Alfredo Sáenz deja el Santander
El consejero delegado abandona la entidad en pleno proceso de revisión de su honorabilidad Javier Marín, antiguo responsable de Banif, sustituirá al banquero al frente del grupo
Después de 19 años de servicios al grupo Santander, el vicepresidente segundo y consejero delegado del grupo Santander, Alfredo Sáenz, ha renunciado de forma voluntaria a estos cargos. Sáenz (Las Arenas, noviembre de 1942) lo ha sido casi todo en la banca española en donde ha trabajado durante 32 años. Es el único ejecutivo que ha dirigido los dos grandes del sector, el BBV y el Santander, al que ha convertido en el más grande de la zona euro. Será sustituido como consejero delegado por Javier Marín Romano (Madrid, 1966), un ejecutivo que pese a su juventud lleva 22 años en el grupo. Hasta la fecha era director general del banco y responsable de la División Global de Seguros, Gestión de Activos y Banca Privada y su llegada ha sido una sorpresa dentro y fuera de la entidad.
La renuncia se produjo después de que el Tribunal Supremo confirmara el pasado 19 de abril una sentencia en la que anulaba parcialmente el indulto que le había concedido el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero a Sáenz. El Ejecutivo socialista intentaba acabar así con las consecuencias de una sentencia contra Alfredo Sáenz, de marzo de 2011, cuando el Supremo le condenó a tres meses de prisión por un delito de acusación falsa contra unos deudores de Banesto, entidad que presidió tras ser intervenida en 1993.
Al anular el indulto, Sáenz volvió a tener antecedentes penales, situación que le podía impedir cumplir con el principio de honorabilidad exigida para los banqueros. Por eso, el Banco de España estaba obligado a decidir si el banquero podía seguir o no en su cargo o no. Sin embargo, el 12 de abril ocurrió algo importante: el Gobierno aprobó un real decreto por el que se incorporan los criterios de honorabilidad de la Autoridad Bancaria Europea (EBA), que aumentaban las posibilidades de que Sáenz siguiera en su puesto ya que se admitía que un ejecutivo que tenga una condena en firme pueda ser banquero. Pese a todo, el Banco de España, que había abierto otra causa sobre este asunto, seguía sin ver claro la necesidad de que Sáenz continuara en el cargo. En la misma posición reticente estaba el Gobierno.
Pese a todo este ruido de fondo, el 22 de marzo, cuando se celebró la junta de accionistas, intervino Emilio Botín, presidente del grupo, con una apuesta por la continuidad de su número dos: “Tengo informes terminantes que garantizan su continuidad”. Los rumores sobre la dimisión de Sáenz continuaron, siempre desmentidos tajantemente por el banco.
Sin embargo, el directivo aguantó hasta la presentación de resultados, el 25 de abril pasado. En dos ocasiones respondió con un “no comment” a las preguntas sobre su posible salida o si el grupo tenía un plan B en caso de oposición del supervisor.
Fuentes financieras han comentado que se unieron varias circunstancias que acabaron con la marcha del banquero. Por un lado, los deseos de Sáenz, cerca de cumplir 71 años, casado en segundas nupcias y con buen estado de salud, de disfrutar de la vida y del enorme patrimonio acumulado (incluidos 88 millones brutos en derechos por pensiones). Aficionado a la ópera, la navegación, la familia y viajar, llevaba tres años comentando a sus allegados que quería dejar el banco. También estaba cansado de la polémica y crítica social que recibía por su situación de condenado, que siempre ha considerado injusta. Incluso, en el propio banco se comenta que desde 2011 le dijo a Botín que si su situación perjudicaba a la reputación del Santander, dejaría el cargo inmediatamente.
Para el Gobierno y el supervisor, no tenía sentido forzar una declaración de honorabilidad, con gran coste político y reputacional, si Sáenz estaba en “posición de salida”. En algún momento se barajó la posibilidad de que recibiera el plácet de Luis Linde, gobernador del Banco de España, y poco después se fuera. Pero esta opción tenía un grave problema: todo el desgaste era para el Gobierno y el supervisor que serían blanco de críticas por transmitir que la Justicia y las normas se hacían a la carta para los poderosos, y se desechó. Por supuesto, las autoridades entendían que un ejecutivo con una brillante hoja de servicios (que saneó Banca Catalana y Banesto) no podía marcharse con una expulsión de su cargo.
Con este planteamiento de fondo, fue necesario contar con el beneplácito de Botín, que este año cumplirá 79 años, y que había declarado en alguna ocasión: “Sáenz y yo nos iremos al mismo tiempo”. El presidente es quizá la persona menos feliz con la decisión tomada ya que “su reloj hacia la jubilación corre al doble de velocidad a partir de ahora por la enorme diferencia de edad con su consejero delegado, que es de 33 años”, comenta un veterano ejecutivo del sector, conocedor del Santander. Por eso, para algunos es un relevo clave que facilita un relevo en la presidencia en el futuro por otro Botín, algo de lo que detesta hablar en púbico el actual presidente. Marín tiene buena sintonía tanto con Ana Patricia Botín como con Javier Botín.
En el comunicado oficial, el consejo de administración expresó su reconocimiento y agradecimiento a la “extraordinaria” labor realizada por Alfredo Sáenz desde su incorporación al grupo y, especialmente, como consejero delegado del Santander.
En el periodo en el que Alfredo Sáenz ha desempeñado sus funciones como consejero delegado, explica la entidad, el Grupo Santander “casi ha cuadruplicado su tamaño”, pasando de unos activos de 358.138 millones en 2001 a 1,25 billones en 2012 y de unos fondos gestionados de 453.384 millones (2001) a 1,39 billones (2012). No obstante, el beneficio neto atribuido ha caído ya que en 2001 el grupo sufrió la crisis de las divisas de América Latina y de las puntocom en Estados Unidos y ahora está en la resaca de la crisis inmobiliaria.
La llegada de Marín supone un cambio generacional y todo un reto para el estilo de gestión llevado hasta ahora en el Santander. Sáenz es el artífice de la estrategia internacional y de diversificación de negocio que representa ahora el Santander. “Es el responsable de la creación de una gran entidad en Brasil, la compra de Polonia y el establecimiento en Estados Unidos”, afirma un veterano analista. “Ha sabido dirigir la entidad con fuerza, diplomacia e independencia, lo que le permitió acabar con las disputas internas con ejecutivos de gran relevancia en el banco, en el que no siempre era fácil la convivencia”, explica un banquero de la entidad.
También se apunta que con Sáenz se culmina un lento relevo de ejecutivos que habían cumplido los sesenta años. El último en dejarlo ha sido Marcial Portela, responsable de Brasil hasta la semana pasada, un movimiento que se explica más ahora por el cambio en la cúpula. Antes se marcharon Francisco Luzón y José Juan Ruiz (todos ex Banco Vizcaya), entre otros.
En su lugar han tomado el relevo Jorge Morán (Estados Unidos), Jesús Zabalza (Brasil), Javier San Félix (América Latina), José Antonio Álvarez (Financiero) y por supuesto Ana Patricia Botín (Reino Unido), entre otros. Este será el equipo del nuevo consejero delegado, al que algunos atribuyen un papel más de coordinación general que entrada en el día a día de cada área. “El Santander ha dado cada vez más poder a los responsables de los países, aunque Marín será el responsable de la cuenta de resultados”, dice un ejecutivo. Otros ven que Botín toma el modelo BBVA, un presidente veterano con un segundo más joven.
La marcha de Sáenz ha aupado a Matías Rodríguez Inciarte, responsable de riesgos, a la vicepresidencia segunda, según aprobó el consejo. Manuel Soto Serrano renunció como consejero. Guillermo de la Dehesa, consejero, es a partir de ahora presidente de la comisión de auditoría y cumplimiento, en sustitución de Soto, y ha sido nombrado vicepresidente tercero. También se eligió por cooptación como consejero independiente a Juan Miguel Villar Mir e Isabel Tocino será miembro de la comisión ejecutiva.
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