Árboles, nieve, hielo y... Facebook
Luleå, una ciudad de 75.000 habitantes en el norte de Suecia, alberga el tercer centro de datos de la red social, el primero fuera de EE UU
Árboles teñidos de ocre revelan un otoño temprano. Dentro de poco, los bosques se pintarán de rojo, y el río Lule, los lagos y las aguas del mar Báltico se convertirán en hielo. Aparecerán entonces los trineos, las motos de nieve y las noches eternas del invierno escandinavo. Luleå —pronúnciese Lúleo— es un sueño para los amantes de la naturaleza y, últimamente, también lo es para las empresas tecnológicas. A finales de 2010, la red social Facebook eligió esta ciudad de 75.000 habitantes, al norte de Suecia, para instalar su tercer centro de datos, el espacio donde se almacena la información de los usuarios. Es el primero que construye fuera de EE UU.
Desde fuera, el edificio, de 30.000 metros cuadrados, rodeado de árboles, parece una fábrica cualquiera. Ningún rótulo indica el nombre de la compañía estadounidense en la fachada metálica. Una vez dentro, tras cruzar puertas de acceso restringido, el visitante se encuentra con largos pasillos grises y se sorprende por el frío y el zumbido sordo de los ventiladores, que relucen a la luz de los neones. Todo está diseñado para traer aire fresco del exterior y conducirlo hasta el lugar donde se archivan los datos, los servidores, cuya temperatura no debe superar nunca los 29,4 grados. Parece que la planta funcione sola, que no necesite la presencia de seres humanos.
¿Cómo acabó Facebook en un lugar tan remoto, a 170 kilómetros del Círculo Polar Ártico? Anders Granberg conoce la historia de memoria porque la vivió. Y a pesar de que la ha relatado muchas veces, se nota que le sigue llenando de orgullo. Este expianista de 53 años, alto, ancho de espaldas y de ojos claros, es el director de The Node Pole, la agencia público-privada que promociona las ventajas de la región para los negocios de almacenamiento de datos.
La presencia
Cuenta que todo nació de una reflexión: “Somos buenos, pero no tanto como quisiéramos. ¿Qué piden las empresas? ¿Qué podemos ofrecer?”. En 2009, Google, otro gigante estadounidense de Internet, les dio una pista cuando compró una fábrica de papel en Finlandia para convertirla en un centro de datos. Poco después, Facebook anunció que buscaba un lugar donde instalar su tercera planta de este tipo. “Empezamos a recabar el apoyo de todos, del Ayuntamiento, de las regiones y de la agencia nacional de inversión”, explica Granberg en su oficina, dos habitaciones sencillas amuebladas por uno de los orgullos nacionales, Ikea.
En octubre de ese año, representantes de toda Suecia se plantan en la antigua sede de Facebook, en Palo Alto (California), con su proyecto y los de otras ciudades del país. Luleå vive el año siguiente a la espera de la decisión de la compañía. La competición está reñida. En diciembre de 2010, la empresa toma su decisión; el nuevo centro de datos se construirá allí. El acontecimiento es de los que cambian la imagen de un lugar. “Ha transformado la forma de mirar a esta región, y también la forma en la que nos vemos nosotros mismos”, asegura Granberg.
Pensándolo bien, la ciudad lo tenía todo para ganar la batalla. Obtiene más de dos veces la energía que necesita, y esta es barata, limpia y renovable, fruto de las centrales hidroeléctricas del río Lule, que da su nombre a la localidad. El suministro es impecable, y los habitantes se enorgullecen de un hecho: Luleå sufrió su último apagón en tiempos de la presidencia del estadounidense Richard Nixon (1969-1974).
Los negocios tradicionales —siderurgia e industria maderera— le han dotado de buenas infraestructuras. Tiene una larga trayectoria en el negocio de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC). Y lo más importante para los centros de datos: hace frío. Aquí, la temperatura media, que no supera en ningún caso los 2 grados en invierno y ronda los 17 en verano, permite enfriar los servidores de forma natural, algo que exige habitualmente mucha energía en este tipo de instalaciones.
No, la planta no funciona sola. Un puñado de empleados están pegados a sus ordenadores en una oficina amplia y diáfana; otros tienen una reunión de trabajo en una salita contigua. No faltan dos cuartos de juegos, un clásico en esas empresas tecnológicas estadounidenses, que se precian de mimar a sus empleados. Un billar, una mesa de pimpón, un sofá, tres sillones, una televisión y una videoconsola para acabar con el estrés de los trabajadores.
La imagen de Niall McEntegart, gerente de la división de centros de datos para Europa, Oriente Próximo y África, también se corresponde con la de un directivo de una empresa joven: camisa de cuadros, vaqueros y zapatillas. Este irlandés de 37 años parece disfrutar con su papel de anfitrión. “De momento, solo la mitad de la planta está operativa. El año que viene funcionará al 100%”, explica. La empresa contará entonces con 50 trabajadores en Luleå. Un porcentaje mínimo del empleo que se espera crear en la ciudad, aprovechando la presencia de Facebook.
Los pasos de un gigante no pasan desapercibido. La llegada de la red social ha atraído las miradas de muchas empresas, que han seguido su estela hasta el norte de Suecia, alentadas por un negocio prometedor. En tan solo 10 meses, el número de compañías instaladas en el parque científico de la ciudad aumentó en un 25%, y ya hay más de 3.000 personas que se dedican a actividades relacionadas con las TIC en Luleå. Las estadounidenses Fusion-io y EMC, y la danesa Milestone, todas proveedoras de productos y servicios para los centros de datos, han abierto una filial aquí. La constructora sueca NCC ha creado, incluso, una división para edificar este tipo de instalaciones en la localidad. Nadie sabe cuál será el impacto sobre la creación de empleo, pero esperan que serán muchos puestos de trabajo.
Un pasillo cruza la inmensa sala de la planta baja de punta a punta. A un lado y a otro se suceden filas de dispositivos, cables y enchufes, encajados en una especie de armarios negros. Contienen los llamados cluster, racimos de servidores que funcionan como uno solo. Aquí se archivan fragmentos de vida, declaraciones de amor, desengaños, alegrías y enfados, que comparten los cerca de 1.100 millones de usuarios de Facebook. Puede que la información de ese amigo pesado que cuenta cada uno de sus pasos esté almacenada en esta sala. La tentación de agarrar un cable y tirar de él es muy fuerte. “No pasaría nada”, corta McEntegart. “Tan solo saltaría una alarma, pero el sistema no se vería afectado. Tenemos copias de seguridad. Todo seguiría funcionando sin problemas”. Lástima.
Gransberg cree que los centros de datos no desbancarán a la siderurgia y a la industria maderera en Luleå, pero opina que pueden ser un buen complemento. “Quince nuevas compañías se han instalado en nuestra ciudad por el efecto Facebook, y esperamos más”, afirma. “En 2015, se calcula que cerca de 15 millones de personas se dedicarán a esta actividad en todo el mundo”.
McEntegart está encantado con su trabajo. “Es genial estar aquí. Es una de las mejores empresas”. Y, viéndolo así, tan sonriente, rodeado de cables, enchufes y luces azules y naranjas que parpadean, uno piensa en un niño grande, cuyo juguete son estas instalaciones tan extensas como cinco campos de fútbol.
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