La piedra de Arpoador de Río de Janeiro y su magia cuando el sol se va
La piedra de Arpoador, que divide las playas de Copacabana e Ipanema en Río de Janeiro, es el lugar más concurrido de esta ciudad brasileña para divisar la puesta de sol y, ahora en especial en verano, reúne cada atardecer a miles de personas y sus cámaras de fotos.
La belleza del paisaje y la tregua del fuerte calor animan a turistas y cariocas a acudir en masa a ver cómo el día se acaba y empieza la noche en Río de Janeiro.
Muchos eligen ese momento para darse un baño y conseguir, por fin, refrescarse de verdad.
Y es que el fuerte calor del verano carioca hace que hasta ir a la playa sea un suplicio. El sol parece fuego cuando el termómetro se sitúa por encima de los 40 grados centígrados, algo habitual en enero y febrero.
Alrededor de las siete de la tarde una masa de personas se empieza a dirigir a la piedra de Arpoador, famosa por ser el punto de encuentro de los surfistas de Río, que aprovechan cada día - y cada noche, porque hay iluminación artificial - las olas que allí se forman.
Todo el mundo se empieza a sentar sobre la piedra, en pequeños grupos o en parejas de enamorados. Algunos llevan sus propias sillas, como si quisieran establecer su tribuna particular. Enfrente tienen la playa de Ipanema, el imponente cerro de Dois Irmãos, con la favela de Vidigal en su falda, y el sol, que empieza su descenso final.
Para hacer más amena y animada la espera, varios vendedores ambulantes equipados con neveras portátiles ofrecen cerveza, refrescos y caipirinhas, la bebida alcohólica por excelencia en Brasil.
Eso no es exclusivo de Arpoador, sino que ocurre en todos los rincones de Río de Janeiro: en cualquier calle siempre habrá alguien ofreciendo algo frío para beber.
Cuando el mar se empieza a comer el sol, el espectáculo es increíble. Pasan unos segundos hasta que el astro desaparece por completo y es entonces cuando llega el momento cumbre: todo el mundo se une en un gran aplauso, para homenajear la belleza que la naturaleza les acaba de regalar.
Es un aplauso largo, un aplauso de satisfacción, de satisfacción por estar en Río, por estar aquí y ahora, uno de los destinos turísticos favoritos en 2014, por ser la sede de la final del Mundial de fútbol.
Justo después de la puesta de sol, cuando cae la noche, muchos deciden quedarse en la playa para disfrutar de una temperatura un poco más agradable, lo que quiere decir 30 grados a las nueve de la noche.
El mar sigue caliente y hay menos gente en la arena. Grupos de amigos, familias y parejas besándose disfrutan de la calma. Por fin pueden estar en una de las dos playas más famosas del mundo, Copacabana o Ipanema, sin los agobios habituales de cualquier día de verano.
Carlos Maldonado, un turista paraguayo que está pasando las vacaciones en Río de Janeiro junto a su familia, aprovecha las horas frescas del atardecer justo después de disfrutar de la puesta de Sol.
"Hemos traído música, neveras con bebida, sillas y hasta luces, porque hay que aprovechar que la playa está más tranquila para disfrutar de un buen rato de relajación", dice Carlos sin levantarse de su trono particular, a un metro del agua.
Los brasileños también frecuentan la playa en horas nocturnas. Caroline y Marcio, una joven pareja sentada en la arena después de una sesión de correr, aseguran que siempre llegan cuando el sol se está marchando, porque "se está más tranquilo y más fresquito".
La noche es su refugio, su refresco de enero y febrero, el momento que se regalan para ellos mismos y para compartirlo con los demás. El atardecer y la noche siempre fueron momentos mágicos. Imaginarlos en Río de Janeiro es aún más bonito.
Aitor Álvarez García
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