro de congresos en Bogotá, ha concluido espacios públicos en Panamá, levanta una manzana en Casablanca y erige en Oslo la pieza estrella de su estudio: el futuro museo Munch. A pesar de esa vida itinerante, o tal vez por ella, hace poco se compró un piso en Madrid. "Para disfrutarlo en la última etapa de mi vida".

El edificio donde está fue diseñado por Secundino Zuazo, el arquitecto bilbaíno autor de los Nuevos Ministerios, y Herreros lo eligió a partir de la máxima de trabajar y vivir cerca. Hace años que no tiene coche y alquila uno cuando lo necesita. Además, explica, "no se trataba solo de comprar o poseer, yo quería que fuera un acto de rescate".

¿Rescatar un edificio? "Eso te convierte más en custodio que en propietario". Por eso la labor es minuciosa. Ha recuperado tiradores y ventanas. Sin embargo, ha revolucionado el interior: no tiene pasillo. Se accede a unas estancias atravesando otras. Así, el piso es el contenedor de Zuazo puesto al día por un interior de Herreros. Pero es un espacio doméstico: "Un pequeño homenaje a Zuazo, que era un arquitecto muy doméstico".

Con todo, este arquitecto de mundo hace vida de barrio. "Nací en El Escorial y nunca terminaba de entrar en Madrid". Ha ido acercándose al centro desde Puerta de Hierro y, tras alquilar cinco pisos —"todos cerca de la Escuela de Arquitectura"—, hoy vive en el ensanche. "He vuelto al barrio en el que viví con 20 años. Quizá por mi infancia en El Escorial nunca me ha atraído la periferia. Para eso me iba a mi casa".

Herreros nunca ha querido diseñarse una vivienda. "La aventura de habitar una casa diseñada por otro ofrece más sorpresas que algo diseñado por ti. No he tenido necesidad de vivir en una proyección exagerada de mí mismo". Cuenta, además, que su nuevo piso "es un proyecto familiar, no personal. He querido darle forma a mi circunstancia familiar". Herreros vive con su mujer y sus dos hijos, de un primer matrimonio. Tal vez por eso la casa está pensada con zonas independientes, con muchos rincones íntimos. "Buscamos un sitio que ya tuviera valores. Mi trabajo ha sido de continuación. No se trata de borrar el pasado de un plumazo. He tratado de quitar capas de polvo para hacer visible el trabajo de Zuazo".

El arquitecto Juan Herreros vive en un piso adaptado por él, en un edificio diseñado por Secundino Zuazo

Herreros no colecciona arte. Pero lo acumula: "Tengo cosas que se me han ido cruzando". Por ejemplo un Hamish Fulton que compró en Arco, hace años —"con gran susto: me costó dos sueldos de aquella época y no dormí en tres días pensando que había hecho una locura"— y que le ha acompañado en sus mudanzas.

¿Los edificios de viviendas están más pensados de puertas para afuera que a partir de la vida del usuario? "Hay de todo. Las casas que yo he diseñado están ligadas a quienes las habitan. No porque sean a medida, sino porque han sido novedosas para sus habitantes. He tratado de ayudarles a ver de otra manera".

¿Cómo se alteran hábitos domésticos? "Leyendo entre líneas lo que no te terminan de decir y permitiendo que la gente tenga sus destellos de banalidad. Nunca me he atrevido a hacer una casa en la que no se pudieran poner las fotos de un viaje".

Aunque tienda a desaparecer, es legendario el menosprecio al usuario por parte de arquitectos que lo tachan de ignorante, de estorbo. "Algunas casas han sido utilizadas como una oportunidad para elaborar manifiestos de arquitectura", admite Herreros. "También, en un acto confuso, los arquitectos han tratado de enseñar a vivir a los usuarios. Muchas propuestas pueden mejorar la vida doméstica, pero hay que dejar un resquicio para la vida individual".

Este ha vivido siempre en pisos. Él y sus cinco hermanos crecieron en uno del barrio francés de El Escorial, donde su padre ejercía de ginecólogo. Cuenta que él mismo quiso ser biólogo y psiquiatra. Finalmente, ha sido un arquitecto repartido entre la docencia y la construcción: "No podría enseñar sin construir ni construir sin experimentar con los alumnos". Profesor de proyectos en la ETSAM, asegura que "hablo más que dibujo", ya que una lesión en la mano no le permite hacerlo bien. Explica a los alumnos que cualquier trabajo tiene tres escalas: "La primera te relaciona con un cliente al que tienes que servir. La segunda relaciona el trabajo con tu trayectoria profesional. Tienes que ser consciente de si te repites, o peor, de si repites equivocaciones. La tercera tiene que ver con la profesión a la que perteneces. Te dice en qué lugar estás".

¿En qué lugar se ve usted? "No me preocupa mucho. Igual estaría en un mundo en el que no hubiera tantos arquitectos. En el arte los artistas pueden enviar mensajes eficientes sin necesidad de tener un cliente. El cliente separa la arquitectura del arte". 

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