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Ricos y (aún) poco solidarios

La sociedad exige más ayuda a las grandes fortunas de España para paliar la crisis

Miguel Ángel García Vega
Amancio Ortega, dueño de Inditex, junto a su hija Marta.
Amancio Ortega, dueño de Inditex, junto a su hija Marta.XURXO LOBATO

Resulta extraño sentarse a escribir sobre millonarios españoles con una huelga general aún reciente. O quizá no. Tal vez sea la sincera fotografía de los tiempos. La certificación de una fractura entre una sociedad al límite y una iniciativa privada a la que muchos ya exigen bastante más compromiso con nuestra plomiza realidad. Otra vez —hay que reconocerle su capacidad para generar interés— el debate lo ha agitado Amancio Ortega, al trascender que ha donado 20 millones de euros a Cáritas. Lo han destacado todos los titulares: la mayor cantidad privada que nunca había recibido esta ONG de base católica.

Según algunos analistas, el gesto del empresario textil supone abrir la puerta a este tipo de iniciativas filantrópicas en nuestro país. Si bien “es pronto para saber si la donación de Amancio Ortega tiene un efecto llamada”, reflexiona Beatriz García, coordinadora de Implantación Social de Cáritas. “Poco después de hacerse el anuncio hemos recibido peticiones de información de varios patrimonios muy importantes”.

Pero junto al volumen de esa cifra, lo relevante también es la constatación de la enorme sensibilidad que despierta el tema. Hoy en día no es fácil ni siquiera regalar dinero. Solo hay que pensar en la temperamental reacción —tanto a favor como en contra— que han vivido estos días las redes sociales al conocer la iniciativa del fundador de Zara.

El gesto de Amancio Ortega abre la puerta a nuevas iniciativas

Primero, porque se suceden reproches sobre la deslocalización de las fábricas de la firma textil o sobre dónde paga los impuestos. Y segundo, porque tenemos nuestra propia mirada. “En España la filantropía tiene un componente religioso, asociado a la caridad, mientras que en EE UU pertenece a la sociedad civil”, señala Joaquín Garralda, decano del Instituto de Empresa. En EE UU, según datos de la Giving USA Foundation, los fondos destinados a acción social alcanzaron en 2012 298.000 millones de dólares (233.275 millones de euros). En nuestra vieja piel de toro esa cifra es inimaginable, incluso en términos proporcionales a la población o a la riqueza de cada país, pero lo sintomático es que, según confirman varias ONG, los particulares estén contribuyendo con más donaciones que las empresas.

La verdad es que hay razones para esa desconfianza hacia lo empresarial. Algunos aún no olvidan que el año pasado, en plena intensificación de la crisis, muchos grandes empresarios franceses, con Liliane Bettencourt, dueña de L’Oréal, a la cabeza, levantaron la mano y pidieron pagar más impuestos. Algo que también hicieron varios millonarios alemanes. Sin embargo, en España, nuestros principales patrimonios dieron la callada por respuesta.

Aunque tal vez se podría pensar que la dureza de los tiempos les ha llevado a un mayor compromiso. ¿Será así? “Los grandes patrimonios españoles son generosos, pero podrían serlo mucho más”, asegura Jaime Gregori, director de captación de fondos de Cruz Roja Española. Una entidad que está haciendo un esfuerzo por conseguir medianos —aportan más de 3.000 euros al año— y grandes —por encima de 10.000— donantes. Están descubriendo, por decirlo así, un nuevo mercado, ya que el regalo de Amancio Ortega es excepcional. Lo máximo que han captado ellos, recuerda Gregori, de un donante privado fueron 200.000 euros en 2011.

La filantropía en España se asocia a la caridad; en EE UU, a la sociedad civil

Juan Esquer, director del banco de altas rentas GBS Finanzas, afirma que los grandes patrimonios “están muy preocupados por la situación social y económica”, y asegura que “son enormemente sensibles a este tema”. ¿Es cierto? ¿Entonces por qué el impuesto sobre sucesiones y donaciones ha pasado de recaudar 2.915 millones de euros en 2008 a 2.408 durante 2010?

“Hay más sensibilidad empresarial frente a los problemas sociales que está generando la crisis”. Con esta determinación lo cree Raimundo Pérez-Hernández y Torra, director de la Fundación Ramón Areces, la entidad filantrópica creada hace 35 años por el fundador de El Corte Inglés y una referencia en este país. En su caso, este compromiso se siente en el presupuesto de la institución, que se ha mantenido inalterable —15,5 millones de euros— en los últimos cinco años, “aunque, dada la situación económica, se hubiera entendido que lo recortásemos”, precisa Raimundo Pérez-Hernández. “No lo hemos hecho, lo que indica un compromiso directo del patronato”.

Son tiempos difíciles para lo filantrópico. En España hay unas 10.000 fundaciones, y la falta de presupuesto hará que bastantes “dejen de existir”. Estas son las previsiones de Amadeo Petitbò, presidente de la Fundación Rafael del Pino, que maneja 5,5 millones de euros y la esperanza del cambio. “Posiblemente, el fundraising [captación de fondos] y el sector privado cambiarían su función si dispusiéramos de una ley de mecenazgo más generosa con el mundo privado, algo de lo que también se beneficiaría el ámbito público”.

Ninguna de las voces que recoge este reportaje ha utilizado la palabra “exigir”, pero muchas optan por “demandar” cuando piden más implicación de las fortunas españolas. Hablamos de los Florentino Pérez, Entrecanales, Fainé, Botín, Alierta, Roig, Lara, Barceló, Francisco González, Rosalía Mera (quien ha declinado participar en el reportaje).

José María Vera, director general de Intermón Oxfam, opta por el verbo demandar y bucea en las razones de la generosidad española. “En ella hay tres componentes: el fiscal —que no es el principal motor—, el compromiso social, y la imagen y la reputación”. En este último ha detectado problemas: “Hemos dicho no a algunas propuestas porque el equilibrio entre búsqueda de imagen y compromiso era muy desigual”.

Siguiendo con el valor de las palabras, quizá sea una vez más “compromiso” la que mejor retrata a Elena Foster y la manera en la que esta galerista —casada con el arquitecto inglés Norman Foster— entiende, desde su privilegiada posición, su implicación con los tiempos que vive España. “Ivorypress podría tener su editorial, su librería o su galería en Nueva York, París, Berlín, Pekín o São Paulo”, apunta por correo electrónico. “Financieramente (y también desde una estrategia profesional y vital) habría sido más fácil. Sin embargo, y pese al acantilado financiero, cultural y social, empinado y brutal, en el que vive nuestro país en este momento, me siento cada vez más segura de la elección realizada en 2008 cuando se inauguró Ivorypress España. Me siento cada vez más comprometida con mi equipo en Madrid. Y zanja: “Ivorypress ha crecido en estos últimos cinco años en España, y continúa creciendo(...), generando empleo en gente joven, formando a futuros profesionales. Con gran determinación y con mucho trabajo y riesgo; sin descanso. Y con una esperanza y un optimismo indestructibles”.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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