El BCE se adentra en territorio inexplorado
Draghi baja los tipos de interés al 0,25%, mínimo histórico, y abre la puerta a futuras medidas extraordinarias. Reacciona ante una recuperación “lenta” y llena de riesgos
Esa palabra que empieza por D. Obsesionados desde tiempos inmemoriales con el control de la inflación, los bancos centrales solo temen por igual a un extraño animal económico, esa palabra que empieza por D: la deflación, una caída general y prolongada del nivel de precios muy difícil de combatir y, en algunos círculos, incluso de nombrar. Europa está aún lejos de la temida deflación, pero el Banco Central Europeo empieza a verle las orejas al lobo. Su presidente, Mario Draghi, anunció este jueves contra todo pronóstico una rebaja de los tipos de interés oficiales, hasta el 0,25%, decidida sin unanimidad.
Se trata de un nuevo mínimo histórico, que se explica por la multiplicidad de riesgos que aún acechan a la deprimida zona euro. Draghi destacó uno en particular: “No creo que Europa vaya a experimentar una deflación a la japonesa, pero esperamos una inflación baja durante un largo periodo de tiempo”. Y lo más inquietante: ante la posibilidad de que las cosas vayan a peor, abrió la puerta a futuras medidas extraordinarias, que adentrarían a la institución en territorio inexplorado.
El supervisor admite que se avecina un largo periodo de baja inflación
Ante esa sorpresa, los mercados reaccionaron a sacudidas. Eufóricos, porque el BCE demuestra una vez más que hará todo lo que esté en su mano para evitar males mayores. Y a la vez temerosos: ese movimiento inesperado apunta a que la debilidad europea puede ser aún peor de lo que se temía. La inflación cerró octubre en el 0,7%, la menor cifra en cuatro años y muy, muy lejos del objetivo del BCE (2%). Los números son juguetones: Japón, sinónimo de deflación en las dos últimas décadas, presenta ahora exactamente la misma subida de precios. A ese dato, la eurozona suma una recuperación anémica, un desempleo en máximos —con algunos países rayando tasas de gran depresión— y la sospecha de que el sistema financiero aún es una suerte de campo minado.
Florentino como pocos, Draghi se lanzó a interesantes contorsiones verbales para justificar la rebaja, tomada por mayoría, no por unanimidad. “La eurozona tiene unos fundamentales mejores que los de cualquier otra área monetaria del mundo”, subrayó. Pero durante toda la conferencia de prensa y en las cuatro páginas del comunicado del Eurobanco resaltaban los peligros que, cinco años después del estallido de la crisis, siguen rondando al euro.
“La economía va a seguir recuperándose, pero a un ritmo lento”, reza el comunicado. “Los mercados financieros mejoran, pero debería haber nuevos progresos en la consolidación fiscal”, prosigue; “hay varias incertidumbres que pueden afectar negativamente las condiciones económicas”. “[Las caídas en] los créditos a las empresas reflejan los riesgos y el ajuste en los balances”, con las familias, las empresas y los bancos sometidos a una cura de adelgazamiento de deuda.
Esa especie de versión posmoderna de las siete plagas de Egipto y las posteriores respuestas de Draghi caminan en el borde de un extraño filo: el BCE se ve obligado a tomar decisiones rotundas por los potenciales accidentes que hay en el horizonte, y a la vez no puede dejar de recordar los progresos que ha hecho Europa, especialmente desde verano del año pasado, cuando el presidente del BCE se sacó de la chistera las palabras mágicas —“haré lo que sea necesario”— y la crisis existencial del euro se convirtió en algo más manejable. Pero siendo más manejable, los peligros siguen ahí. Hasta el punto de que Draghi abrió la puerta a nuevas “medidas extraordinarias” si la inflación sigue bajando por esa ladera que lleva hasta Japón y su deflación, o si las condiciones financieras no acaban de mejorar.
El sorpresivo recorte se decidió por mayoría, no por unanimidad
Draghi ha subido un escalón más: a partir de aquí el BCE se adentra en territorio inexplorado, y los analistas consideran que lo siguiente, sea lo que sea, supone apretar el botón nuclear. El presidente del Eurobanco citó la posibilidad de fijar tasas de depósito negativas. En plata: los bancos dejan la liquidez que les sobra en la facilidad de depósito del BCE a unos tipos del 0%, en lugar de dar créditos o invertir en otros activos; si el Eurobanco les hace pagar intereses por dejar aparcado ese dinero ahí, podría ayudar a desatascar el crédito. El italiano citó también la posibilidad de una nueva subasta de liquidez —la denominada barra libre, a tipos bajos— y otras opciones, aunque los expertos cuentan que con la rebaja de tipos gana tiempo y solo subirá el siguiente escalón en caso de extrema necesidad. Además, el BCE extiende las subastas de liquidez a corto plazo hasta bien entrado 2015, con los que elimina las presiones de liquidez para la financiación de la banca.
Draghi ni siquiera cerró la puerta a la compra de deuda pública, una política que pone los pelos de punta a las instituciones alemanas, aunque advirtió que hay pasos intermedios antes de activar el quantitative easing que viene usando la Reserva Federal estadounidense.
Estados Unidos es, precisamente, la clave. Su banco central apuntó en septiembre la posibilidad de ir levantando el pie del acelerador en sus compras de bonos. Luego se desdijo, pero la mera probabilidad de que eso ocurra —y ocurrirá tarde o temprano— provocó un buen meneo en los mercados. El euro estaba, hasta el jueves, surcando los cielos de los 1,35 dólares por unidad, una cota que dificulta la salida de la crisis europea porque lastra las exportaciones, precisamente la vía de salida hacia la que apunta toda la estrategia de austeridad y competitividad exterior diseñada en Fráncfort y Bruselas. “La rebaja de tipos es un movimiento preventivo de cara a lo que pueda hacer EE UU”, indicaban fuentes financieras en Londres. “Y además, es una fuerte señal que indica que Draghi sigue estando listo para actuar en cuanto alguien se pase de la raya”.
Los tipos de interés son una medida del miedo que hay en la economía; algo así solía decir Keynes. Tan cerca del 0% y con el gatillo a punto para activar nuevas medidas excepcionales, el BCE pone pie y medio en terra incógnita; en aguas desconocidas.
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