La sequía dispara los precios
La subida afectará sobre todo al pan, las pastas, los aceites y el vino
Precios disparados. Cerealistas sentados en sus montones de grano o de pipas de girasol sin prisas para vender; viticultores que no se creen los números de las tablillas de las bodegas marcando los altos precios de la uva; olivareros preparando las artes de vareo para coger hasta la última aceituna… Hoy, la crisis agraria solo la sufren los ganaderos. Lo que no conseguían los escasos mecanismos para la regulación de los mercados que subsisten en el marco de la política agrícola común lo ha logrado la sequía. Es como la primavera de los precios. El sector ha dejado de hablar, por una campaña, de cotizaciones ruinosas.
En el caso del olivar, los costes de producción medios estimados desde la propia Administración son de unos 2,40 euros por kilo. El sector olivarero llevaba varias campañas con los precios hundidos entre los 1,50 y los 1,70 euros el kilo para un tipo de aceite lampante de un grado (un aceite que no se puede consumir si no se refina), cotizaciones que, con unas ayudas comunitarias actualmente en poco más de 1.000 millones de euros, no cubrían los costes. Varias semanas de agosto fueron suficientes para que se dispararan los precios más del 40%, hasta los 2,45 euros el kilo, y pueden evolucionar al alza o a la baja en función de las lluvias que lleguen al olivar en estas fechas.
El olivar ha sido uno de los pocos sectores que han experimentado en la última década un aumento en el cultivo hasta una cifra actual de 2,5 millones de hectáreas. Este incremento de las superficies, junto a una mejora en la estructura de las explotaciones, cambios varietales hacia olivares intensivos y la implantación del regadío en unas 600.000 hectáreas se ha traducido en un progresivo aumento de las producciones hasta cosechas de entre 1,4 y 1,6 millones de toneladas en la última campaña.
El coste de la uva y del aceite crece un 40% sobre la campaña anterior
Frente a esta evolución de la oferta, la demanda tuvo un comportamiento dispar. El mercado interior se mantuvo estabilizado en una media de unas 550.000 toneladas. Por el contrario, las exportaciones crecieron hasta situarse en la última campaña en 829.000 toneladas, batiendo todos los récords de ventas en el exterior. Esta evolución alcista de la demanda no fue suficiente para absorber las producciones, lo que ha dado lugar a un aumento de los stocks hasta un volumen de casi 600.000 toneladas.
El sector agrario y la Administración se agarraron al almacenamiento privado de aceite con ayudas comunitarias como tabla de salvación para superar la grave caída de los precios en las últimas campañas, y se retiraron del mercado, en diferentes periodos, más de 300.000 toneladas. Pero esta política no tuvo efecto buscado. Finalmente, lo que no lograron los almacenamientos privados lo han conseguido las previsiones de una cosecha a la baja que los más pesimistas sitúan en solo unas 700.000 toneladas. Se trata de una cosecha corta, pero, contando con los stocks, no hay riesgo de desabastecimiento como para provocar estas subidas
El primer colectivo afectado negativamente por este nuevo escenario son los industriales que se hayan comprometido con la gran distribución a suministrar a medio plazo aceites a un precio barato y que en este momento deban adquirir aceite caro en el mercado. Los consumidores pagarán las subidas, aunque todo hace indicar que la distribución aplicará la misma de forma gradual en varios meses.
El aumento de las exportaciones también impulsa las alzas
La falta de lluvias durante los últimos 12 meses afectó igualmente al girasol, con un recorte en las superficies de cultivo de un 15%. Las previsiones de cosecha apuntan a una producción de solo unas 500.000 toneladas, frente a más de un millón de toneladas de la campaña anterior. La cosecha andaluza caerá de 500.000 a 110.000 toneladas, en Castilla y León bajará de 345.000 a 260.000 toneladas y en Castilla-La Mancha, de 174.00 a 100.000 toneladas. A estas producciones se suman las bajas cosechas en los países del este de Europa, donde España adquiere tradicionalmente materia prima.
Esta situación de los mercados ha supuesto disparar los precios de la pipa hasta los 0,53 euros el kilo, más de un 30% sobre el año anterior, lo que se repercutirá en los precios del aceite.
Hubo un tiempo en que sobraba vino por todas partes; cuando se quemaban más de siete millones de hectolitros para alcohol y, cuando, por la baja rentabilidad del cultivo, se arrancaban grandes superficies de viñedos, con o sin ayudas comunitarias. La superficie dedicada a ese cultivo llegó a bajar de 1,3 millones a menos de 900.000 hectáreas. Las uvas en las zonas de mayor producción como Castilla-La Mancha o Extremadura se llegaron a cotizar a 0,12 euros el kilo, precios que no eran suficientes para pagar la mano de obra. Los viticultores mayores abandonaron y no se incorporaron los jóvenes.
A pesar del ajuste en las superficies, la mejora de estructuras en la última década supuso pasar de unas producciones medias de 35 millones de hectolitros a campañas por encima de los 40 millones para una demanda interior en caída libre: hasta menos de 20 litros por persona y año frente a los 70 de hace cuatro décadas, con una demanda total de 10 millones de hectolitros. En los últimos años ha funcionado el mercado exterior con precios a la baja, hasta batir en 2011 todos los récords, con unas ventas de 22,3 millones de hectolitros. Este aumento de las exportaciones supuso ya en las últimas campañas un apoyo para la recuperación de los precios. Pero la sequía ha posibilitado una cosecha de solo unos 33 millones de hectolitros, lo que ha provocado que los precios se disparen en las tablillas de las bodegas hasta superar los 0,32 euros el kilo en esas zonas.
Entre las grandes producciones afectadas por la sequía, por el número de cultivadores y por su impacto directo sobre los consumidores y las cabañas ganaderas, destaca la subida de los precios de los cereales, una media del 25% desde diciembre, subida que empalmaba ya con unos precios elevados. Esta campaña, la cosecha de cereales de invierno, cayó una media del 30% a solo 11 millones de toneladas. Y hay una previsión a la baja de 3,6 millones de toneladas para el maíz.
Con una demanda solo para piensos de unos 26 millones de toneladas, España es un importador neto de materias primas para la alimentación animal y humana, con unos 17 millones de toneladas. La subida ya la están pagando los ganaderos y, a corto plazo, la pagarán también los consumidores de cereales, pan y pastas.
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