El misterioso precio del metro
El coste del metro en la capital de EE UU depende de las paradas recorridas, el día y la hora
En tiempos de dura austeridad, parece que pocas cosas estén a salvo de las ansias de privatización de los Gobiernos conservadores. Ya decía The Financial Times en febrero que ni el metro de la capital española, ejemplo de eficacia y buen servicio, estaba totalmente a salvo del desmembramiento, algo que la presidenta Esperanza Aguirre desmintió. Y lo cierto es que sería complicado privatizar un servicio, como el transporte, que sigue en manos públicas incluso en los países donde manda lo más parecido al libre mercado.
El sistema de metro en Washington se gestiona y financia a través de un consorcio formado por el Gobierno local de la capital federal y los de los dos Estados aledaños, Maryland y Virginia. Se halla en un estado anémico. Sus pérdidas estimadas para este año son de 89 millones de dólares (67 millones de euros). Es un servicio caro y de calidad a veces modesta y a veces pésima.
Tiene 86 estaciones y 170 kilómetros. Sirve a una zona metropolitana de unos 5,5 millones de habitantes, comparable a la de Madrid, que, sin embargo, dispone de 293 kilómetros y 300 estaciones. Por no llegar, el metro de Washington no llega ni al barrio de Georgetown, corazón comercial y universitario de la ciudad. Tampoco conecta con el mayor aeropuerto de la zona, el de Dulles, aunque hay un proyecto en construcción para ello.
A pesar de las recientes subidas tarifarias en redes como la de Madrid, el transporte público en España sigue siendo más barato que en EE UU. Parece, sin embargo, que Aguirre tenga en mente el modelo de cobro que ya se aplica aquí en Washington: pago por parada. Según el nuevo sistema anunciado por el Gobierno de Madrid, en el metro se pagará dependiendo de las paradas que se recorran. Dentro del término municipal, un viaje costará 1,50 euros para quienes recorran cinco paradas o menos. A partir de la sexta se subirán 10 céntimos por estación, hasta un máximo de dos euros.
Es un sistema que en Washington se ha llevado hasta cotas de complejidad elevadísimas. Uno compra una tarjeta, cargada con dinero, y no sabe nunca cuál va a ser el coste del viaje. Varía dependiendo de las paradas, el día de la semana y la hora del día. Es un misterio: solo al salir del metro y pasar la tarjeta por el lector, el usuario sabe cuánto se le ha cobrado. Hay máximos y mínimos. El billete más barato se paga fuera de las horas punta. Oscila entre 1,60 y 2,75 dólares (1,20 y 2,10 euros). En horas punta varía entre 2,15 y 5,20 dólares (1,60 y 3,90 euros).
Luego están los autobuses, de los que depende una gran parte de trabajadores que se desplazan a diario al centro de la ciudad desde la periferia. En ellos, el billete sencillo es de 1,70 dólares (1,20 euros) si se paga en efectivo y de 1,50 (1,13 euros) si se usa la tarjeta recargable de metro. En Madrid, el billete sencillo de autobús es de 1,50 euros, unos céntimos más caro. La calidad, sin embargo, es incomparable. Los autobuses de Washington son un ejemplo de cómo no gestionar una empresa de transportes. Uno nunca sabe cuándo van a aparecer. Puede esperar 30 minutos y ver llegar a seis en fila.
¿El resultado? La capital norteamericana vive en permanente congestión en las horas punta. Según un estudio de la Universidad de Texas A&M, el ciudadano medio pasa tres días al año en un atasco en el coche, 74 horas en las que se desperdician unos 1.150 euros de gasolina. Y no son tiempos de derroches.
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