Turquía, encrucijada energética
El Gobierno de Ankara impulsa el gasoducto Nabucco para reforzar su papel estratégico
Diez años después de su concepción, el proyecto Nabucco parece finalmente haber tomado fuerza. A finales de junio, el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y su homólogo azerbaiyano, Ilham Aliyev, firmaron un acuerdo para continuar con el gasoducto Nabucco, de 3.300 kilómetros y que pretende suministrar a Europa 31.000 millones de metros cúbicos del gas del mar Caspio para 2018.
Nabucco es un gasoducto ideado por la Unión Europea con el fin de reducir su dependencia energética de Rusia. En él Turquía es una pieza fundamental: por su territorio discurre una parte importante de la tubería —2.000 kilómetros— y, además, su posición geográfica y sus relaciones históricas con los países que controlan los campos gasísticos de Asia Central lo convierten en el intermediario perfecto para la UE. A cambio, el Gobierno de Ankara espera un mayor apoyo para su candidatura a la entrada en el Club de los Veintisiete, además de almacenar y exportar gas natural a terceros países.
El gasoducto, que se empezará a construir en 2013, según aseguraron los mandatarios en Estambul, comenzará su trazado en la ciudad turca de Erzurum, para llegar a Austria en 2018. Cuenta con la participación de la compañía estatal turca Botas, la búlgara BEH, la alemana RWE, la rumana Transgaz, la austriaca OMV y la húngara FGSZ.
Sin embargo, el proyecto que se ideó en 2002 no ha estado exento de trabas. La primera, y más importante, asegurarse las fuentes de suministro. Cuando el proyecto se presentó, hace 10 años, se contemplaron como potenciales abastecedores Irán, Turkmenistán, Egipto y, principalmente, Azerbaiyán. Este último país se comprometió hace dos meses en Estambul a abastecer con 16.000 millones de metros cúbicos de gas para 2018 de los campos de Shah Deniz II. “El primer gas empezará a transportase en 2018 y esperamos aumentar el suministro hasta 31.000 millones de metros cúbicos para 2026”, aseguró el primer ministro turco. Ello evitaría tener que importar gas de países como Irán, con tensas relaciones con Ankara, o Turkmenistán, a lo que Rusia se opone por motivos políticos y económicos ligados al estatus jurídico del mar Caspio. “Mi hermano”, dijo refiriéndose al mandatario azerbaiyano, “me ha dicho que no habrá ningún problema en alcanzar los 50.000 millones \[de metros cúbicos\]”, prometió Erdogan a pesar de no concretar la fecha.
El gasoducto unirá Turquía y Austria
De ser ciertas estas previsiones, Bakú, capital de Azerbaiyán, se convertiría en el principal y posiblemente único suministrador del proyecto. Pero, según el informe del analista del IEEE Francisco J. Ruiz González —Geopolíticas del gas: novedades en el Corredor Sur de suministro de la UE—, el proyecto Nabucco todavía se enfrenta con otras trabas como “su elevado coste y su dependencia de las ayudas europeas”, además de la competencia directa de otros proyectos destinados a mejorar las relaciones energéticas en la región.
Entre ellos cabe destacar el South Stream, una iniciativa de Gazprom para llevar gas ruso a través del mar Negro y que demuestra que el problema de la dependencia total de algunos países europeos del gas ruso no reside en el hecho de tener un único suministrador, sino en el poder que poseen los países de tránsito como Ucrania, cuya actitud desencadenó la llamada Guerra del Gas entre 2006 y 2009. El South Stream partiría de Novorossyisk y alcanzaría Bulgaria a través del mar Negro. A partir de ahí, un ramal atravesaría Serbia, Hungría y Eslovenia, y otro, Grecia e Italia a través del mar Adriático. Sin embargo, su complejidad técnica —tramo submarino— y el hecho de que mantendría el monopolio energético de Rusia lo descalifican, en principio, como la opción más adecuada.
Otra de las opciones que se barajan es el gasoducto transanatólico (Tanap), que transcurriría desde la frontera entre Georgia y Turquía hasta Bulgaria, donde se empalmaría con el trazado de Nabucco hacia Centroeuropa. Las ventajas de este trazado sobre el Nabucco son su bajo coste (6.000 millones de euros, de los cuales el 80% lo suministraría Azerbaiyán, y el resto, Turquía, frente a los 8.000 o 10.000 del Nabucco según el analista Ruiz González), así como una capacidad similar a la de Nabucco.
Además, el gasoducto Nabucco arrastra consigo ciertas condiciones que Turquía pretende imponer. Ankara espera recibir el 60% de los impuestos del tránsito, que ascendería a unos 450 millones de euros al año. Además, exige mantener para su propio uso o exportación el 6% del gas en tránsito, lo que supone un escollo “inaceptable” sobre todo para la UE, como apunta Ruiz González, al estar previsto que “el Banco Europeo de Inversión aporte un 25% de los 8.000 millones de euros de presupuesto, mientras que la propia Comisión Europea lo financiaría con 250 millones”.
La UE busca reducir su dependencia energética de Rusia
Según este analista, la versión más viable de este ajedrez gasístico es la combinación de ambos proyectos. “Una combinación del Tanap con un Nabucco occidental (desde la frontera turco-búlgara hasta Austria) probablemente sea la solución”, asegura Ruiz González. Una predicción en la línea con los deseos turco-azerbaiyanos, según declaró el primer ministro de Azerbaiyán en Estambul. “No es posible imaginar un corredor energético sin Turquía y Azerbaiyán. Tanap es un proyecto que pertenece a estos dos países en exclusiva que están comprometidos a estrechar la cooperación en este campo”, dijo Ilham Aliyev. La firma de Estambul, realizada en un ambiente casi familiar, parece apuntalar por fin un ambicioso proyecto que un mes antes parecía abocado al fracaso.
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