Miguel Iglesias Ballina, un sindicalista íntegro
Gran dirigente sindical y a un referente de la sociedad asturiana de las últimas décadas
El 6 de noviembre de perdimos a un gran dirigente sindical y a un referente de la sociedad asturiana de las últimas décadas. Porque somos muchos quienes pensamos que Miguel Iglesias Ballina representaba lo mejor de CCOO: compromiso, lucha, sacrificio. Y porque somos muchos también los que creemos que pocas personas como él tenían un conocimiento tan profundo de la realidad laboral, social, política, económica y cultural de Asturias.
Una de las principales virtudes de Miguel Iglesias Ballina era que sabía escuchar. Atendía y entendía, como muy pocos dirigentes sindicales que yo haya conocido, los problemas de los trabajadores. Sabía que eso era imprescindible para luego, juntos, representante y representados, de común acuerdo, denunciar las injusticias, defender las reivindicaciones y vencer los desafíos que cotidianamente se nos presentan: el despido injustificado de un compañero, un conflicto laboral, la negociación de un convenio, la convocatoria de una huelga general. Sabía ganarse la confianza y el aprecio de sus compañeros, y por eso acudían a él cualquier día a cualquier hora. También era particularmente querido por su enorme calidad humana.
Formaba parte de esa clase de luchadores que se iniciaron en la clandestinidad. Años duros en los que pertenecer a las Comisiones Obreras o al Partido Comunista podía acarrear persecución o despido, como los que él mismo sufrió por defender los derechos y libertades en los trabajadores de la Fábrica de Metales Santa Bárbara, donde pronto surgió su vocación sindical. Tantos años de lucha en condiciones tan adversas cimenta una capacidad de resistencia que no sucumbe fácilmente. Y él la tenía.
Lo demostró sobradamente durante los años que dirigió nuestro sindicato en Oviedo y posteriormente, donde coincidimos, en la dirección de CCOO de Asturias, primero al frente de la secretaría de Comunicación, y en los últimos ocho años en la de Empleo.
Durante todo ese tiempo fue también un ejemplo a seguir por su dedicación y entrega a la acción sociopolítica del sindicato. Siempre estuvo conectado con las asociaciones de vecinos, con las plataformas cívicas, con la Universidad. Por eso deja una huella tan extensa. Las personas más activas del ámbito laboral, social, político y cultural asturiano sabían quién era Miguel Iglesias Ballina. Y sabían que podían acudir a él.
Era además un hombre culto, extraordinariamente culto para alguien que no había cursado estudios superiores (pero que sacaba matrícula de honor en la universidad de la calle y de las fábricas, que diría Marcelino Camacho). Y era culto porque, como en todo, se esforzaba para serlo. No todo el mundo se ha leído los “Episodios Nacionales” de Galdós para tratar de comprender mejor este complejo país. Sentía debilidad también por las novelas de Graham Greene, por la poesía de Neruda. Historia, política, sociología, literatura… Poseía una enorme biblioteca, inusual para un obrero que se compraba los libros con su salario, que no los recibía gratis en ningún despacho lujoso. También era un apasionado de la música (Serrat, Sabina, pero también Bruce Springsteen o Dylan) y del cine. Su curiosidad no tenían fronteras.
Y ese conocimiento le hacía mejor. Le ayudaba a ampliar sus horizontes, a extender su capacidad de “comprender al otro”. Sin duda su trabajo sindical se benefició de ello. Porque él sabía que la educación y la cultura nos engrandecen, nos hacen más capaces también de alcanzar colectivamente el anhelo de libertad y justicia social.
No sólo fue un dirigente sindical de primera magnitud, que “siempre estuvo con los de abajo”, como ha dicho un compañero de Izquierda Unida. No sólo fue un gran conocedor de Asturias y una persona culta y rigurosa como pocas. No sólo fue un ciudadano comprometido con todas las causas que merecen la pena. También fue un compañero leal y una magnífica persona, con la que siempre podías contar, a la que siempre podías acudir con cualquier duda, con el problema que fuera. Ahí estaba Ballina para ayudar.
Nadie, por cierto, como él, para organizar el piquete durante una huelga general, y hacer ver a los trabajadores, con la fuerza convincente de la razón, con la persuasión de su cercanía, que merecía la pena seguir luchando para que no nos roben los derechos que tanto nos han costado, para que no nos quiten el trabajo, un salario justo bien merecido, nuestra dignidad.
Antonio Pino es secretario general de CCOO de Asturias
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