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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Rescatan los rescates?

Xavier Vidal-Folch

Pocas veces hubo un abismo interno tan claro. El mundo financiero español, muchas grandes empresas, y el grueso de la academia (ver el debate abierto en el fórum de www.europeg.com) reclaman con urgencia el rescate para eliminar incertidumbres. La calle se encrespa sólo con oír ese vocablo, pues lo asocia a nuevos ajustes y recortes injustos contra el (ex) bienestar de los de siempre. Y en medio, el Gobierno bracea por llegar incólume a fin de año y luego ver qué pasa.

Así que aprovechemos el actual entreacto para preguntarnos: ¿Rescatan a los países atribulados los rescates europeos con la contrapartida de severos programas de austeridad?

De momento, no. Ni Grecia (2 de mayo de 2010), ni Irlanda (28 de noviembre) ni Portugal (16 de mayo de 2011) logran el objetivo clave del rescate: sanear sus finanzas públicas —reducir el déficit público— a un cierto nivel en un plazo prefijado, en la senda del 3%. Portugal no cumplirá aún el 4,5% de déficit este año, sino que rozará el 6%: ya le han alargado ese año de plazo. Grecia tampoco llegará al 4,5%, sino al 5,2% en 2013: la próxima reunión del Eurogrupo le concederá dos años adicionales. Y el caso de Irlanda se está revisando para suavizar el brutal impacto del coste de su reconversión bancaria, equivalente al ¡45%! de su PIB.

Los ajustes fracasan en reducir el déficit en el calendario previsto, pero logran ciertos resultados

No sólo no redujeron el déficit en la dosis prevista, sino que agravaron su recesión (salvo en Irlanda, que durante 2011 se recuperó, pero vamos a ver qué ocurre este año), aumentaron su deuda y dispararon su desempleo. Y redujeron abrupta y simultáneamente muchas prestaciones sociales del Estado de Bienestar. Las crónicas diarias de Lisboa, Atenas o Bruselas excusan más detalles.

La razón del fiasco es la crueldad con que se diseñó la primera generación de rescates (tipos de interés de los préstamos, excesivos; plazos de amortización, escasos). Acompañada de un optimismo ciego que preveía escaso perjuicio sobre el crecimiento de la reducción del gasto.

Y sin embargo, es justo subrayar algo que se olvida. No todo el esfuerzo se ha enterrado en el sumidero. Ha producido algunos resultados. ¿Cuáles?

Por ejemplo, los rescatados han recuperado, intermitente y débilmente, algún acceso al mercado internacional para financiarse. Portugal emitió bonos a diez años el 21 de agosto al 9,254%: un tipo excesivo, sí, pero inferior al 17,39% de vísperas del rescate. Grecia emitió letras a tres meses el 18 de septiembre, al 4,31%. Irlanda, lo mismo, el 5 de julio, al 1,8% (medio punto menos que España la semana anterior). Y los bonos irlandeses a nueve años cayeron seis puntos desde octubre de 2010 al pasado septiembre.

Lo más heróico ha sido la reducción del déficit primario griego: unos ocho puntos desde iniciada la crisis, hasta bordear el superávit. Lo que significa que si los griegos no tuvieran que pechar con la carga de la deuda, cumplirían de sobra sus compromisos.

Una visión muy interesante es la del jefe del Fondo de Rescate Europeo (EFSF, por sus siglas en inglés), Klaus Regling. Es una fuente oficial —por supuesto interesada—, pero sólida. En unos interesantes gráficos presentados a las jornadas de Cernobbio, Regling ilustraba cómo los cinco países periféricos de la eurozona sometidos a turbulencias (los tres rescatados, más España e Italia) exhiben curvas positivas en cuatro criterios básicos.

A saber: el desequilibrio presupuestario, el déficit fiscal ajustado cíclicamente, la balanza por cuenta corriente y los costes laborales unitarios. Como cuatro imágenes valen más que 400 palabras, les invito a que naveguen hasta encontrar Europe's response to the sovereign debt crisis (www.oenb.at).

Naturalmente que eso es insuficiente, sobre todo si se contrasta con la factura social y la fisura democrática de las actuales políticas de ajuste. Pero si arrojan algunos resultados positivos, aunque sean diseminados y asmáticos, quiere decirse que con una planilla distinta, un calendario diferente, una inyección de recursos compensatoria que estimulase su demanda, las cosas irían mucho mejor. Es decir, una política de frugalidad moderada y atenta al crecimiento quizá triunfaría donde fracasa la austeridad extrema.

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