Pescadores de delfines japoneses reciben un aluvión de mensajes de protesta
Los pescadores de delfines de la localidad nipona de Taiji han recibido en las últimas semanas un aluvión de mensajes y llamadas en protesta contra esta práctica, poco después de las críticas que realizó públicamente la embajadora de EEUU en Japón, Caroline Kennedy.
La cooperativa de pescadores de esta localidad de Wakayama (oeste de Japón) ha sido objeto de cientos de faxes y llamadas telefónicas en las que se calificaba la pesca de delfines como "crimen", y se ha visto incluso obligada a cambiar de número, según publica hoy el diario Asahi.
Las protestas se han multiplicado después de que a finales de enero la embajadora de EEUU en Japón calificara de "inhumana" esta tradición en su cuenta de Twitter y cultura gastronómica nipona.
En declaraciones al citado diario un representante de la cooperativa de pescadores restó importancia a las numerosas críticas recibidas y señaló que "seguirán pescando" pese a las mismas, ya que a su juicio se trata de un "debate sin sentido" debido a la "diferencia de valores" entre Japón y los países occidentales.
Taiji está considerada la cuna de la pesca de cetáceos en Japón, y desde hace décadas practica la caza de delfines, una parte de los cuales vende a zoos y acuarios de todo el mundo, y el resto es arponeada y destinada al consumo humano.
La pesca de delfines se realiza en Taiji durante el mes de febrero y cada año es supervisada por observadores de la ONG de protección medioambiental Sea Shepherd, así como por la policía costera local, para evitar conflictos entre los pescadores y los activistas.
En la campaña de pesca 2013-2014 se mataron más de 800 delfines y otros 164 fueron capturados vivos, según datos de esta ONG, cuyo objetivo es "continuar presionando a Japón para que ponga fin a esta cruel y destructiva masacre", según señala en su página web.
Los delfines y pequeños cetáceos en Taiji se pescan mediante un método tradicional inventado en este pueblo por el cual varias embarcaciones crean un muro de sonido que empuja a los ejemplares a la bahía en la que son seleccionados y luego arponeados.
Esta práctica ganó notoriedad a nivel internacional al ser retratada en el film estadounidense "The Cove", ganador en 2009 del Óscar a mejor documental, y desde entonces se han intensificado las críticas por su crueldad.
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