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La deuda enfría la euforia islandesa

El ‘corralito’ y la desconfianza hacia la banca amenazan la recuperación

Óscar Gutiérrez Garrido
Sucursal en Reikiavik del Lansbankinn, propiedad del Estado islandés en un 81%.
Sucursal en Reikiavik del Lansbankinn, propiedad del Estado islandés en un 81%.Olivier Morin (Afp)

Dice un refrán islandés que lo que mal empieza bien acaba. Lo recordaba el pasado lunes el presidente de la Cámara de Comercio Hispano-Islandesa, Fridrik Steinn Kristjánsson, en unas jornadas sobre las oportunidades de negocio en Islandia celebradas en Madrid. Mal han ido las cosas en el país de los elfos desde la quiebra de su sistema financiero en octubre de 2008. De eso no hay duda entre los islandeses. Pero que la recuperación al final termine bien, sí cuenta con algún que otro escéptico. “La inseguridad ha abandonado Islandia”, comentó en una entrevista mantenida en los pasillos de la Cámara de Comercio el ministro de Industria islandés, Steingrímur J. Sigfússon. “El país ya puede seguir adelante”.

Islandia respira más aliviada desde que hace dos semanas superara una de las etapas más peliagudas de la salida de la crisis. El tribunal de la Asociación Europea de Libre Comercio, que juzga contenciosos entre la UE y tres de sus vecinos no comunitarios (junto al ya citado, Noruega y Liechtenstein), abrazó la oposición del pueblo islandés a compensar a británicos y holandeses por la enorme deuda contraída por Icesave, filial bancaria online de Landsbankinn. En román paladino, la sentencia dijo a Islandia que no hizo nada ilegal al negarse a pagar. Estaba en su derecho.

¿Todo resuelto? No. La decisión del tribunal “es una buena noticia”, reconoció durante la charla Steingrímur —a los islandeses se les llama por el nombre de pila—, “los viejos bancos están pagando sus deudas con sus propios activos”. Según los cálculos del ministro de Industria y extitular de Finanzas, al margen de procesos judiciales, Islandia ha devuelto más del 50% de lo comprometido con Reino Unido y Holanda. “Y sigue pagando, aunque hay retrasos con instituciones, empresas...”, explicó el también líder de Los Verdes, partido aliado de los socialdemócratas en el Gobierno. El Estado, por si acaso, mantiene aún el control del 81,3% de los activos de Landsbankinn, pero ha soltado ya amarras con las otras dos entidades quebradas y nacionalizadas en 2008: el Glitnir, hoy Islandsbanki, del que posee un 5%, y el Kaupthing, hoy Arion Bank, del que se reserva un 13%.

De ahí a que los islandeses hayan recuperado la confianza en su sistema financiero va un mundo. “Los bancos no son muy populares, hay mucho escepticismo”, apostilló Steingrímur. Pero no hay alternativas. “El fallo del tribunal europeo es un alivio”, relata en conversación telefónica Margrét Tryggvadóttir, diputada por El Movimiento, “pero no afecta directamente, por el momento, a las familias; hay problemas más importantes, como el desempleo”. La ecuación que señala Margrét, parlamentaria de una formación nacida al calor de la revolución posterior al colapso financiero, es la siguiente: prácticamente todos los islandeses (de una población de 319.000 habitantes) arrastran una deuda crediticia, generalmente un préstamo hipotecario; un tercio de ellos tiene muchas dificultades para su devolución; el 90% de las hipotecas están ligadas a la inflación y esta cabalga al galope por encima del 4% (la cifra deseada por el Gobierno es del 2,5%). En agosto de 2012, la deuda de los hogares se situaba en el 109% del PIB, mientras que la de las empresas era del 183%.

La subida de precios dispara el coste de las hipotecas, ligadas al IPC

“La gente”, continúa Margrét, “está trabajando mucho para poder pagar las hipotecas”. Pero el mercado laboral no es de cuento de hadas para los estándares del país. El 4,9% de los islandeses en edad de trabajar no tiene empleo —las previsiones para 2013 son más pesimistas—, una tasa que suena bien a tenor de que en 2011 el paro aún estaba por encima del 8%, pero que no contenta a los ciudadanos islandeses, que tenían índices de desempleo prácticamente insignificantes antes del batacazo. Además, los que sí cuentan con un puesto de trabajo tampoco están para celebraciones, con una subida media del salario del 1,4% en los últimos 12 meses, muy lejos sin duda de la escalada de los precios.

Pero el Gobierno islandés, dirigido por la líder socialdemócrata Jóhanna Sigurdardóttir, al menos hasta las elecciones de abril, tiene motivos para el optimismo: cumplió en 33 meses con el plan diseñado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a cambio de un crédito de unos 1.500 millones de euros; llevó a cabo un recorte del gasto que no hirió de gravedad al Estado de bienestar; subió los impuestos a las grandes fortunas, y convenció a las agencias de calificación crediticia para que le devolvieran el sello de país seguro para el inversor. Reikiavik ha hecho los deberes para que las cifras macroeconómicas cuadren y el PIB suba por encima del 2%.

El actual Gobierno prevé mantener varios años los controles de capital

El Ejecutivo de verdes y socialdemócratas ha impuesto a los bancos rescatados la decisión de condonar parte de la deuda a aquellos ciudadanos cuya hipoteca exceda el 110% del valor actual del inmueble, a precios de mercado. “Eso es simplemente un descuento temporal”, explica Elvira Méndez, profesora de Derecho en la Universidad de Islandia. “La inflación”, continúa Méndez, “llevará a estas hipotecas a crecer exponencialmente”. Solución: “Es importante”, sugiere al teléfono la diputada Eyglo Hardardóttir, del Partido Progresista, “encontrar el modo de deshacerse de este tipo de deuda; lo más urgente ahora mismo son los créditos indexados al IPC”.

El saneamiento de la banca, prosigue en su relato Eyglo, no ha ayudado a recuperar la confianza. “Solo nos hemos puesto una venda”, señala esta parlamentaria de la oposición, “pero no hay muchas alternativas”. “El problema de los islandeses”, continúa, “es que cuatro años después de la crisis siguen muy endeudados”. Méndez añade un ingrediente más: “Con el corralito [control de capitales] se está formando una nueva burbuja inmobiliaria, al menos en Reikiavik. La gente y los inversores prefieren comprar apartamentos antes que dejar los ahorros en los bancos”.

El Gobierno se marcó 2013 como el año límite para levantar el control de capitales. No lo va a cumplir. El FMI prevé que el corralito se mantenga hasta 2015. “Es el principal reto que tenemos”, apuntó el pasado lunes el ministro Steingrímur: “¿Cómo podemos levantarlo? ¿Cómo evitamos ser adictos al control de capitales?”. Sin una fecha en el bolsillo, el que fuera el titular de Finanzas durante la gran recuperación prevé que sean “años y no meses” los que resten hasta que el flujo de coronas (moneda islandesa) al exterior de la isla recupere la libertad de antaño.

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Sobre la firma

Óscar Gutiérrez Garrido
Periodista de la sección Internacional desde 2011. Está especializado en temas relacionados con terrorismo yihadista y conflicto. Coordina la información sobre el continente africano y tiene siempre un ojo en Oriente Próximo. Es licenciado en Periodismo y máster en Relaciones Internacionales

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