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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cómo recuperar la confianza en los bancos

El sector debe volver a una posición en la que los banqueros no se vean como amos del universo

Para algunos políticos destacados, la economía es el enemigo que hay que conquistar. Desde Bruselas y otras capitales llegan oleadas de nuevas normativas que tienen al sector luchando por mantenerse a flote. En París, Madrid y otras ciudades prosigue la campaña para imponer un impuesto sobre las transacciones financieras.

Todo ello es un síntoma del problema básico al que se enfrentan los servicios financieros mayoristas y los participantes en el mercado de capital de Europa: una pérdida importante y persistente de la confianza de los ciudadanos.

La crisis que empezó en 2008 puso en evidencia las limitaciones de los Gobiernos, los reguladores y los actores del mercado, entre ellos la banca de inversiones, la banca minorista, las agencias de calificación y otros. La reputación de todos ellos se ha visto afectada, pero ninguna tanto como la del sector bancario.

Esto es tan cierto en España como en cualquier otro país europeo. Los bancos nunca han sido la más popular de las instituciones, especialmente en tiempos de dificultades económicas. Pero lo que ha hecho que la atmósfera se vuelva tóxica para ellos es la mezcla de dificultades económicas, crisis financiera y la considerable carga para las arcas públicas que ha supuesto el apoyo del contribuyente a los bancos.

Hay indicios preocupantes de que el problema sigue aumentando. El Edelman Trust Barometer, un respetado sondeo anual que fue publicado el 24 de enero, evidenciaba un descenso de la confianza en las empresas y una vez más la banca y los servicios financieros eran los sectores de los que más se desconfiaba.

Es necesario un cambio cultural y de gestión que incluya más coherencia entre riesgo y recompensa

Es más, la confianza en los bancos experimentó otro descenso acusado el año pasado. Solo el 40% de los entrevistados confiaban en los bancos, en comparación con el 56% en 2008.

Esto tiene una gran importancia, y no solo para el sector bancario. Unos mercados de capital con liquidez y un sistema bancario que funcione bien son el corazón palpitante de cualquier economía moderna. Si no hay confianza en el sistema financiero, será difícil restaurar la confianza en la economía en general y por ende una recuperación económica duradera.

En un nuevo libro de ensayos sobre la reforma financiera, Investing in change: the reform of Europe’s financial markets (Invertir en el cambio: la reforma de los mercados financieros europeos), escrito por destacados reguladores, políticos y académicos y publicado recientemente por la Asociación de Mercados Financieros en Europa (AFME), explora la magnitud del problema y los elementos de una solución.

Su conclusión es que restaurar la confianza depende de las medidas que tomen los responsables políticos para establecer un nuevo marco regulatorio estable y sostenible, y los banqueros para abordar las deficiencias de su sistema de gobierno y prácticas de gestión anteriores.

El proceso será largo y arduo, y aunque ya se han producido importantes cambios desde 2008, todavía habrá muchos más.

Pongamos por caso las normativas. En los últimos tres años, la maquinaria reguladora mundial ha trabajado a marchas forzadas y ha producido reformas importantes, sobre todo en el marco que regula el capital de los bancos y los requisitos de liquidez.

Paul Tucker, subgobernador del Banco de Inglaterra y destacado miembro de la Junta de Estabilidad Financiera mundial, comenta en nuestro libro que esto no es más que el principio. Afirma que los reguladores están ahora decididos a abordar el problema del demasiado grande para quebrar, los riesgos sistémicos que llevaron a los bancos de varios países a tener que ser rescatados por el contribuyente.

La confianza en los bancos experimentó otro descenso acusado el año pasado: solo el 40% de los entrevistados confiaban en el sector, en comparación con el 56% en 2008

“El desafío central del plan para reformar el sistema financiero mundial es devolver la banca al lugar que le corresponde en la economía de mercado”, escribe. “Los políticos y banqueros tradicionales de todo signo político sin duda coinciden en esto: que la banca no debería depender del colchón de seguridad de los contribuyentes. Aquellos que más propugnan las disciplinas del capitalismo —banqueros y financieros— deberían guiarse por ellas”.

Los reguladores también están centrándose en la excesiva opacidad y complejidad de los mercados de capital y la exposición financiera, y en la necesidad de encontrar un nuevo enfoque macroprudencial para la supervisión del sistema que será mucho más invasivo e intervencionista ante los riesgos a la estabilidad financiera. Tucker describe este nuevo planteamiento con la expresión “retirar la jarra de la sangría”, porque tendrá el efecto de atenuar los futuros booms económicos y poner el sistema financiero en mejores condiciones para asimilar la posterior depresión.

Para los bancos, todo esto significa un periodo de cambio desgarrador que hará que el sector de 2017 se parezca muy poco al de 2007. Estos son algunos de los temas que se explican con detalle en el libro:

— Desapalancamiento. Los balances de los bancos ya están disminuyendo como consecuencia de los nuevos y costosos requisitos de capital y seguirán haciéndolo durante varios años.

— La enorme presión a la que se ven sometidos los departamentos de cumplimiento de los bancos, a causa no solo del ritmo e intensidad del proceso de elaboración de normas, sino también de las normativas que se solapan o contradicen emitidas en diferentes jurisdicciones.

— Aumento de la competencia. Hans-Paul Buerkner, presidente y consejero delegado de Boston Consulting Group, ante los años de crecimiento lento que aguardan a Europa, vaticina una intensa batalla entre los bancos para incrementar su cuota de mercado, así como unas presiones enormes sobre los márgenes.

— Revaluación de la mezcla de productos. Buerkner da a entender que se eliminarán muchas líneas de productos que probablemente ya no resultarán rentables con las nuevas normas de capital de Basilea III.

— Más claridad y atención a las necesidades de inversión y la gestión de riesgos de la economía. Muchos de los productos más esotéricos y complejos que aparecieron en pleno auge de la expansión (como las tristemente famosas obligaciones de deuda garantizadas al cuadrado, o CDO) ya han desaparecido; otros seguirán el mismo camino.

— Un cambio cultural y de gestión que incluya una mayor coherencia entre riesgo y recompensa y un hincapié mucho mayor en la gestión eficiente y responsable de la cuenta de resultados.

— Disminución de los sueldos. Las cifras de este año muestran una reducción significativa de los niveles de compensación en la banca de inversión. Más importante es el enorme aumento de la proporción de compensaciones en forma de acciones diferidas, algunas de las cuales pueden recuperarse en caso de que los resultados sean malos en años posteriores.

Estos cambios reflejan una evolución que es menos visible públicamente, pero que no por ello es menos real: un nuevo diálogo entre los ejecutivos de banca y los accionistas sobre estrategia, rentabilidad y el reparto de retribuciones entre inversores y empleados.

El punto de partida está claro. Para poder crecer, los bancos necesitan más capital, pero para poder explotar los mercados de renta variable necesitan presentar a los inversores una propuesta de inversión más atractiva, centrada en el crecimiento y la estabilidad a largo plazo.

Es imposible saber a ciencia cierta qué aspecto tendrá el sector una vez que se hayan impuesto estos cambios. Pero el rumbo está claro, también para los líderes de los bancos.

Después de un periodo en el que la banca de inversión desempeñó un papel inusualmente destacado en las economías prósperas y en la conciencia pública, el sector sabe que necesita volver a una posición en la que los banqueros no se vean como amos del universo, sino como sirvientes de la economía real.

Todavía no hemos llegado a ese punto, ni mucho menos. Pero cuando lo hagamos, se habrán creado las condiciones para que los ataques políticos disminuyan y se pueda recuperar parte de la confianza en las finanzas.

Simon Lewis es consejero delegado de la Asociación de Mercados Financieros Europeos (AFME). Traducción de News Clips.

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