Cultivando solidaridad
La crisis económica ha resultado ser un buen abono para proyectos de solidaridad como el que ha germinado en unas tierras abandonadas de Guadalcacín, una pedanía de Jerez de la Frontera (Cádiz) en las que se ha puesto en marcha un fértil proyecto de "agricultura solidaria".
Allí, desde hace un año y medio, 35 personas, familias o asociaciones cultivan desinteresadamente unos huertos solidarios con los que, de momento, han recolectado cerca de 17.000 kilos de verduras y hortalizas que han entregado a entidades benéficas y comedores sociales.
El proyecto es obra de Madre Coraje, una ONG que nació en Jerez de la Frontera para emprender iniciativas de solidaridad con países como el Perú y Mozambique, y que ahora, con sedes repartidas por distintos lugares del territorio nacional, no tiene que mirar tan lejos para encontrar gente que necesita ayuda urgente y básica.
La idea se le ocurrió a Antonio Gómez, presidente nacional de Madre Coraje, en el proceso de trasladar la sede de la ONG a una nave de Guadalcacín en la que estuvo ubicada la antigua azucarera de Jerez.
La nave estaba tan abandonada como los terrenos que la rodeaban, en una zona de histórica importancia agrícola. Allí la ONG visualizó rápidamente cómo podían aprovechar ese espacio entonces baldío para emprender un proyecto de agricultura solidaria.
La compañía Ebro Food Puleva, propietaria de los terrenos, les cedió de forma gratuita 4.500 metros cuadrados, en los que la ONG ha establecido huertos cultivados por voluntarios que se comprometen a trabajar parcelas de 50, 100 o 150 metros.
El 70 por ciento de su producción se destina a fines sociales, los voluntarios se quedan con el 30 por ciento para su consumo y la ONG pone la tierra, el abono y el agua.
"Aquí hay un poco de todo, desde jubilados de la banca, un trabajador de la base de Morón, profesores, familias que quieren emprender un proyecto conjunto de solidaridad o asociaciones de mujeres", explica a Efe Michel Bustillo, responsable de este proyecto.
Los que más saben, incluso agricultores profesionales y jubilados, ayudan a los que no han cultivado en su vida, en un trabajo que además ha creado entre ellos "una comunidad de apoyo mutuo".
Su técnica parece que funciona porque empezaron surtiendo al comedor social El Salvador de Jerez, "al que acuden más de 600 personas diariamente" y viendo que "había excedentes" han abierto el abanico de entidades a las que ayudan, como otro comedor social de Cádiz o un hogar que acoge a una treintena de sin techo. Y ya tienen una lista de espera de organizaciones benéficas que esperan sus verduras.
El proyecto de agricultura solidaria tiene en vista crecer con otros 4.500 metros cuadrados de las mismas tierras que les ha cedido la misma empresa y en los que Madre Coraje estudiar implantar nuevas fórmulas, con la perspectiva de que sean los propios necesitados los que cultiven su huerto.
La ideas son muchas y todas bienvenidas porque, según cuenta, las entidades benéficas "están desbordadas, entre los recortes y la necesidad que tiene mucha gente" y "hay personas desesperadas que vienen y nos piden por favor un trozo de tierra para poder sacar algo para sus hijos".
Y además de la solidaridad, para la mayoría de los voluntarios se ha convertido también en una oportunidad de cumplir sueños, como es el caso de Rafael Moreno, de 56 años, y que se ha prejubilado de su oficio como controlador aéreo.
"Siempre decía que cuando me jubilara tendría un huerto, leí acerca de este proyecto y me pareció muy interesante, porque yo cumplo una de mis aficiones y además sé que estoy ayudando a gente que lo está pasando mal", explica a Efe este nuevo agricultor que nunca antes había plantado una semilla y ahora ya puede hablar de sus propias técnicas en el huerto.
Allí suele ir cada día "un ratito" para vigilar que sus cosechas de solidaridad no se echen a perder.
Por Isabel Laguna.
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